domingo, 31 de julio de 2011

Primeras noticias

Primeras noticias

Sí, amigos, tuve buen viaje y llegué bien, aunque eso supongo que sólo es importante para mi madre, la cual tuvo noticias de ello dos minutos después de mi arribada, de ahí que me haya adjudicado la licencia de tomarme estos días de demora antes de comunicároslo.

Después de, por lo que me han contado, un mes de julio invernal en la zona norte de España, llevo ya 4 días aquí y no ha dejado de brillar el sol, lo cual me complace grandemente…, y no porque ello dé lugar al uso y disfrute de la playa, de la cual puedo prescindir sin problemas (salvo para pasear por ella), sino porque con tal poder sobre la Madre Naturaleza comienzo a verme como diosa y dueña de los elementos (algo tendréis que idear a mi vuelta para hacerme bajar de la parra a la que me he subido, que no se puede ser tan creída y, si continúo alimentándome el ego de esta forma, mi retorno septiembril al blogmundo será insufrible). En cualquier caso –y como aún seguimos en julio (o agosto, que no sé el día en el que vivo)-, lo cierto es que gracias a mis habilidades climáticas, mucho me debe esta tierra hosca y lluviosa, que ha comenzado, por fin, a hacer su agosto, pero que se hace la remolona a la hora de pagarme tan buenos servicios. Será por la crisis.

Mucho no os puedo contar, amigos, porque mi vida aquí es sencilla aunque, eso sí, veo que el tumulto continúa en el mundo exterior: no hacía dos días que me había marchado y ZPaf convocó elecciones (¿no os dije que os dejaba de guardia?) para el 20N, lo cual comienza a provocarme cierta ansiedad, porque ahora me veré obligada a pensar qué demonios hago con mi voto (Ay, Mariano, Mariano...). Pero os decía que mi vida aquí es sencilla: pasan los días sin que ningún acontecimiento digno de mención ocurra que me dé pie a una entrada interesante. Así que os contaré, aunque os aburráis, que estoy leyendo Favoritos de la Fortuna (qué malo era el tal Sila) y The mill on the floss, libro, este último, que se me ha llenado de arena porque es el que llevo a la playa (¡oh, qué rabia me da!).

Y ¿qué más contar en estas Primeras noticias? Ufff, por más que busco en el cerebro no doy con nada que os pueda interesar. ¡Qué corta de entendederas me veo! (será por la presión, que me tiene alicaída), pero no encuentro ideas (imaginad, pues, lo que cuesta dar con palabras que expresen la Nada).

Mejor voy poniendo el punto final al día de hoy, no vaya a ser que me abandonéis todos, en tumultuosa huida del tedio que proporciono.

Saludables saludos, amigos.

miércoles, 27 de julio de 2011

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Me


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tecnia

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O en román paladín: me piro, papiro.

Y me voy con pena, no creáis... Yo por ahí, de relax y retiro, mientras se queda el país como se queda... ¿Qué será del caso Faisán? ¿Y de los ERES andaluces? ¿Y del expolio del Archivo de Salamanca? ¿Y qué no hará ZPaf en mi ausencia? Puestos a pensar mal..., ni quiero imaginar lo que hará RuGAL. Uuuuffff, cómo se queda la cosa. Os dejo de guardia, amigos.

Supongo que, como en otras ocasiones, encontraré algún lugar desde donde poder conectarme, en cuyo caso, actualizaré el blog con la primera scidada que se me haya pasado por el magín y, por supuesto, daré una vueltecita por vuestras casas.

Hasta nuestro próximo encuentro, pues.

Saludos, besos y abrazos a todos.

lunes, 25 de julio de 2011

Brico-hogar

Brico-hogar

Ya, ya sé que últimamente mis entradas no están siendo nada sesudas, de ésas en las que entráis al trapo y generan diálogos de esos que tanto os gustan, pero ¿qué queréis, amigos? Estamos en verano, los políticos  (y creo que Belén Esteban también) se han ido de vacaciones; Bibi, en la ONU; Camps, al destierro... y casi que no hay nadie con quien meterse, de modo que aquí os traigo otra entradita casera, con sabor a hogar (¿no había un programa que se llamaba así? ¿O era un plato precocinado?). Pues, ea, a ella: 

Como ya dije por alguna parte del blog estos días de atrás, andaba yo liada, entre otras cosas, con asuntillos de brico-hogar de los cuales, anuncié, traería noticias por estas páginas si el resultado no movía a la risa. Pues bien, amigos, como creo que la cosa ha quedado decente y mi dignidad de manitas a salvo, equilicuá: obsérvese el fin de mi duro trabajo y opínese si mereció la pena... o no, que diría MR12.

