Al mal tiempo..., buenísima cara :-)
Después de que haya estado jarreando toda la noche, esta mañana estaba todo encharcado y era imposible hacer otra cosa que pasear, de modo que, dando una vueltecita por ahí, he descubierto una cafetería con zona wifi que aprovecho ahora, que luce el sol y está todo el mundo en la playa, para escribir unas líneas y poner un poco al día este Finis Terrae que ya se creía él (será tonto) de vacaciones.
Y es que el norte es otro mundo… Ese calor africano que me tenía muerta hace unos días ha pasado a lo más profundo de la memoria y ahora alterno la manga corta con el jersey como si tal cosa, duermo con mantita y a veces, por la noche, después de dar mi paseo de no-sé-cuantísimos-kilómetros por la playa, hasta echo de menos las zapatillas de felpa…
Se está de muerte aquí, y eso que el pasado lunes, cuando a las 6 menos cuarto de la mañana sonó el despertador, maldije con toda mi alma las vacaciones. Estaba en lo mejor de mis sueños… y hete ahí que vino el despertador a interrumpirlos. Y es que queríamos salir pronto para evitarnos el calor. Pensábamos estar a las 9 y media en Burgos, a desayunar. Luego, todo sería más llevadero, porque a partir de ahí las temperaturas se moderan notablemente. De modo que, merced al madrugón que nos dimos, amanecía cuando Madrid empezaba a quedar a nuestra espalda, y a las 9:30, cumpliendo con el horario previsto, paramos cerca de Burgos para echar gasolina y desayunar, pero…, ¡ay!, qué sensación más inesperada para el cuerpo: de llevar una temperatura agradable en el coche pasé, en cuanto abrí la puerta y salí, a sentir un gélido vendaval sobre mi pobre organismo que, pobre, hacía muchos meses que había olvidado esas temperaturas. Menos mal que una es organizada y lleva la maleta bien cuadriculada: tanteando con la mano, saqué los pantalones de pernera larga y le di el cambiazo a los de exploradora aguerrida que llevaba; troqué las sandalias por el calzado cerrado… y hasta calcetines me puse.
Luego, seguimos camino en nuestro viaje-excursión, que así es como suelo viajar yo: no todo de una tirada y a toda marcha, como si nos llevara el demonio, sino parando aquí y allá, visitando esto y lo otro. No voy a extenderme mucho, amigos, tan sólo voy a detenerme un momento para exclamar, con toda rotundidad: ¡pero qué feos son los pueblos españoles! No hay uno bonito ni para convertirse en la excepción que confirme la regla.
Nuestro destino era Cantabria, pero en esta ocasión habíamos elegido una nueva ruta, sobre todo porque queríamos visitar el nacimiento del río Ebro, así que andandito (más bien rodando) por la meseta castellana, alcanzamos tierras cántabras y nos fuimos hasta Reinosa. Pero eso, amigos, lo dejo para otro día, que como saludo hoy ya llevo un buen rato, ¿no?
Después de que haya estado jarreando toda la noche, esta mañana estaba todo encharcado y era imposible hacer otra cosa que pasear, de modo que, dando una vueltecita por ahí, he descubierto una cafetería con zona wifi que aprovecho ahora, que luce el sol y está todo el mundo en la playa, para escribir unas líneas y poner un poco al día este Finis Terrae que ya se creía él (será tonto) de vacaciones.
Y es que el norte es otro mundo… Ese calor africano que me tenía muerta hace unos días ha pasado a lo más profundo de la memoria y ahora alterno la manga corta con el jersey como si tal cosa, duermo con mantita y a veces, por la noche, después de dar mi paseo de no-sé-cuantísimos-kilómetros por la playa, hasta echo de menos las zapatillas de felpa…
Se está de muerte aquí, y eso que el pasado lunes, cuando a las 6 menos cuarto de la mañana sonó el despertador, maldije con toda mi alma las vacaciones. Estaba en lo mejor de mis sueños… y hete ahí que vino el despertador a interrumpirlos. Y es que queríamos salir pronto para evitarnos el calor. Pensábamos estar a las 9 y media en Burgos, a desayunar. Luego, todo sería más llevadero, porque a partir de ahí las temperaturas se moderan notablemente. De modo que, merced al madrugón que nos dimos, amanecía cuando Madrid empezaba a quedar a nuestra espalda, y a las 9:30, cumpliendo con el horario previsto, paramos cerca de Burgos para echar gasolina y desayunar, pero…, ¡ay!, qué sensación más inesperada para el cuerpo: de llevar una temperatura agradable en el coche pasé, en cuanto abrí la puerta y salí, a sentir un gélido vendaval sobre mi pobre organismo que, pobre, hacía muchos meses que había olvidado esas temperaturas. Menos mal que una es organizada y lleva la maleta bien cuadriculada: tanteando con la mano, saqué los pantalones de pernera larga y le di el cambiazo a los de exploradora aguerrida que llevaba; troqué las sandalias por el calzado cerrado… y hasta calcetines me puse.
