jueves, 9 de junio de 2011

"Hansiedad"

"Hansiedad"

Llevaban ya unos minutos esperando a que comenzara la reunión cuando llegó la plana mayor del equipo directivo y ocupó sus asientos, desde los que podían controlar hasta el más minúsculo parpadeo de los empleados que los rodeaban. La mujer llevaba poco tiempo en la empresa y se sentía como un pececillo rodeado de tiburones. Trató de mantener la compostura y la serenidad. Conservó la cabeza alta y firme, sometiendo con voluntad espartana cualquier pequeño movimiento que pudiera delatar su nerviosismo. La cuestión a tratar era ardua: había que decidir las líneas concretas que la compañía debía seguir a partir de ese momento para aumentar las ventas y crecer. ¡Crecer -había dicho el jefazo máximo- es la única opción aceptable para nuestra empresa! Crecer o morir. Y ella sabía que si, tras la reunión, alguien tenía que morir, la elección recaería sobre su cabeza.

El jefe de su departamento, el de mercadotecnia y publicidad, se levantó y comenzó a desplegar la pantalla donde habían de proyectar la idea que habían creado para la nueva campaña publicitaria. Cargó en el portátil los documentos y diapositivas que habían preparado con una meticulosidad rayana en la obsesión y lo hizo todo con una parsimonia tal, que estuvo a punto de hacerla morir de impaciencia. Al fin, la exposición de la campaña en la que tanto había trabajado comenzó. 

Las cosas no parecían ir mal. Los minutos habían ido pasando y ella creía adivinar una aceptable inclinación por parte de los jefes hacia las ideas expuestas. Se había ido, pues, tranquilizando, de manera que ya no se veía obligada a enlazar las manos por debajo de la mesa mientras los dedos se agarraban a las perneras del pantalón, única manera que había hallado de controlar el histérico temblor de las manos. Aunque aún sentía sofocadas las orejas, producto del nerviosismo, su respiración se había vuelto más serena y rítmica, y en sus labios incluso comenzaba a dibujarse un esbozo de sonrisa. Quedaba tan sólo la parte final, aquélla en la que se  mostraban los objetivos que se pretendían alcanzar con la campaña. La cosa estaba casi hecha.

De repente, su jefe de departamento presionó la tecla de enter y la última diapositiva, aquélla que él mismo se había comprometido a preparar como remate a la presentación, apareció proyectada en la pantalla.
-Estos son los puntos -le oyó decir mientras sus ojos quedaban aplastados en la nívea pantalla, tal que dos babosas que son despachurradas sobre el asfalto por las ruedas de un coche- que pretendemos conseguir con nuestra campaña...

La respiración se agitó notablemente en el pecho. Repentinamente, la mujer sintió que, por más que intentaba llevar aire a sus pulmones, ni una gota de oxígeno lograba descender hasta ellos. La firmeza de los músculos que habían venido irguiendo un cuello, largo y aparentemente estable, languideció bajo la presión y se tornó en vacilante fragilidad, de manera que el temblor de su cabeza se hizo evidente incluso para el camarero que permanecía, cercano a la mesa del café, ajeno a la reunión. Un estertor que no pudo evitar se hizo lo suficientemente audible como para que todos ellos volvieran la cabeza y la miraran. Creyó que moriría en aquel preciso instante, pero, por fortuna, el jefe de su departamento se movió, de manera que interpuso el cuerpo entre el proyector y la pantalla, provocando con ello que la imagen de la diapositiva se proyectara sobre el traje a rayas de estilo inglés que vestía. La mujer observó que el contenido aparecía distorsionado debido a los efectos causados por esa tercera dimensión sobre la que ahora se proyectaba, y aquello le dio un instante de respiro, a pesar de las miradas que sentía clavadas en ella. "Al menos -pensaba-, al menos... Si no se moviera...".
-¿Estás bien? -oyó que le preguntaba su jefe.
A pesar del mucho esfuerzo que le costó controlar el movimiento del cuello, ella asintió con la cabeza. Entonces, él volvió a moverse de nuevo y la diapositiva se proyectó, clara y límpida, sobre la pantalla.
-Estos son -repitió el jefe- los puntos claves que queremos trasladar con nuestra campaña: Primero, sugerir un estado de apetencia en el consumidor hacia nuestro producto. Segundo...

En aquel instante, ella dejó de escuchar. Lo único que era capaz de hacer era seguir el puntero láser con el que su jefe señalaba los puntos que iba comentando de la diapositiva...

1. Estado de apetencia.
2. Sensación de necesidad.
3. Capacidad de adquisición
4. Abilidad para empatía.
5. ...

No pudo resistirlo más. Tomó un edding que encontró a mano y se levantó con una ferocidad tal, que la silla que ocupaba cayó ruidosamente tras ella. Con pasos trastabillados, se dirigió hacia donde se encontraba su jefe. Extendía el brazo de una manera amenazadora, como si con el rotulador que blandía quisiera apuñalarlo. La respiración era tan agitada, que su pecho se movía merced a pequeñas contracciones histéricas, incapaces de transportar oxígeno hacia los pulmones y, aun así, el escaso aire que era capaz de inspirar y espirar, rozaba sus cuerdas vocales, provocando con ello un rugido sordo sumamente desagradable. Algunos de los caballeros que estaban sentados en torno a la mesa se levantaron, aunque era obvio que no sabían qué hacer, pues permanecieron inmóviles en los lugares que habían venido ocupando. Sólo su jefe reaccionó: con firmeza, sujetó los brazos de la mujer, impidiendo que ésta alcanzara el objetivo que perseguía y que ninguno de ellos acertaba a descubrir, mientras intentaba calmarla con palabras que todos oían:
-Tranquila, tranquila..., ¿qué ocurre?
Y otras que sólo ella escuchaba:
-¿Qué haces, imbécil? ¿Te has vuelto loca?

Ella, mientras tanto, aún trataba de zafarse
-No pasa nada, no pasa nada -decía el mastuerzo-. Pobrecilla, es sólo un ataque de hansiedad.

5 comentarios:

José Antonio del Pozo dijo...

Hansiedad, de tener al baranda muerto en los brazos, diríamos, musitando palabras de desamor, ¿no?

S. Cid dijo...

José Antonio: Hansiedad de sentir sus encantos, lalalalalaa.

Yo vi un día una falta de ortografía escrita por un profesor en la pizarra y, sin llegar a los extremos que se narran en el texto, lo pasé mal, oye.

Carlos dijo...

"Ya a llegado a hacer bien los deberes"
Nota de la profe de mi hijo en su agenda diaria.

posodo dijo...

Hay que ser 'hágil' para escapar del 'ábil', ¿no?

S. Cid dijo...

Carlos: Hey, Carlos, se me pasó tu comentario. Sí, no me extraña que hayas visto eso en la agenda de tu hijo. Cada día que pasa, el sistema educativo cae un poco más bajo.

Posodo: Jajaajajaj, ;-)

Belén 2013

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