Éste es un lavabo ochocentista que perteneció a una tía abuela mía y que mi madre me regaló (al recogerlo de casa de sus tías) para que lo restaurara... y le encontrara algún uso:

Lavabo ochocentista sobre suelo de patio con apenas tres años comido por la cal

¿Y qué podía yo hacer con eso? Os prometo que en mi casa hay cuarto de baño, de modo que una utilidad real, real..., lo que se dice real (o borbónica, que diría Caraguevo) era del todo inexistente. Quedaría mono en mi cuarto... si tuviera un lugar donde ponerlo, pero el único donde podría haber cabido, está ocupado por una estantería... (sí, sí..., así voy retrasando el Y ahora, ¿dónde los pongo?). De modo que, tras largo tiempo reflexionando, se me ocurrió un uso... quizá poco convencional para un lavabo decimonónico, pero que podría quedar muy chulo. Eso sí, algunas reparaciones eran necesarias, ergo...

En primer lugar hubo que darle a la lija a base de bien. Menos mal que hay gente lista que se ha inventado el cacharro ese que lija solo, sin necesidad de aplicar fuerza animal alguna, pero que, eso sí, te deja la mano que parece un nido de hormigas.

Lija que te lija...
...y que te relija














Después de recuperar la sensibilidad en mi mano derecha, pude comenzar el segundo paso de la Operación Lavabo, que consistió, naturalmente, en cubrirlo con una pintura que protege del óxido. 


Hala, guapo, ya estás listo. Ahora ni se te ocurra oxidarte

Una vez concluido el segundo paso, había de darse el tercero: pintar el lavabo de blanco (en la foto observaréis pintura azul sobre los cartones que corresponde a la que utilicé para pintar las patas de la mesa que tengo en el estudio mientras el lavabo secaba). No hay que preocuparse, pues: la pintura azul tiene su lógica explicación.

Vamos, que ahora parece un lavabo del siglo XXIII, por lo menos

Y, por fin, acabado el trabajo... (Hala..., en cinco fotos parece que se ha hecho todo. Esto es como en Bricomanía: parece cosa de un minutillo, pero no veáis el curro que ha llevado), pero decía que, una vez acabado el trabajo, llega el momento de mostrar el resultado final. Et voilà:






¿Qué tal?

Ya podéis ir llenándome los comentarios de "Aaaaaahhhhh", "oooohhhhhh", "haaalaaaaa, qué chulo" y cosas por el estilo, que tengo el ego cansado de tanto lijar, pintar y repintar, y exclamaciones diversas, como las propuestas ahí arriba, son las que me convienen. ¡Que no se diga de la blogo-amistad!

domingo, 24 de julio de 2011

sábado, 23 de julio de 2011

65 dB

65 dB

Éste es, al parecer, el número máximo de decibelios que nuestros oídos deberían escuchar para mantener una vida saludable y prolongada. Lo leo en la revista Época, del domingo, 10 de julio de 2011.  "El ruido mata y el silencio cura", dice en su portada, lo cual me ha llamado poderosamente la atención, porque hace ya tiempo que vengo pensando sobre este asunto del ruido y sus posibles consecuencias para la salud.

España es un país muy ruidoso. Allá por donde vas encuentras..., sí, encuentras ruido. Mucho, muchísimo y desagradable ruido. Quizá por ello cada vez la evito más, quiero decir, cada día me gusta más estar en casa y olvidarme del mundanal ruido. Sin embargo, hay algo que no puedo evitar: mi trabajo.