Luego, seguimos camino en nuestro viaje-excursión, que así es como suelo viajar yo: no todo de una tirada y a toda marcha, como si nos llevara el demonio, sino parando aquí y allá, visitando esto y lo otro. No voy a extenderme mucho, amigos, tan sólo voy a detenerme un momento para exclamar, con toda rotundidad: ¡pero qué feos son los pueblos españoles! No hay uno bonito ni para convertirse en la excepción que confirme la regla.
Nuestro destino era Cantabria, pero en esta ocasión habíamos elegido una nueva ruta, sobre todo porque queríamos visitar el nacimiento del río Ebro, así que andandito (más bien rodando) por la meseta castellana, alcanzamos tierras cántabras y nos fuimos hasta Reinosa. Pero eso, amigos, lo dejo para otro día, que como saludo hoy ya llevo un buen rato, ¿no?
7 comentarios:
¡Ay! Qué envidia me das... Bueno, que sepas que en los madriles, al menos donde vivo yo (lejos de la capi, jeje), las temperaturas nos han dado una tregua... Pásalo bien, Cid, y ya nos irás contando tus aventuras. Sobre todo, disfruta.
Es una pena que quites el título original de este interesante artículo (me lo ha chivado mi Blogroll o como se escriba, que lo sepas, guapa)
: "Nace español, muere extranjero".
Supongo que estando de vacaciones resulta algo violento recordar la tesitura política por la que navegamos.
Yo tampoco quiero ser un aguafiesta, nunca mejor traido, lo de fiesta y lo de agua.
(sigo después...)
Pd:¿Cómo sigue mi Sue?
Pues yo nací extranjera, de piel, corazón y huesos, porque ya desde chiquita algo me hacía sentir yo no tengo país. Qué cosas. Soy más bien galáctica, pero nada que ver con el puñetero fútbol, eh. Qué asquito.
Cid, Cantabria, ¿qué maravilla! Conocí aquellas tierras el año pasado (todavía, pero bueno, más vale tarde que nunca) y guardo un buen recuerdo de algunos pueblicos de la zona y del fresquito.
Aunque tengo que reconocer que donde dejé un trozo de corazón fue en Urdax, Navarra, porque esos mil tonos de verde no los he vuelto a ver en ningún lugar.
En cualquier caso, Cantabria es fantástica como lo es todo el Norte y todo el sur de España, sobre todo para vacacionar (para el resto de actividades tengo mis dudas).
En fin, qué envidia chica. Yo ya he estado mirando sombrillitas porque aquí sigue el calor, aunque han bajado mínimamente las temperaturas...vamos, na.
PD: Pues aquí sigo, Bate, escuchando a Jorge Drexler no más.
Cid, que no había leído bien lo de que los pueblos españoles son feos! qué pueblos? yo te puedo decir unos cuantos, más de treinta, increíbles. ¿Por qué ruta fuiste?
¿Conoces Riaño y Lois, en León? ¿Qué tal el Valle del Silencio? Eso por no mencionar los del Norte, claro...
Desde el calor de Madrid que has dejado al otro lado del retrovisor, que tengas unas felices vacaciones
Lady Boheme: Pues espero que las temperaturas os sigan respetando, porque cuando yo dejé Madrid... aquello era un horno ;-)
Bate: No quité el título original de la entrada, lo que hice fue publicar una entrada que todavía no debía de aparecer... (me pasa a menudo). Pero hoy sí viene :-) Y, sí, estoy totalmente desconectada de la situación nacional. Ya me amarga bastante durante el resto del año ;-)
Sue: Sí, yo también conozco unos cuantos pueblos españoles que son muy bonitos. Pero sólo "unos cuantos", el resto... es feo como un demonio.
Saludos, amigos.
Miguel: Gracias, Miguel. Ya habrá tiempo de volver a la rutina y quemarse ;-) jejeje
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