De cómo Adán (probablemente) fue quien comió del árbol prohibido
Me ocupa el tiempo estos días la lectura de una estupenda novela de Claude Cueni, El druida del César, que está trayendo a mi mente, además de sumo placer, alguna que otra reflexión.
En ella se cuenta cómo César, agobiado por las deudas que ha dejado en Roma, busca en la Galia un pretexto con el que ir a la guerra, única solución que, entre otros, incluido el propio César, encuentra el tribuno senatorial Labieno: Creo que sólo una guerra puede salvarnos. Ahora bien, para hacer la guerra hay que tener un motivo y César lo encuentra sin dificultad: los celtas helvecios, huyendo de las tribus germanas que los amenazan, deciden trasladarse a la tierra de los santonos, en la costa atlántica, pero para ello han de cruzar la provincia romana de la Galia Narbonense de la cual es gobernador César, que encuentra en esta necesidad la situación ideal para provocar esa guerra tan anhelada.
Como habrá imaginado el lector, César deniega el permiso a los helvecios y estos, queriendo evitar un enfrentamiento con los romanos, deciden dar un largo y tortuoso rodeo. Sin embargo, César no está dispuesto a dejar escapar su excusa fácilmente:
-Estoy sorprendido -dijo Cayo Oppio- [...]. Desde la guerra de los cimbros tenemos el miedo metido en el cuerpo. ¿Y qué pasa ahora? ¡Que vienen los helvecios! ¿Y qué hacen? No atacan ni una sola vez nuestras líneas fortificadas. ¿Cómo vamos a explicar al Senado de forma plausible el reclutamiento de dos nuevas legiones sin su consentimiento?
-Los helvecios se guardarán de atacar una provincia romana. Van al Atlántico y no a la guerra -contesté de la forma más neutral y objetiva posible.
-Corisio, éste no es un despacho de información de utilidad pública. Tenemos el deber, el ánimo y la posibilidad de influir y manipular con acierto en Roma. Recopilamos noticias y novedades, y comprobamos su utilidad. Para nosotros una noticia perjudicial no es una noticia. Debemos fundamentar por qué y para qué necesita César seis legiones. En caso necesario, hay que inventar las noticias convenientes.
[...]
-[...] Nos atenemos a la realidad, siempre que no perjudique a César. Pero César ha reclutado esas dos legiones sin el consentimiento del Senado y ha vuelto a actuar así en contra del derecho romano. ¡Imagínate cómo caerán sobre él en Roma si entra en la Galia con treinta y seis mil legionarios y no se ve ninguna amenaza por ninguna parte! [...] Transformamos la política en palabras -continuó Cayo Oppio- [...]. Hacemos política con las noticias. Para eso nos paga César.
Y después de leer este esclarecedor diálogo, encuentro en La Razón esta mañana un artículo firmado por José María Marco, del cual extraigo esta cita: Cambia las palabras, decía Confucio, y habrás cambiado la realidad. Y es que, al parecer, una asociación dedicada a falsificar la historia con el patrocinio del gobierno está presionando para que el diccionario de la RAE califique de "fascista" el franquismo, cosa que no fue. La RAE ya se había anticipado [...] y su diccionario explica que el franquismo tuvo "tendencias totalitarias" [...]. A partir de ahí, La Razón ha puesto en claro que en la entrada sobre "comunismo" no aparece mención alguna al "totalitarismo", como si el comunismo fuera una ideología respetable, mucho más, por supuesto, que ese régimen execrable que fue el franquismo.
La cuestión es que, bien antes de que sucedan los hechos -como en el caso de César que hoy se narra aquí-, bien después -como se contaba ayer con Ramses II u hoy en La Razón con ese lobby progresista-, la manipulación de la historia es constante, al parecer, desde que el hombre es hombre. De ahí que, con tanta intervención artera, una pueda llegar a plantearse, por ejemplo, si no sería el propio Adán quien comió del árbol prohibido.
Me ocupa el tiempo estos días la lectura de una estupenda novela de Claude Cueni, El druida del César, que está trayendo a mi mente, además de sumo placer, alguna que otra reflexión.
En ella se cuenta cómo César, agobiado por las deudas que ha dejado en Roma, busca en la Galia un pretexto con el que ir a la guerra, única solución que, entre otros, incluido el propio César, encuentra el tribuno senatorial Labieno: Creo que sólo una guerra puede salvarnos. Ahora bien, para hacer la guerra hay que tener un motivo y César lo encuentra sin dificultad: los celtas helvecios, huyendo de las tribus germanas que los amenazan, deciden trasladarse a la tierra de los santonos, en la costa atlántica, pero para ello han de cruzar la provincia romana de la Galia Narbonense de la cual es gobernador César, que encuentra en esta necesidad la situación ideal para provocar esa guerra tan anhelada.