El lugar por donde accedo a él tiene primero una puerta, tras la cual, a la derecha, se encuentra la Secretaría. Generalmente, cuando llego, hay siempre una buena fila de personas haciendo cola para que les atiendan. Como puedo, me cuelo entre ellos, atravieso la cola y continúo hacia adelante. Unos pasos más allá, se encuentran dos puertas gigantescas que se abren mediante una célula fotoeléctrica, o como se llame, cuando detecta tu presencia. Hasta ahí todo está bien. Sin embargo, es cuando alcanzas el punto en el que el sensor te detecta y ordena a las puertas que se abran cuando comienza el horror: 500 gargantas de 500 adolescentes (suerte que Infantil y Primaria están en otro edificio) taladran tus oídos. ¿Podéis imaginarlo? Si sí, entonces imaginad esa tortura 5 días a la semana durante treinta y tantas semanas al año. ¿Qué lector, de los que pasa por aquí, se encuentra sometido a esa turbulenta sonoridad cuando accede a su puesto de trabajo? 

Luego están las clases. Ahí, afortunadamente, suele haber sólo unas 30 gargantas, por encima de las cuales se tiene que hacer oír la mía. Pero eso ya no afecta tanto al oído (que también, porque si bien de esas 30 gargantas algunas nunca emiten un sonido, hay otras que no paran en toda la hora), sino más bien al aparato fonador. Pero ésa es otra historia

Dice la revista Época que el sonido más fuerte que se ha oído sobre la Tierra fue el del impacto del meteorito que acabó con los dinosaurios hace 65 millones de años. No lo pongo en duda, pero estoy segura de que en un sólo año (sumados los días uno a uno) yo acumulo en mis oídos más decibelios que los que pudiera causar el meteorito dinosauriocida.

No quiero imaginar lo que será entrar en el colegio por la puerta de los alumnos, lo que sí me gustaría imaginar es que me suben el sueldo un buen montón de euros por desarrollar una actividad de alta peligrosidad para la salud. ¿A que eso estaría bien?

jueves, 21 de julio de 2011

¡¡¡¡¡Aaaaaaaahhhhhhhh!!!!!

¡¡¡¡¡Aaaaaaaahhhhhhhh!!!!!

Acabo de llegar a casa después de dos días de estancia en casa de mi madre, que está de vacaciones. Sí, elegí justo estos días en que la casa materna está vacía para ir allá y dedicarme con ahinco a recolectar las pertenencias que aún quedan por allí. Dos días sin descanso (salvo para ir al médico, que ya me vale... ¡vaya un descanso!), haciendo montones: para llevar, para tirar, para dar... y el montón de interrogantes. Luego, viajes con el carrito de la compra hasta el garaje (¡gracias, carrito de la compra materno!, contigo he venido haciendo, desde hace tres años, la mudanza). Viaje va, viaje viene, viaje va, viaje viene... y así durante dos días. Luego, también hay que contar con el ejercicio de tetris realizado en el coche para que cupiera todo. Prueba por aquí, prueba por allá, ¿y si coloco esto así y eso otro asá...?

Vale, ya está todo colocado (¡pobre cochecito mío! ¡Gracias, coche, tú también has puesto tu parte en la mudanza durante este último trienio, solo que mucho más cargado que el carrito. Cada viaje tuyo ha supuesto unos... 4 ó 5 carritos de la compra!). Pero, decía: vale, ya está todo colocado en el coche... Ahora, vuelvo a la casa materna para recoger mi bolso, cerrar las ventanas y dar un último vistazo para que todo quede como mami quiere que esté. ¿Último vistazo? ¿Quién me mandaría a mí echar un último vistazo? De vuelta a mi antiguo cuarto, veo que... casi todo sigue igual. ¡¡¡No se nota mi trabajo!!! Pero, Dios mío, ¿por qué? ¡Si el coche va hasta los topes! 

