Y nunca, nunca agachar la cabeza ni encorvar los hombros. ¡Que la maldición de una chepa gibosa a lo jorobado de Notredame caiga sobre nuestras espaldas si lo permitimos!
Habla Caraguevo de la importancia de una coma... ¡Y la tiene, vaya si la tiene!Yo, con el fin de hacerles comprender a los alumnos cuán importante es poner una coma, suelo contarles que, en la Antigua Grecia, un joven soldado visitó el Oráculo de Delfos antes de aprestarse a marchar a la guerra. El Oráculo parece que aventuró al bisoño militar un feliz regreso de la batalla. Sin embargo, el muchacho murió y los familiares, apenados por su pérdida, acudieron al Oráculo para afearle el engaño. "Tu predicción, Morirás no, vivirás, ha resultado un fiasco, y nuestro familiar ha muerto". Pero el Oráculo contestó: "Ésa no fue mi predicción, sino esta otra: Morirás, no vivirás."
Y es que... no le damos a los signos de puntuación la importancia que tienen. Aprendan, aprendan..., que va en ello una herencia:
Cuéntase de un señor que, por ignorancia o malicia, dejó al morir el siguiente escrito, falto de todo signo de puntuación:
Dejo mis bienes a mi sobrino Juan no a mi hermano Luis tampoco jamás se pagará la cuenta al sastre nunca de ningún modo para los jesuitas todo lo dicho es mi deseo.
Fulano
Se dio lectura al documento a las personas aludidas en él, y cada cual se atribuía la preferencia. Mas a fin de resolver estas dudas, acordaron que cada una presentara el escrito corriente con los signos de puntuación cuya falta motivaba la discordia. Y, en efecto, el sobrino Juan lo presento de esta forma:
Dejo mis bienes a mi sobrino Juan, no a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Fulano.
Como puede verse, el favorecido resultaba ser Juan; mas no conformándose el hermano Luis, éste lo arregló así:
¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No: a mi hermano Luis. Tampoco, jamás, se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Fulano.
El sastre, a su vez, justificó su reclamación como sigue:
¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamas. Se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningúm modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Fulano.
De este modo, el sastre intentó cobrar su cuenta; pero se interpusieron los jesuitas, reclamando toda la herencia, y sosteniendo que la verdadera interpretación del escrito era ésta:
¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan? No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco, jamás. ¿Se pagará la cuenta al sastre? Nunca, de ningún modo. Para los jesuitas todo. Lo dicho es mi deseo.
Fulano.
Esta lectura motivó gran escándalo entre los concurrentes y, para poner orden, acudió la autoridad. Esta consiguió restablecer la calma, y después de examinar el escrito, objeto de la cuestión, exclamó en todo severo: Señores, aquí se trata de cometer un fraude. El finado no ha testado y, por tanto, la herencia pertenece al Estado, según las leyes en vigor. Así lo prueba esta verdadera interpretación:
¿Dejo mis bienes a mi sobrino Juan. No. ¿A mi hermano Luis? Tampoco. Jamás se pagará la cuenta al sastre. Nunca, de ningún modo, para los jesuitas. Todo lo dicho es mi deseo.
Fulano.
En su virtud, y no resultando herederos para esta herencia, yo, el Juez..., etc., etc., me incauto de ella en nombre del Estado. Queda terminado este asunto.
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De la revista del Ilustre Colegio de Licenciados y Doctores de Madrid.
Anécdota tomada a su vez del libro Ortografía intuitiva, publicado por Kapelusz en Buenos Aires.
-Sí. Es decir, no. Existen dos sexos. Masculino y femenino.
-¿Y cómo es el femenino de sexo?
-No tiene masculino. Sexo es siempre femenino.
-Pero tú mismo dijiste que hay sexo masculino y femenino.
-El sexo puede ser masculino o femenino. La palabra "sexo" es masculina. El sexo masculino, el sexo femenino.
-¿No debería ser "la sexa"?
-No.
-¿Por qué no?
-¡Porque no! Disculpa. Porque no. "Sexo" es siempre masculino.
-¿El sexo de la mujer es masculino?
-Sí. ¡No! El sexo de la mujer es femenino.
-¿Y cómo es el femenino?
-Sexo también. Igual al del hombre.
-¿El sexo de la mujer es igual al del hombre?
-Sí. Es decir... Mira... Hay sexo masculino y femenino. ¿No es cierto?
-Sí.
-Son dos cosas diferentes.
-Entonces, ¿cómo es el femenino de sexo?
-Es igual al masculino.
-¿Pero no son diferentes?
-No. ¡O sí! Pero la palabra es la misma. Cambia el sexo, pero no cambia la palabra.
-Pero entonces no cambia el sexo. Es siempre masculino.
-La palabra es masculino.
-No. "La palabra" es femenino. Si fuera masculino, sería "el pala..."
-¡Basta! Anda a jugar.
-Pero, papá, que tengo que poner el femenino de todas estas palabras.
-Pero, hijo, que hay palabras que son masculinas siempre.
-Entonces, ¿no hay sexo femenino?
-Que sí, claro que hay sexo femenino.