Como habrá imaginado el lector, César deniega el permiso a los helvecios y estos, queriendo evitar un enfrentamiento con los romanos, deciden dar un largo y tortuoso rodeo. Sin embargo, César no está dispuesto a dejar escapar su excusa fácilmente:
-Estoy sorprendido -dijo Cayo Oppio- [...]. Desde la guerra de los cimbros tenemos el miedo metido en el cuerpo. ¿Y qué pasa ahora? ¡Que vienen los helvecios! ¿Y qué hacen? No atacan ni una sola vez nuestras líneas fortificadas. ¿Cómo vamos a explicar al Senado de forma plausible el reclutamiento de dos nuevas legiones sin su consentimiento?
-Los helvecios se guardarán de atacar una provincia romana. Van al Atlántico y no a la guerra -contesté de la forma más neutral y objetiva posible.
-Corisio, éste no es un despacho de información de utilidad pública. Tenemos el deber, el ánimo y la posibilidad de influir y manipular con acierto en Roma. Recopilamos noticias y novedades, y comprobamos su utilidad. Para nosotros una noticia perjudicial no es una noticia. Debemos fundamentar por qué y para qué necesita César seis legiones. En caso necesario, hay que inventar las noticias convenientes.
[...]
-[...] Nos atenemos a la realidad, siempre que no perjudique a César. Pero César ha reclutado esas dos legiones sin el consentimiento del Senado y ha vuelto a actuar así en contra del derecho romano. ¡Imagínate cómo caerán sobre él en Roma si entra en la Galia con treinta y seis mil legionarios y no se ve ninguna amenaza por ninguna parte! [...] Transformamos la política en palabras -continuó Cayo Oppio- [...]. Hacemos política con las noticias. Para eso nos paga César.
Y después de leer este esclarecedor diálogo, encuentro en La Razón esta mañana un artículo firmado por José María Marco, del cual extraigo esta cita: Cambia las palabras, decía Confucio, y habrás cambiado la realidad. Y es que, al parecer, una asociación dedicada a falsificar la historia con el patrocinio del gobierno está presionando para que el diccionario de la RAE califique de "fascista" el franquismo, cosa que no fue. La RAE ya se había anticipado [...] y su diccionario explica que el franquismo tuvo "tendencias totalitarias" [...]. A partir de ahí, La Razón ha puesto en claro que en la entrada sobre "comunismo" no aparece mención alguna al "totalitarismo", como si el comunismo fuera una ideología respetable, mucho más, por supuesto, que ese régimen execrable que fue el franquismo.
La cuestión es que, bien antes de que sucedan los hechos -como en el caso de César que hoy se narra aquí-, bien después -como se contaba ayer con Ramses II u hoy en La Razón con ese lobby progresista-, la manipulación de la historia es constante, al parecer, desde que el hombre es hombre. De ahí que, con tanta intervención artera, una pueda llegar a plantearse, por ejemplo, si no sería el propio Adán quien comió del árbol prohibido.
4 comentarios:
Ya lo dijo aquél, que todos los extremos son malos malísimos y que la prudencia está en el término medio.
Vamos a ver si lo conseguimos.... (yo, sinceramente, lo dudo muy mucho).
Resulta ofensivo comprobar cómo la gente se deja manipular con maniobras tan burdas. Al final, va a resultar que Stalin era liberal, progresista y estaba firmemente comprometido con los derechos humanos.
Esto fue una de las primeras cosas que dijo el Gran Timonel Z en una de sus vibrantes alocuciones; "Las palabras están al servicio de la política".
Así, sin cortarse un pelo, y además, que lo está llevando a rajatabla.
Un saludo.
Sue: Yo también lo dudo. Me parece que los ánimos están demasiado caldeados... y que mucha gente cierra los ojos a lo que no quiere ver. Se deja engañar, vamos.
Guido: Pues no andas muy descaminado. El otro día, en un blog leí el comentario de un adolescente en el que defendía la figura de Stalin que, por lo visto, había sido injustamente atacado por la propaganda derechista. En fin...
Bate: Pues mira, no me acordaba de esas palabras de Rodríguez, pero le vienen al pelo al articulito. Si es que... son tan predecibles en sus usos y costumbres...
Saludos a todos.
S. Cid
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