Empiezo a notar una cierta ansiedad en el pecho. Me cuesta respirar... Abro los armarios: sí, ahí sí se nota el trabajo. ¡Qué vacíos han quedado! Estoy por dejar abiertas las puertas de los armarios, así, todo el trabajo que le he contado por teléfono a mi madre que he estado haciendo estos dos días será evidente en cuanto entre en la habitación. Además, contemplando ese vacío, noto que mi ansiedad se va calmando. Vale, venga, cierro los ojos y me voy. Cuatro vueltas a la llave y salgo a la calle.
Ya en el coche, conduzco despacio. Voy muy cargada y, además, con la necesidad de relajarme. Los 35 minutos habituales (cuando no hay atasco) se han convertido hoy en casi 50. Sí, he venido pisando huevos, ¿y qué? Ya estoy en casa. Por supuesto, no pienso bajar el coche al garaje y subir todo eso que va ahí dentro por las escaleras hasta casa. Si hubiera suerte y encontrara un aparcamiento justo en la puerta... ¡Síííííííí, la Fortuna me sonríe! Ahí está ese aparcamiento tan majo esperándome. 

Hala, comienza el trabajito de descarga (y esta vez sin carrito materno). Al menos la distancia es corta. Venga, de nuevo viaje va, viaje viene, viaje va, viaje viene y, así, después de un buen rato de sofocos, ya está el coche descargado, así que a bajarlo al garaje. Subo contentita las escaleras y satisfecha, sobre todo satisfecha por el trabajo bien hecho. Ya estoy en la puerta de casa, ya estoy metiendo la llave en la cerradura, ya la giro, ya empujo la puerta, ya se abre, ya... ¡¡¡¡¡Aaaaaaaaaahhhhhhhhhh!!!!!, como decía al principio. ¡Mi salón! ¿Dónde está mi salón? El ataque de ansiedad vuelve a mi sufriente pecho. Supongo, me digo, que el salón está ahí, por alguna parte, debajo de esas bolsas y detrás de aquellas cajas.

Y, ahora, ¿qué voy a hacer? Me voy de vacaciones el próximo miércoles, vuelvo el 29 de agosto, me incorporo al trabajo el día 1 de septiembre... y ¡¡¡el día 5 mami vendrá a pasar unos días conmigo!!!

Buenas noches, amigos, tengo que irme a la cama ¡ya! De aquí al próximo miércoles tendré que levantarme al alba si quiero que mi salón aparezca y continúe así, aparecido, a mi vuelta.

"Viva la República independiente de tu casa..." ¡Ja!  ¡¡¡Maaaaamiiiiiii, yo quiero vivir contigo otra vez!!!

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Upps, eppsss, ufffff... Ésa soy yo, salvado obstáculos camino de la cama...

martes, 19 de julio de 2011

No me gustan los españoles

No me gustan los españoles

Así titula Carlos Dávila su artículo en La Gaceta (domingo, 17 de julio). Lo inicia con un párrafo en el que informa al lector de que las webs más visitadas estos días son las que hacen referencia a Belén Esteban, Jorge Javier Vázquez (hasta escribir su nombre me produce erisipela) y Ortega Cano. Y viene todo ello a colación, algunos párrafos después, cuando Dávila habla del actual páramo intelectual que asola España:

El páramo intelectual

[...] Hace un par de años, tuve la ocasión de impartir una clase ocasional en un aula de Periodismo universitario. Caí en la siguiente provocación efectuada sobre muchachos, alevines de periodistas, colegas próximos: "Decidme -les dije- referentes actuales de la cultura en el arte, en la literatura, en el teatro, en la filosofía, en el pensamiento...". Se quedaron lívidos, pero una muchacha especialmente atrevida me increpó así: "¿Tú lo sabes?". Me reí, con la torpe suficiencia de quien es pillado a trasmano, y para salvar la situación respondí: "Ha sido una trampa; no los hay".

Nuestro Siglo de Oro

Lo peor es que tenía razón: no los hay. Joaquín Costa se empeñó en acumular ideas para regenerar España; Menéndez Pelayo denunció a todos los heterodoxos del país, pero puso de moda el debate intelectual; a Ortega, rectificando y todo, le dio por denunciar a las masas como elementos subversivos incontrolables; Marañón hizo de la Medicina humanista otra especialidad científica; Dalí convirtió la excentricidad en el gran objeto de la pasión artística universal; Gaudí se inventó una arquitectura más retorcida, pero más brillante todavía, que Churriguera; Jardiel Poncela y Mihura llevaron a las tablas el surrealismo puro; Julián Marías, aburrido y todo, hizo discurrir a, por lo menos, tres generaciones; Pemán construyó desde un populismo castizo un magisterio útil para andar dignamente por casa, en fin... El siglo XX español es mejor que el Siglo de Oro. Para quien lo quiera discutir. El XXI es un páramo de la mediocridad que se ha apoderado de nuestras televisiones, como la marabunta más burda y repelente.