-¿Y cómo es? ¿Sexa?
-¡NO! Es sexo, como el masculino.
-Anda, son iguales los dos sexos.
-Las dos palabras sí. Bueno no, las dos son una palabra, sexo. Sexo puede ser masculino o femenino.
-¡Qué lío! Acabas de decirme que sexo es siempre masculino, ¿en qué quedamos?
-Es masculino, hijo.
-No lo entiendo.
-Anda, hijo, de verdad, vete a jugar.
-¿Y no hago los deberes?
-Sí, claro que sí los haces. Pero lo del sexo déjalo para luego...
-Bueno, pero sigo sin entenderlo
INOCENCIO DOCENTE
De la revista del Ilustre Colegio de Doctores y Licenciados de Madrid.
Pero..., entonces..., ¿cómo es el femenino de "sexo"? No me ha quedado nada claro el asunto y, puesta a decantarme, creo yo que el niño tiene razón: sexa. Si hay juezas, presidentas, jóvenas y miembras...., ¿por qué no va a haber sexa? A ver, ¿por qué no? ¿Eh?
En Francia, después de tres años de revolución y en plena ebullición de la violencia, los diputados de la Convención condenan a muerte a Luis XVI, con la esperanza de que, por fin, pueda instaurarse la ansiada República que acabará con las desigualdades y la injusticia del antiguo régimen.
Célie Laurent, una joven procedente de una familia de republicanos moderados, se ve obligada a buscar trabajo y tiene la fortuna de encontrarlo como sirvienta de Madame de Stäel. Gracias a ella, adquiere una formación intelectual que la lleva a integrarse en un grupo para el que comenzará a desempeñar funciones de pseudoespionaje. Célie se da cuenta de que la revolución está tomando el camino del terror, por lo que emprende una trepidante carrera para tratar de revocar la condena a muerte del monarca, y evitar así el caos que se avecina y la muy probable guerra con Inglaterra y España. Esta decisión supondrá para ella una peligrosa aventura en la que tendrá que enfrentarse a asesinatos, complots, intrigas políticas e importantes personajes de muy diversas calañas: Robespierra, Danton, Marat y muchos otros.
Conocí este libro gracias a Caraguevo y ahora está en mi biblioteca gracias a... Caraguevo (gracias, Caraguevo). Me ha gustado, pero lo cierto es que es un libro en que me ha costado bastante entrar... Sin duda por culpa mía, porque la primera mitad de la novela la he leído a saltos, y eso me ha mantenido bastante desconectada de la historia. Luego, la cosa cambió.
Como dije ahí arriba, me ha gustado. Y el final, como casi siempre con Anne Perry, es muy sorprendente.
¡Alucinante! Libro alucinante. Me ha encantado de principio a fin. El mejor de los tres que me dejó Alawen, sin duda.
¿Qué has preguntado, Andy Bissette? ¿Que si entiendo mis derechos tal como me los has contado?
¡Joder! ¿Por qué algunos hombres son tan burros?
No, no te preocupes. Deja de darle a la boca y escúchame un rato. Me da la sensación de que te vas a pasar la mayor parte de la noche escuchándome, así que será mejor que te vayas acostumbrando. ¡Claro que entiendo eso que me has leído! ¿Tengo pinta de haber perdido el cerebro desde que te vi en el mercado? Eso fue el lunes por la tarde, por si has perdido la pista. Te dije que tu mujer te daría la bronca por haber comprando el pan el día anterior y supongo que tenía razón, ¿no?
Y así el resto de 307 páginas. Una historia oral de principio a fin. Una historia en la que sólo hay una voz, que, sin embargo, está tan bien construida, que te hace consciente todo el tiempo de que esa voz no está hablando sola, sino contestando a un interrogatorio policial.
Absolutamente genial la manera de plantear la narración de la doble historia de Dolores, con su familia por una parte y con Vera, por otra; e increíblemente fantástico el modo de conseguir que el lector crea que las está escuchando y no leyendo.
Sin haber salido de la sala de interrogatorios, el lector ha recorrido la isla, ha sido testigo de los desmanes de Joe, del despotismo y posterior demencia de Vera y ha sentido en carne propia el sufrimiento de Dolores, y todo ello sin melindres ni ñoñerías. Un lenguaje oral que imprime fuerza y retrata la realidad con toda su crudeza exquisitamente utilizados para narrar unas tramas imbricadas de forma tan inteligente que, cuando parece que todo está dicho y hecho, fin de la historia, libro acabado, a por otro..., pues no, cuando parece que ya está, no está. Aún queda lo mejor: desatar el nudo y comprobar lo bien hecha que estaba la lazada.
Nadie ha podido pestañear desde hace cinco semanas, pero esta última ha puesto la guinda al pastel de estrés que el estómago digiere como mejor puede cada día.
Los correos sin abrir se van amontonando, algunos de ellos, según anuncia el Asunto, importantes, pero importantes de verdad. ¿Cuántos están marcados ya con la estrellita de urgentes? ¿Y cuántos han sido atendidos y contestados? Un rápido vistazo basta para ver una columna de estrellitas, inabarcable a simple vista, que se extiende más allá de lo que la pantalla da de sí.
