Tesoros enterrados
Otra buena razón, además del tute muscular que supone, por la que una debería abstenerse de hacer mudanzas son las tribulaciones emocionales que tal actividad conlleva.
Vaciando cajas que se han llenado a toda velocidad y sin pensar, de repente se encuentra una con cientos de miles de millones de cositas que le traen recuerdos y le arrancan una sonrisa melancólica con la que confían, sin duda, ganarse un sitito en la nueva casa. Un sitito que no existe.
Hay que arrancarse entonces la melancolía del corazón y, sin mirar mucho, no vaya a ser que surja el arrepentimiento, arrojar una cosita tras otra a la basura. Para ganar esta batalla es imprescindible volverse de hielo por unas horas y, sobre todo, sacar la basura sin tardanza... a fin de evitar que la debilidad te venza y dé marcha atrás a tus propósitos.
Y..., sin embargo, lo peor no son esas cositas que, apelando a la sensatez y cerrando un poco los ojos, acaban en el cubo de la basura. Lo peor, la auténtica fatalidad asoma cuando salen a luz tesoros sepultados hacía una eternidad, y por ello aparentemente exánimes e inermes, pero que de muertos no tienen nada y que no deberían haberse desenterrado...
...nunca.
2 comentarios:
Y un ignorante que pasaba, leyó el cartel, disfrutó la música y se dijo: Hermoso.
Urumo: Lo fue y por ello me alegro de haber logrado transmitírselo a alguien.
Ahora toca volver a enterrar, pero con un poco de visualización... ;-) lo conseguiré sin romper demasiado.
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