La aguerrida España

¿Y la culpa? ¿De quién es la culpa? Pues basta de sandeces y paños calientes: la culpa es absolutamente nuestra, de los españoles de ahora mismo que, en masa, hemos abandonado cualquier lectura, hemos caído en la trampa tendida por nuestros gobernantes de la inanidad y el aborregamiento (así se puede hacer cualquier cosa con nosotros) y hemos convertido a los personajes del principio en iconos de la España dormida (lo de los indignados es una burda broma de okupas), de la España sometida que no protesta, no vaya a ser que..., y que, en resumidas cuentas, tiene de valiente y aguerrida lo que pudo tenerlo en su momento un prófugo del más ridículo y tópico ejército italiano. Ya está bien de pasar la mano por el lomo a un espécimen, el nuestro, que no se moja ni en la ducha y que me hace exclamar, bien que a mi pesar: ¡cada día me gusta más España y me gustan menos los españoles! Lo siento.

Coincido con todo lo que el señor Dávila postula en su artículo, excepto con un punto concreto de la frase final. Si bien es cierto que no me gustan lo españoles, como a él, difiero, no obstante, de la primera parte de su exclamación: a mí, desgraciadamente, ¡cada día me gusta menos esta cretina España!

domingo, 17 de julio de 2011

Elogio de las madres

Elogio de las madres

Ando un poco perezosa con esto del blogomundo estos últimos días. Supongo que lo habréis percibido (¡y espero que, de hecho, sí que lo hayáis notado!, porque si no lo habéis hecho..., mal asunto. Eso significa que nadie me visita). Sin embargo, no es que ande por ahí, desparramándome en el primer sofá que encuentre o aprovechando hasta la última micra de segundo en la cama. ¡No, qué va! Activa ando un rato. He pasado la revisión de los 60.000 km del coche (4 horas de mi vida sentada en una terraza esperando, ufff, qué sopor), he pasado varias revisiones personales (y aún queda alguna pendiente), me he dedicado con frenesí al brico-hogar (del cual tendréis alguna información en estas páginas -siempre y cuando los resultados sean potables y no muevan a la risa- Dignidad, amigos, ante todo hay que cuidar de la dignidad propia), he leído, he comprado unos cuantos libros (¡oh, Dios mío, sálvame de esta manía mía o empezaré a tener problemas serios de espacio) y, por supuesto, he visitado vuestras casas y os he leído, aunque no haya comentado mucho (prometo firmemente hacer propósito de enmienda y ponerme a ello en cuanto me llegue el aliento).

Ahora bien, os estaréis preguntando: ¿y todo este rollazo que nos ha endosado, qué demonios tiene que ver con las madres y en qué esotérico sentido se las elogia? Pues viene el cuento a que encontré el otro día en casa de Caraguevo una fotico con la que estuve un buen rato partiéndome la caja y que (espero que con su permiso) voy a traeros hasta aquí, de manera que entenderéis enseguida el porqué del título de la entrada:


domingo, 10 de julio de 2011

Observación astronómica

Observación astronómica

Ayer por la noche estuve en una observación astronómica para aficionados dirigida por la Asociación Astronómica de Cuenca y celebrada en el Parque Arqueológico de Carranque (Toledo). Allí, además de las maravillas celestes que pudimos contemplar, aproveché para visitar varias de las edificaciones romanas del parque, de las que tomé algunas fotos. Éstas, en concreto, son de la Casa de Materno:


Casa de Materno


Casa de Materno

Lo disfruté, claro, aunque debo confesar que mi visita fue demasiado rápida para poder leer todos los carteles explicativos y observar detenidamente los mosaicos y distribución de las distintas salas. Lo cierto es que me moría de ganas por salir y volver junto a los telescopios y la pantalla donde fueron proyectándose diapositivas explicadas una a una en lo que se convirtió en una larguísima e interesantísima conferencia. Éstos son los objetos que pudimos contemplar: 














