miércoles, 12 de junio de 2013

James Stanley: the Irish pub II

3. James Stanley: the Irish pub II

-Really?
-Don't you believe me?
Enarcó una ceja, simulando sentirse dolido. Aún tardaría unas cuantas citas más en percatarme de que utilizaba esa estrategia cada vez que quería hacerme sonrojar. Busqué una tangente por la que desviarme y la encontré en el trillado recurso de la temperatura:
-This heat is unbearable.
Me llevé una mano al cuello de la camisa y tiré de él. La excusa fue tan torpe que el rubor se acentuó, pero él se apiadó de mí:
-Yes, it is.

Harry Tisdale, ése era su nombre, el del mejor amigo de James Stanley. Al principio, me habían parecido tan interesantes las extrañas circunstancias en que el escritor había muerto, que ésa y no otra fue la razón que me llevó hasta su novela. Luego, con cada lectura, y ya iba por la tercera, había ido descubriendo sendas escondidas que sólo se mostraban al lector realmente interesado, incluso aunque no dominara la lengua. Y yo estaba dispuesta a leerla una cuarta vez, cinco, seis o un millar, si fueran necesarias, hasta descubrir toda la belleza que ocultaba en su interior. Y ahora, allí mismo, frente a mí, tenía al mejor amigo del fallecido escritor. 

Bajé la mirada, como si buscara con ella la palabra que era incapaz de encontrar en mi cerebro para terminar la frase con que balbuceaba mis excusas por haber dado la impresión de no creer en su palabra, aunque la única razón de que lo hiciera fuera la de apartarla de la de él. ¿Es que nadie le había enseñado que mirar tan fijamente y con tanta intensidad a alguien a quien no se conoce es descortés y, esto nunca lo admitiría en voz alta, desconcertante para un espíritu tan apocado como el mío?

-Can you tell me about him?
Lamenté la pregunta en cuanto hubo salido de mi boca. Puede que en otro idioma las cosas se disfracen, excusadas por dificultad que supone expresarse en una lengua que no nos es natural, y no se dibujen con tanta nitidez en el cerebro como cuando una se expresa en el propio, pero incluso para una torpe social como yo aquella propuesta podía ser tomada como una invasión de la privacidad.
-Of course I can.
Él, sin embargo, no pareció tomarlo así y yo afiné el oído, dispuesta a no perder detalle de la historia.

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Antes, en James Stanley. The Irish pub I.
Y después: Nice girls don't swear.

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