De negros y plagios
He leído en un blog un comentario sobre cierta escritora española bastante famosa que me ha sorprendido grandemente. Dice de ella que navega con frecuencia por las páginas de escritores aficionados de donde suele tomar las ideas que luego conforman sus novelas, y añade que ha sido denunciada por plagio en numerosas ocasiones sin que ello le importe demasiado: paga la multa y continúa ganando dinero a espuertas con la venta de sus novelas, elaboradas de este modo. No sé si es cierto… [por ello escondo púdicamente su nombre: ¿propagar rumores desde un blog serio como éste? ¡Jamás! :-)], pero no descarto que lo sea… Todos conocemos a alguna presentadora de televisión, celebérrima entre los programas matinales, que fue pillada en pleno plagio (¿propio o del negro contratado para la ocasión?) sin que por ello se viera su prestigio, a ojos del público ramplón que la sigue, mermado en lo más mínimo.
Y hablando de negros… Está también el caso, aunque éste lo trataré con mayor afecto por lo mucho que admiro a este hombre cultísimo, de un afamado locutor radiofónico y escritor prolífico para quien el tiempo, desde luego, es relativo… En su caso, debe estirarse como los objetos que caen en un agujero negro, casi ad infinítum, por la cantidad de obras que coloca en el mercado. Sólo en 2005 publicó 4 (si no más que yo desconozca) él solito… Contemos que tiene un programa radiofónico que le ocupa 4 horas diarias de lunes a viernes, más otro los domingos. Contemos, además, que participa en al menos una tertulia de una cadena de televisión (aunque puede que lo haga también en otras minoritarias y, por tanto, bastante desconocidas) y contemos que escribe para un periódico de ámbito nacional…, amén de otras muchas colaboraciones con revistas diversas. ¡Caray!, ¿cómo lo hace? ¿Se hallará la respuesta entre las negras tintas de los escribas anónimos a sueldo de una gran firma?
No creo que Galdós, tan prolífico al menos como el ejemplo con que ilustraba el párrafo anterior, tuviera un negrito de las colonias escribiéndole el triángulo amoroso que configuran los vértices de Fortunata, Jacinta y el vividor Juanito Santa Cruz; de modo que admito el hecho de que existan seres de tan fecunda creatividad que den vida a incontables obras en un pispas. Mi humilde experiencia da para tan poco…, que no puedo sino concederles el beneficio de la duda y reconocer que cabe tal posibilidad.
En cuanto a mí, que para eso éste es mi Boletín Personal, las ideas, buenas o malas, que recorren mis escritos las extraigo de mi magín. Ni plagio, ni poseo un esclavo que me haga el trabajito. ¿Qué satisfacción habría, por otra parte, en ello? Salvo por una razón meramente pecuniaria… (poderoso caballero es don Dinero), no veo dicha ninguna en simular que es tuyo lo que nació de otro. Yo pongo las neuronas a trabajar y echo mano de mis horas libres cuando quiero desparramar sobre el teclado del ordenador. Cada vez que esto sucede, olvido que el mundo existe y me sumerjo en una deliciosa aventura que sabe muy bien porque es mía. He ahí el premio al esfuerzo: satisfacción personal y divertimento.
He leído en un blog un comentario sobre cierta escritora española bastante famosa que me ha sorprendido grandemente. Dice de ella que navega con frecuencia por las páginas de escritores aficionados de donde suele tomar las ideas que luego conforman sus novelas, y añade que ha sido denunciada por plagio en numerosas ocasiones sin que ello le importe demasiado: paga la multa y continúa ganando dinero a espuertas con la venta de sus novelas, elaboradas de este modo. No sé si es cierto… [por ello escondo púdicamente su nombre: ¿propagar rumores desde un blog serio como éste? ¡Jamás! :-)], pero no descarto que lo sea… Todos conocemos a alguna presentadora de televisión, celebérrima entre los programas matinales, que fue pillada en pleno plagio (¿propio o del negro contratado para la ocasión?) sin que por ello se viera su prestigio, a ojos del público ramplón que la sigue, mermado en lo más mínimo.
Y hablando de negros… Está también el caso, aunque éste lo trataré con mayor afecto por lo mucho que admiro a este hombre cultísimo, de un afamado locutor radiofónico y escritor prolífico para quien el tiempo, desde luego, es relativo… En su caso, debe estirarse como los objetos que caen en un agujero negro, casi ad infinítum, por la cantidad de obras que coloca en el mercado. Sólo en 2005 publicó 4 (si no más que yo desconozca) él solito… Contemos que tiene un programa radiofónico que le ocupa 4 horas diarias de lunes a viernes, más otro los domingos. Contemos, además, que participa en al menos una tertulia de una cadena de televisión (aunque puede que lo haga también en otras minoritarias y, por tanto, bastante desconocidas) y contemos que escribe para un periódico de ámbito nacional…, amén de otras muchas colaboraciones con revistas diversas. ¡Caray!, ¿cómo lo hace? ¿Se hallará la respuesta entre las negras tintas de los escribas anónimos a sueldo de una gran firma?
No creo que Galdós, tan prolífico al menos como el ejemplo con que ilustraba el párrafo anterior, tuviera un negrito de las colonias escribiéndole el triángulo amoroso que configuran los vértices de Fortunata, Jacinta y el vividor Juanito Santa Cruz; de modo que admito el hecho de que existan seres de tan fecunda creatividad que den vida a incontables obras en un pispas. Mi humilde experiencia da para tan poco…, que no puedo sino concederles el beneficio de la duda y reconocer que cabe tal posibilidad.
En cuanto a mí, que para eso éste es mi Boletín Personal, las ideas, buenas o malas, que recorren mis escritos las extraigo de mi magín. Ni plagio, ni poseo un esclavo que me haga el trabajito. ¿Qué satisfacción habría, por otra parte, en ello? Salvo por una razón meramente pecuniaria… (poderoso caballero es don Dinero), no veo dicha ninguna en simular que es tuyo lo que nació de otro. Yo pongo las neuronas a trabajar y echo mano de mis horas libres cuando quiero desparramar sobre el teclado del ordenador. Cada vez que esto sucede, olvido que el mundo existe y me sumerjo en una deliciosa aventura que sabe muy bien porque es mía. He ahí el premio al esfuerzo: satisfacción personal y divertimento.
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