Además, me obsequiaron con algunas fotos increíbles. No las he escaneado todas, pero sí unas cuantas que os muestro a continuación:


 












Éstas muestran las increíbles protuberancias solares. Alucinante la comparación no ya del Sol con la Tierra, sino de las propias protuberancias con nuestro planeta:

Protuberancias solares


Protuberancias solares


Protuberancias solares

Obviamente, no vimos el Sol ni estas protuberancias porque la observación fue nocturna, pero sí nos hablaron de las posibles consecuencias de una terrible tormenta solar, sobre las cuales yo ya había leído hace tiempo, lectura que, por cierto, en su momento me sugirió una idea para una de mis historietas de ciencia ficción que ya, por desgracia, he olvidado.

También me regalaron esta otra foto, que muestra la Vía Láctea vista desde el Sur:

Vía Láctea
No se puede negar que la foto es una preciosidad, sin embargo, jamás he visto la Vía Láctea tan, tan, tan bonita y esplendorosa como se muestra, al natural, en el cielo estrellado de Extremadura.

Pues ésta fue, amigos, la manera en que decidí comenzar mis vacaciones. Lo pasé en grande, disfruté muchísimo y sólo tengo un pero: los niños. Hubo muchos padres que decidieron llevar a sus hijos para que también ellos disfrutaran, el problema es que la observación astronómica no estaba diseñada para infantes, sino para adultos, con lo cual los niños se aburrieron bastante y dieron la lata de un modo insufrible. Perdí muchos datos de la conferencia porque a mi alrededor sólo se oían cosas del tipo: Mamá, tengo sed. Mamá, me hago pis. Mamá, me aburro. Buuuuaaaaaaa. Quiero irme, etc. Y eso no es lo peor. Lo peor, peor fue el grupo de niños que se pusieron a correr, saltar y berrear junto al lugar donde se daba la conferencia (incluso pasaban por donde estaba todo el nudo de cables que conectaba uno de los telescopios con el proyector y los arrancaron un par de veces). A pesar de las advertencias del conferenciante, los padres no parecieron darse por aludidos y no vi a más de uno o dos que llamara la atención a su hijo. El resto, qué a gusto estaba a su santa bola. Ay, cómo me acordé de ti..., Herodes...


lunes, 4 de julio de 2011

Vidas elevadas

Vidas elevadas,   Miguel Baquero

En esta tumultuosa época entre milenios, tres poetas, cada uno de en su estilo, brujulean por el mundo literario en busca de su lugar al sol. Uno de ellos ya se ha convertido en famoso, el otro aspira a serlo, el tercero, simplemente, se conforma con vivir pobre, pero subvencionado. La repentina irrupción de una mujer en medio de este trío hará que se tambaleen sus creencias y, en algunos casos, queden al descubierto sus imposturas. Un espeluznante y nunca visto accidente de ascensor será la espoleta que haga estallar toda esta pólvora prensada. Escrita en clave de humor, Vidas elevadas puede marcar un antes y un después en la vida del lector.

Igual después de este libro, lo advertimos ya, no quiera leer ningún otro. Es posible que maldiga incluso el día en que le alfabetizaron. En todo caso, el lector con agallas encontrará, si busca de buena fe, un relato divertido donde la anécdota se convierte en categoría y sus tres tristes protagonistas poetas constituyen el reflejo de un tiempo de engaño, simulacro y pose que se viene abajo con la llegada de lo que realmente importa: una mujer realmente guapa, una conversación realmente interesante, unos versos realmente bien dichos...

Hasta aquí el breve comentario que sobre el propio libro aparece en la contraportada, con el cual probablemente el lector pueda hacerse una idea. Sin embargo, para saber realmente qué es Vidas elevadas se hace imprescindible leer la novela y hurgar entre los renglones con los que Miguel Baquero va construyendo una historia que basa en absurdos pilares los cuales, no obstante, la vuelven tan... real como la vida misma. Estupendo retrato de unos seres, aspirantes a poetas, a los que esas Vidas elevadas acaban por atar a la tierra y transformar por amor, en el caso de uno, el egregio plectro de su lírica en una vulgar aspiración a charcutero, o lograr, en el caso del otro, que el conspicuo vate se dé de narices con el amor, el amor verdadero, el auténtico, aquél por el que suspira el alma humana precisamente mientras vacía la vejiga ... en una calurosa noche de verano. Luego, está el tercero..., pero ése es harina de otro costal...

Un derrochador de imaginación, pródigo en idear escenas surrealistas, un tipo genial a la hora de narrar y un despilfarrador de buen humor, agudeza e ingenio, todo ello cargado de ironía hasta decir basta entre los hipidos que provocan las carcajadas a que el lector no puedo resistirse. Ése es Miguel Baquero. De quien, por si alguien desea saber más, se puede encontrar una breve biografía en la solapa del libro:

Miguel Baquero -Madrid, 1966- Profesor emérito durante varios años en la Universidad de Cambridge, que disputaba sus servicios a la de Oxford, una herida por asta de toro, en circunstancias nunca bien aclaradas, truncó su carrera académica. A raíz de este percance, abandonó la docencia e intentó hacer carrera en el mundo de la investigación, en concreto en la investigación tecnológica. Inventor del Facebook, cuando fue a patentarlo se encontró con que unos jóvenes norteamericanos ya lo habían hecho apenas un cuarto de hora antes. Fue innovador, pero no lo suficiente. Dolido por este revés, se entregó al consumo de sustancias prohibidas -clembuterol, nandrolona, eritropoyetina (EPO)...- lo que, además de hacerle batir varias plusmarcas mundiales, le dio a su cuerpo esa musculación y ese perfil griego de lanzador de disco que puede apreciarse en todas sus fotografías. Cuesta abajo en el camino de la perdición, acabó por recalar en el mundo literario, con una primera novela de tal calidad que, al poco de salir a la venta, hubo de huir a Myanmar, donde no existe tratado de extradición con España. Hoy, una vez prescrito su delito, vuelve a editar en nuestro país. Vidas elevadas es su última novela (última en cuanto más reciente, no en cuanto a definitiva y tras la que ya no habrá más publicaciones, como numerosas veces le han aconsejado las autoridades sanitarias).

Sí, este es el Miguel Baquero de Vidas elevadas. Si alguien quiere saber quién es el otro Miguel Baquero, tendrá que comprar el libro, ponerlo boca abajo y leer lo que sigue...

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Puedes hacerte con un ejemplar en el propio blog del autor, El mundo es oblongo.

sábado, 2 de julio de 2011

Mi encantador sobrino y un buscador

Mi encantador sobrino y un buscador

Mi encantador sobrino, aquél cuya fiesta en el santoral se celebró el pasado 29 de junio, pero que no comparte nombre con el que fuera primer Papa de la historia, es un tipo excelente: alto, muy alto; rubio, muy rubio; inteligente, muy, muy inteligente, gran estudiante y excelente lector. Es muy blanco de piel, piernas y manos muy largas, pies que él dice feos, y ojos de un color azul transparente. Es educado, culto, cortés... y ¿cómo seguir, si son cientos los adornos con que la vida le regaló? Pues bien, mi sobrino me reprochó esta tarde que no hubiera en este blog un buscador en el que poder teclear, precisamente, la palabra sobrino, de modo y manera que pudiera conocer, sin que nada se ocultara a sus ojos, todo lo que de él pueda haber sido escrito en estas páginas. 

Yo, como tía complaciente que soy, le doy gusto y, así, cuando dentro de 3, 6 u 8 meses vuelva a pasar por aquí -adonde acude, según dice, cuando, harto ya de buscar por la Red algo que le entretenga sin hallarlo, se rinde a la última de las opciones y entra a visitarme-, encontrará el anhelado buscador y podrá teclear la  palabra sobrino, que le llevará hasta esta entrada donde comprobará que tan sólo tardé unas horas en dar respuesta a su petición.  

Ya tienes tu buscador, sobrino, para que te busques y te halles cuando desees.

Belén 2013

Belén 2011