Curiosidades caligráficas I
Mirado a través del microscopio, un segmento de escritura en cursiva -la que la mayoría de nosotros aprendemos en el colegio- se parece a las espirales de pintura de los cuadros de Jackson Pollock o a las pinceladas de la caligrafía china. Cada letra está conectada a las siguiente en una línea continua y rítmica que se enrosca y serpentea a lo largo del papel como si fuese un río. La escritura y el habla son lo que nos hace humanos. Cada vez que dejamos fluir un río de símbolos a lo largo de la página estamos realizando un milagro de la imaginación, la razón y la coordinación.
Escribir requiere la coordinación de unos cincuenta músculos de la mano, la parte superior del brazo y el antebrazo. Estas sinergias musculares son extremadamente complicadas pero con el tiempo acaban volviéndose automáticas. Escribir es lo que se conoce como una actividad sobreaprendida. La imagen de nuestra letra queda almacenada en el cerebro, como un programa de software en el disco duro. Cuando escribimos, esa imagen es emitida hasta nuestra mano. En el camino, miles de instrucciones complejas pasan del cerebro a los nervios y los músculos del brazo y la mano.
Nuestra letra es un marcador de nuestra individualidad. Dos personas pueden haber aprendido a escribir utilizando los mismos métodos y, sin embargo, nunca escribirán igual, aunque sean gemelos. En un estudio promovido por el Laboratorio Postal de Estados Unidos -la misma organización que llevó a cabo la búsqueda de los responsables de las cartas de ántrax que aterrorizaron a América en 2001-, seis peritos calígrafos compararon la escritura de quinientos pares de gemelos y mellizos a lo largo de varios años. Los resultados que obtuvieron los sorprendieron. Pese a la cantidad de similitudes físicas y psicológicas que había entre ellos, las letras de los gemelos mostraban la misma variación que se produce entre dos personas sin relación alguna.
Los grafólogos dicen que pueden conocer el carácter y la psicología de la gente a partir de su letra. La escritura frenética y violencia de Hitler sugiere la ferocidad e inhumanidad que mostraría como líder político. La verticalidad de la caligrafía de Lincoln nos acerca al hombre honesto e incorruptible que era. Podemos perder miembros del cuerpo o sufrir discapacidades, pero la imagen de nuestra letra que tenemos grabada en el cerebro no se nos borrará nunca.
Son muchos los factores que le dan forma: nuestro lugar de nacimiento, nuestro coeficiente de inteligencia y nuestra edad; el sistema de escritura que nos fue enseñado; el instrumento con el que aprendimos a escribir; incluso el tamaño de nuestras muñecas y nuestros dedos. Basta con observar una clase de primaria de un colegio cualquiera: no hay dos niños que se sienten igual o que cojan el lápiz de la misma manera. [...]. La forma en la que suben y bajan los trazos del lápiz, la presión que ponemos en el papel; el espacio que dejamos entre las letras y las palabras; el tamaño y la regularidad; el punto que ponemos en la i y el travesaño de la t... todos y cada uno de nosotros hacemos casi todas estas cosas de forma distinta. A nuestra letra puede afectarle el hecho de que estemos de pie o sentados, que hayamos consumido alcohol o cafeína, que tengamos estrés o que estemos enfermos; incluso que acabemos de hacer el amor. Una de las pocas cosas que no le afecta es el sexo. Del que escribe. Los hombres y las mujeres raramente muestran diferencias discernibles en la letra.
Seguirá...
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Notas tomadas del libro La poeta y el asesino, de Simon Worrall.
1 comentario:
En mi caso, muy curioso (II) ;-)... Es lo que tiene leer en orden inverso a la publicación, je, je.
Saludos.
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