Primeras lecturas
El año ha comenzado intenso en lo que a lecturas se refiere. Varias son las que ya han caído, o están a punto de hacerlo, todas ellas de índole diferente, pero en cualquier caso sumamente placenteras.
La primera que terminé fue El códice Astaroth, de Daniel Hernández Chambers, que ya asomó la nariz por estas páginas en la entrada Literatura Juvenil I, aunque tan sólo fuera para ser anunciada como lectura próxima. Su resumen y comentario se reservan, pues, para una futura entrada sobre literatura para jóvenes que ya está en preparación. No obstante, no me resisto a avanzar que me ha gustado bastante y me ha sorprendido también, además de hacerme pasar... un poco de miedo.
La segunda que ha caído entre mis fauces, satisfechas con ella por el buen regusto que ha dejado, es un nuevo título de Julio Verne: Los hijos del capitán Grant. Recordaba esta novela como lectura de mi más tierna juventud, aunque creo que la leí en versión reducida. No voy a decir que me haya entusiasmado, como lo hicieron otras del autor francés, pero sí entra dentro de la categoría de me ha gustado bastante, incluidas las prolijas explicaciones que sobre las diferentes regiones visitadas por los protagonistas se dan, así como acerca de exploradores y científicos que las recorrieron.
La tercera lectura, aún no terminada pero de muy, muy próxima finalización (tan próxima que mañana pasará a la pila de libros ya leídos) es un título de Frank G. Slaughter, El infierno de las sombras: La acción de esta novela se desarrolla en una clínica mental. Los enfermos, criaturas sin personalidad, no pueden rebelarse contra los tratamientos a que son sometidos, con o sin razón. Por un lado, médicos inconscientes que sólo sueñan en satisfacer sus apetitos; por otro, doctores responsables que no ignoran la faceta humana y científica de su profesión. Jim Corwin es el médico abnegado que lucha por convertir en hombres a verdaderos deshechos humanos. Inflexible ante la ternura como ante el deber, Jim se impondrá los más duros sacrificios para que la mujer a la que ama encuentre, al fin, la felicidad.
He de confesar que, cuando cogí esta novela para empezar a leerla, torcí el gesto un poquito. No está mi ánimo para sumergirlo en las abisales profundidades de la locura. Sin embargo, qué bien que no me eché atrás y la empecé: me está encantando. Tanto, que me va a dar bastante pena que se acabe. Y tanto, que me anotaré este autor como uno con el que hay que repetir (¿Tendrá mi proveedor algún título suyo que pueda prestarme, ahora que el libuk está al caer?). Bonita historia de amor y terrible historia la de aquellos a quienes sólo mueve el dinero.
Y en cuanto a las lecturas recién comenzadas (hoy mismo), son dos:
Por una parte tenemos El misterio del cuarto amarillo, de Gastón Leroux. Novela policíaca que aborda el tema favorito del género: el asesinato cometido en un recinto cerrado, del cual parece imposible que pueda haber huido el agresor. Pero en el transcurso de la novela, nuevos y más indescifrables misterios se agregan al que ha dado origen a la investigación e implican, como presuntos ejecutores o cómplices del crimen, a buena parte de los protagonistas de la obra. Descartados poco a poco los inocentes, la sorprendente identidad del asesino sólo nos es revelada al final, en unas páginas memorables, por el jovencísimo periodista e investigador Rouletabille, cuyas portentosas dotes de observación y deducción convierten al personaje en uno de los detectives literarios más brillantes y a esta novela en un clásico indiscutido del género.
De momento no he leído más que el estudio preliminar que acompaña al texto y el primer capítulo, así que ya hablaremos de esta novela en otra ocasión.
Por otra parte, está la lectura suave y ñoña que corresponde a un ánimo blandito como el que sufro estos días: El sueño de Jeremy, de Carole Matthews: Un cuento dulce y conmovedor sobre el amor verdadero, la auténtica amistad y la vida real. Ten a mano un paquete de kleenex, según Heat; y Una buena dosis de carcajadas y sorpresas, según el Chicago Sun-Times.
Supongo que de esta novela no hablaré en próximas entradas, pero pienso comenzarla hoy mismo a la luz de la nueva lámpara que alumbra mi dormitorio y, quizá..., si tarda el sueño en venir, le dé un buen mordisco esta noche.
6 comentarios:
Unos pocos comentarios:
- Hay que ver el juego que da poder leer sólo "agonie" en un trozo de papel, ¿verdad?
- Curioso que aún haya quien lea libros de la colección Reno. ¿Ya habías nacido cuando la colección? ;-)
- ¿No sabes cómo acaba el misterio? Pues verás, resulta que... ¡no! ¿Qué es eso? ¿Eres tú? ¡Y la puerta está cerrada...! ¡Aaaggg!
¡Madre mía la colección Reno!
Ese libro lo habrás conseguido en una librería de lance.
Los hijos del capitán Grant estuve a punto de leerlo el año pasado pero se le adelantó otro libro. Lo tengo en una edición de Anaya en tres tomos.
Un saludo
Tengo algunos títulos publicados por la colección Reno, pero todos ellos los he "heredado" a lo largo de los años bien de mi madre, bien de mi tía (R.I.P.) o bien (el año pasado) gracias a una sustanciosa donación libresca por parte de la madre de Lady Silenciosa.
Supongo que sería una colección muy numerosa. Yo sólo tengo unos cuantos (10, 15..., quizá 20, aunque este número ya me parece demasiado elevado) y no sé qué títulos compondría, pero la verdad es que lo que he leído de ella me ha gustado casi todo.
Bueno, yo creo que de vez en cuando también son convenientes lecturas moñas, incluso lecturas regulares, ¿por qué no? Hay días en que no está uno, es verdad, para honduras literarias. Son rachas
Miguel: Sí, a veces son necesarias lecturas de estas... En lo que respecta a "El sueño de Jeremy", desde luego una genialidad literaria no es, pero me estoy riendo mucho con ella y pasando un buen rato.
Un saludo y a ver si voy a visitarte, que estoy de un vago bloguero estos días...
Sí, yo no quería decirlo, pero... ;-)
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