En mi mesa, a la izquierda, la agenda tiembla feroz. Las tapas vibran y oyes cómo rugen las páginas en su interior. Con espanto, la miras de reojo, no sea que se percate de que la observas y acabe por explotar creyendo que así tendrá por fin tu atención. ¡No seas tonta! Sé muy bien lo que guardas -bisbisean los labios mientras la vista continúa fija en el ordenador, como si simulando ignorarla pudieras apaciguar sus bramidos-. Pese a lo cargada que vas, tengo presente todas las tareas que esperan turno.
-¡Se mueve! -una pitufilla de 1º que entra en el intercambio se ha dado cuenta y la mira con recelo.
-Shhhhhh, calla -susurro-. Ni la mires siquiera. Corre a tu sitio y siéntate.
Por la tarde, durante la reunión, el ordenador griiiiitaaaaaa tu nombre y te llama sin dar descanso a la insistencia. Dentro del servidor está todo lo que necesitas para darle un empujón más a esa montaña inabarcable que tienes que ir allanando a ritmo de hormiga. Lo miras varias veces con gesto compungido y la frente fruncida por la impotencia. Quieres ir allí, quieres abrir tu perfil y ponerte a trabajar, pero te agarras al asiento, hasta que los dedos se te ponen blancos, y cruzas fuerte las piernas, enganchando los tobillos entre sí a modo de nudo marinero. Aguantas, aguantas, aguantas... Hasta que ya no puedes más: ¡Ya basta de memeces! Y decides tirar por la calle de en medio. ¡Que me llamen la atención si quieren. Tengo que acabar con esto! Vuelvo la espalda a la reunión, abro mi perfil, busco en mis carpetas y me pongo a teclear fieramente: dosieres, programaciones, pruebas iniciales, asignaturas pendientes, listas...
¡Es mi día de suerte! Ahí está medio Equipo Directivo y nadie me ha dicho ni media. Cierro mi perfil y me vuelvo hacia la reunión, pero, ¡Eh!, ¿qué es eso? Una imagen ha pasado fugaz ante mis ojos. Giro la cabeza hacia la derecha y entonces veo mi rostro reflejado en el cristal de la ventana, ahora que las luces están encendidas y fuera comienza a oscurecer. ¡Oh, Dios!, ni tres toneladas de crema hidratante lograrían relajar esa tensión. Y me quedo ahí, mirando esa cara abrumada.
Vale, respira... Cierro los ojos un instante nada más, un segundo para mí. Sólo necesito eso y me recompondré. Pero el esfuerzo es baldío, tengo los sentidos aturdidos y no logro desconectar. De fondo se oye la voz de alguien hablando: ...y no olvidemos nunca priorizar. Recordad que las cosas tienen un orden de preferencia y, aunque todos vamos cargados de trabajo, es importante que estas estrategias estén funcionando a lo largo de la semana en 3º y 4º...
Rendida, vuelvo de nuevo la cara hacia la ventana. El rostro me mira y yo lo miro a él. Y..., ¡oh! Levanto las cejas sorprendida..., ¿me ha guiñado un ojo? Me llevo las manos a la cara y noto los míos abiertos y bien abiertos. Ningún tic me aqueja, en serio, pero juraría que me hizo un guiño. Vuelvo a mirarme y veo cómo mi reflejo me hace un gesto que dirige mi interés hacia ahí fuera. Después, cuando le devuelvo mi atención, ahí está de nuevo el guiño. Y, entonces, sonrío con ganas, me decido y, ¡ploc!, apago el mundo y destapo el tarro de las esencias...
...
...
...
Alguien me da un codazo. La voz vuelve a ser audible: ¿Se me ha entendido? Lo primero es atender las cosas importantes. Un murmullo de aprobación ronronea. ¿Allí al fondo también? Nuevo ronroneo y, esta vez, una ligera patadita por lo bajo hace que mi pie se balancee suavemente.
Pese a estar en modo stand-by, asiento mecánicamente.
El rosado color del atardecer se va difuminando ahí fuera, igual que el
rostro del cristal, ahora ya relajado y sonriente, como yo, mientras ambos escuchamos cómo el sonido
de las últimas notas se va apagando. Un nuevo guiño, ya desvaído entre volutas de puro bienestar, me llega desde el cristal y, antes de que la música se extinga por completo, vuelvo a
darle al play en mi cerebro.
¡Jeje!, noto que el hoyuelo se me ha marcado en la mejilla, así que debo de estar sonriendo. La voz sigue hablando allá, en alguna parte, y yo, mientras comienzo a tararear mentalmente, pienso que, en efecto, nadie podrá decir de mí que no atiendo a las cosas importantes... de la vida.
Me manda Daniel Hernández Chambers un artículo que ha publicado en el Diario Tiramilla.
Le he encontrado un encanto tan especial, que lo traigo a Finis Terrae por si alguien desea disfrutarlo también.
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Creo que a mí nadie me ha hecho nunca esa pregunta, excepto yo misma a mí misma, y la respuesta es bien simple. Por si algún amigo de Finis siente curiosidad, se la dejo con una canción: