jueves, 29 de octubre de 2009

Defección

Defección


¿Tú también, Bruto, hijo mío?

Si bien los rumores que corrían por Roma aseguraban que era hijo suyo, en realidad a César y a Bruto no los unía una relación parento-filial, pues éste era hijo de Servilia, una de las amantes de aquél, pero no hijo de César. No obstante, y a pesar de que tal relación no existiera, lo cierto es que César lo amaba como a un hijo y como tal lo consideraba. De ahí la famosa frase que titula este apartado y que al parecer (desconozco si verdaderamente fue pronunciada o es simple fruto de la leyenda) pronunció mientras las puñaladas le caían encima hasta matarlo en aquellos idus de marzo.



Setecientos años costó… la flor de Florinda.

De creer en las leyendas, una de las más rabiosamente indignantes es la relacionada con la traición que cometió el conde don Julián en venganza (padre no hay más que uno) por la ofensa cometida por don Rodrigo contra su hija Florinda. Aprendimos de niños que trajo este conde hasta la Península a Musa ibn Nusair, con cuya ayuda pensaba vengar en Rodrigo la afrenta cometida contra su hija y de paso, supongo, cargarse a Rodrigo y devolver el poder al partido vitizano. No contó, sin embargo, con la intención que tenía el musulmán de quedarse por estos lares… Setecientos años costó la deshonra de Florinda… o la ambición a la que mueve el poder.



Ni quito ni pongo rey, pero ayudo a mi señor

El 23 de marzo de 1369, los hermanastros Pedro I, el Cruel, y Enrique de Trastamara llegaron por fin a las manos… propias, esto es, se enfrentaron cuerpo a cuerpo. Después de unos quítame allá esos golpes, cuando el momento culminante se acercaba y todo parecía ponérsele de cara al rey castellano, Bertrand Duguesclin, llegado desde Francia para socorrer a Enrique, agarró por los pies a don Pedro y pronunció la famosa frase que titula este apartado. Enrique se revolvió y don Pedro la palmó. Siendo así que por este hecho, entró la casa de los Trastamara en la corona de Castilla.


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Entra dentro de las leyes del azar (si es que hay leyes que rijan la mudable fatalidad) que un país tenga el infortunio de verse gobernado por un Zapatero cualquiera. Sí…, es comprensible que tan aciaga eventualidad ocurra. Lo que ya no es fácilmente asumible es que un mismo país sufra la trágica desventura de soportar, además, a un Rajoy.

Este gallego displicente que participa de las gallardonadas intrigantes, a cuya sombra se esconde la felonía de un ambicioso sin medida, no debe seguir al frente del único partido que puede ser alternativa y solución a los desmanes zapateriles.

¡Pobre España que pende de la codicia desmedida de un ser pérfido, desleal y cobarde cuyo único propósito, motor de todos sus empeños, es hacerse con la Presidencia de esta desgraciada nación nuestra!

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Y otros momentos estelares de la Historia:




Bellido Dolfos



El beso de Judas



Tal para cual


martes, 27 de octubre de 2009

El eclipse solar más largo del siglo XXI

El eclipse solar total más largo del siglo XXI


Así titula el periódico El Mundo la noticia del eclipse solar que tuvo lugar el 22 de julio de este año. Pudo observarse en gran parte de Asia y su punto álgido duró 6 minutos y 39 segundos, algo que no volverá a ocurrir hasta el 13 de junio del año 2132... Así es el universo predecible de Newton.


Los eclipses han causado asombro y temor al ser humano a lo largo de la historia hasta que la ciencia, al explicarlos, les robó su aureola esotérica. Ahora ya no despiertan la atención científica de casi nadie y han quedado como meros acontecimientos que excitan la simple curiosidad de los profanos. Sin embargo, gracias a uno de ellos, el que tuvo lugar en 1919, se pudo probar la Teoría de la Gravedad que proponía Einstein, según la cual tampoco la luz escapa a la acción de la gravedad y por ello se curva cuando se aproxima a una gran masa, como la de una estrella.


Para estudiar el eclipse que pudimos disfrutar este verano, España envió a un grupo de científicos que pretendía localizar vulcanoides, palabra con la que se conocen supuestos (por nunca demostrados) asteroides que se encuentran en las proximidades de nuestro sol.


Aunque entender el universo, sus leyes y, por tanto, a nosotros mismos es sumamente placentero para la mente humana, con el avance científico se pierde, a cambio, el deleite de saborear lo insondable como una fruta prohibida donde, quizá, quién sabe…, pueden esconderse misterios que han de transportarnos a mundos fabulosos. Es, pues, triste, en cierto modo, que los descubrimientos que explican los secretos ocultos de la Naturaleza destruyan al mismo tiempo el encanto de sentir que el misterio nos rodea. Ahora que no hay incógnita alguna por resolver en los eclipses, ya nadie siente temor ante ellos, y así... me pregunto, entonces, cómo habría hecho Tintin para, revolviendo las leyes que rigen el Universo, salir de este atolladero:



Y..., después…, volverlo todo a su ser:



Nota: foto 1 tomada de El Mundo, Miércoles, 22-Julio-2009

Nota: foto 2 tomada de El Mundo, Jueves, 23-Julio-2009

sábado, 24 de octubre de 2009

Teletienda

Teletienda

La respiración apática se interrumpió y di un respingo. De repente toda esa flojera vital que me tenía amarrada al sofá desapareció producto de una honda meditación que había llegado a mí a saber desde qué recóndito rincón de mi interior más profundo y desconocido. Quité el volumen a la tele y expresé mis pensamientos en voz alta:
–¿Pero qué coño –me pregunté con ese taco ordinario– has hecho con tu vida para estar un viernes por la noche en pleno abandono soporífero deglutiendo los plomizos anuncios de la Teletienda?
Como me había incorporado tan repentinamente y con vehemencia tan agreste, el esternón se me había clavado en el estómago. Miré hacia abajo y pellizqué ese amigo desatento que se presenta cuando menos se le espera.
–Tengo que empezar a tomarme esto en serio… –me dije agarrada al michelín mientras echaba un vistazo con mirada culpable al cuenco de patatas fritas que reposaba sobre la mesa. Entorné los ojos para fijar la mirada y creí descubrir en su porte una chulería muy poco propia de un tarro con patatas–. ¡Será engreído! –añadí a mi pensamiento–. ¡Vanidoso! –le espeté airada.
El móvil sonó.
–Hola Gloria. […] ¿Pero qué me cuentas? […] ¿Tu madre? ¿En el hospital? […] ¿Demencia senil? […] ¡Oh, por Dios, pobrecita! […] ¡¿Eh?! ¡No me digas! […] ¿Álvaro? ¿Tu Álvaro? […] ¿En serio? […] ¡Será cabrón! ¿Y dónde se ha ido? […] ¿En vuestra casa? […] Espera, espera… ¿Pero no has dicho que os ha abandonado? […] ¿Y qué hace viviendo en vuestra casa? […] ¿De gorra? […] ¿Y el niño y tú? […] ¿En la de tu madre…? […] ¿Pero tú eres idiota? […] ¿¿¿En una secta??? […] ¡Ese tío es un gilipollas! […] Un momento…, me he perdido… ¿Qué pinta el niño…? […] ¿Eh? […] ¿Hiperactivo? […][…][…] ¡Joder, tía, qué cosas te pasan!
Tenía la oreja roja cuando colgué y un desagradable pitido en el oído.
–Hay que ver la vida…, ¡cómo es! –pensé. Durante algunos minutos, noté los puntos suspensivos aleteando en torno a mí. Luego, se posaron tranquilos en mi regazo. Pasé la mano por el michelín y lo observé meditabunda. Me recompuse al instante: volví a poner el volumen de la tele, me recosté en el sofá y miré de nuevo al tarro de patatas. De repente, ya no parecía tan fanfarrón.

jueves, 22 de octubre de 2009

Vida

Vida

Aprendí que no se puede dar marcha atrás, que la esencia de la vida es ir hacia adelante. La vida, en realidad, es una calle de sentido único. AGATHA CHRISTIE

martes, 20 de octubre de 2009

Tan parecidos, tan diferentes

Tan parecidos, tan diferentes

Allá por el otoño o el invierno de 1995, me hallaba yo en un aula, al resguardo de la recia lluvia londinense que se esforzaba en agriarnos a todos el humor, atendiendo a una clase de no recuerdo qué pero en la que se mostraba un mapamundi. De repente la clase se interrumpió: una alumna japonesa había preguntado qué era aquello. El lector supondrá que el asombro con el que la miramos fue general. Después de que la profesora lograra acallar los murmullos con los que manifestábamos nuestro estupor, se le puedo hacer ver a la joven de ojos rasgados que aquel dibujo no era sino una representación cartográfica de la superficie de la Tierra. La estudiante inclinó la cabeza, fijó los ojos oblicuos en el mapa y, de repente, esa oblicuidad se abrió hasta hacerse casi circular al tiempo que la boca, también abierta, dejó escapar una exclamación que demostraba la llegada del discernimiento a su cerebro.

La joven oriental, con las espitas del entendimiento abiertas, sin duda comprendió entonces nuestra perplejidad y se explicó. Con un inglés sometido al movimiento de sus brazos, que captaban mayor atención que sus palabras, comprendimos su explicación: en los mapamundi en los que ella había estudiado en el colegio, aquello estaba allí; esto, allá; y eso, en el otro lado. Es decir: Japón en el centro, Europa al Oeste y América al Este, razón por la cual, la estudiante japonesa había tardado en centrar y situar… las distintas partes de la superficie terrestre. Una vez aclarado el asunto, la clase continuó y yo… quedé pensativa.

La pregunta que me vino a la mente fue: ¿Y luego hablan de Eurocentrismo? A lo largo de los años, sobre todo de los últimos años, se ha ido extendiendo la idea única de que Occidente debe pedir perdón… por todo, en especial por habernos creído tan super-mega-guays. Sin embargo, en gran parte somos el producto de la educación que nos dan. Bien es cierto que mis ojos también están acostumbrados a mirar un mapamundi desde un ángulo determinado: Europa –y, por tanto, África– en el centro; a la izquierda, según se mira, el continente americano; y a la derecha, Asia. Arriba el Polo Norte y abajo, el Polo Sur. Sin embargo, no es menos cierto que en Japón enseñan a sus niños con el mismo interés centralista con que aquí nos educan, sólo que arrimando el ascua a su sardina y colocando su país en la zona central.

Otro descubrimiento sorprendente, esta vez debido a la verticalidad, de cómo las cosas cambian según se las mire, ocurrió el día que, hablando con una amiga chilena, me descubrió que desde su país la Luna se ve al revés. No tuve que pensar mucho: fije la mirada durante un instante en el vacío, me concentré y… entendí por qué. Pero que lo entendiera no fue óbice para que el desconcierto con que nos sorprende tan frecuentemente este mundo nuestro, una vez más, me inundara.


Luna vista desde el hemisferio norte --- --- Luna vista desde el hemisferio sur


Poco después de aquello (o quizá mucho después, no lo recuerdo) leí un artículo sobre la incapacidad de los seres humanos de ascendencia no europea para tomar y asimilar la leche. “¡¿Cómo?!”, exclamé en su momento. La enoooormeeee sorpresa que aquella información me produjo ha sido de las mayores que he tenido en mi vida. No podía asumir que aquello fuera cierto. Primero porque a mi mente asomaba la palabra mamíferos. ¿Acaso no es una de nuestras características definitorias? Y, en segundo lugar, porque…, desde mi perspectiva de bebedora compulsiva de leche, ¡caray!, ¿cómo era posible que alguien no pudiera asimilarla?


Hace poco, en la sección de Ciencia del periódico El Mundo, pude leer de nuevo un artículo (28-Agosto-2009) relacionado con este asunto. Al parecer, hace “apenas 7.500 años que el ser humano adulto desarrolló un cambio genético que le permitió digerir este alimento más allá de su infancia. […] Una mutación positiva que se originó en los Balcanes”. Sin embargo, “la habilidad para digerir la leche no es universal; de hecho, más de tres cuartas partes de los adultos del planeta no produce la enzima lactasa que permite asimilar el principal azúcar lácteo (la lactosa). Por ejemplo, se calcula que más del 90% de la población asiática no tolera la lactosa, como tampoco lo hace el 75% de los afroamericanos; una situación también habitual en países tropicales y subtropicales”.

Sabido es que compartimos con el chimpancé un 99% de nuestro ADN, de manera que la parte de ADN que los humanos tenemos en común es prácticamente… toda. ¡Qué parecidos!, ¿no? Y, sin embargo, cuán diferentes somos: bien por causas educacionales, bien por nuestra situación en el planeta, bien por la genética que nos conforma… qué diferente es nuestra visión del mundo y la forma en que lo digerimos.


Nota: la última de las fotos está tomada del periódico El Mundo, 28-Agosto-2009

domingo, 18 de octubre de 2009

Olsen Olsen

Olsen Olsen


Esta vez la música viene, de la mano de Sigur Rós, directamente desde la Isla de Gongeland donde, a tenor de las imágenes, debe de hacer mucho, mucho frío.




Mi agradecimiento, de nuevo, a Bate :-)

viernes, 16 de octubre de 2009

La conspiración de Asís

La conspiración de Asís (John Sack)

Basado en los estigmas, al modo de las heridas de Cristo, que sufrió San Francisco de Asís, el relato de la historia recorre la época posterior a la muerte del santo y narra la investigación que un fraile franciscano, Conrado, ejemplo de fraile espiritual que lleva las enseñanzas de Francisco hasta sus últimas consecuencias, frente a los conventuales, más acomodaticios, se verá envuelto en mil peripecias mientras intenta descubrir los extraños episodios que sucedieron tras la muerte del santo. La conclusión mostrará una explicación humana, pero no por ello menos venerable, de los estigmas.

El relato se ve salpicado por hechos y personajes históricos, como el fracaso de la flota veneciana enviada contra Ancona, los mercaderes de la familia Polo o el propio papa Gregorio X, a quien los Polo habían encontrado en Acre cuando el entonces legado papal aún era conocido como Tebaldo Visconti da Piacenza.

La trama principal de la novela se ve acompañada, y enmarañada, por una serie de subtramas en las que entra en juego el amor, la familia, la lealtad, el odio, la venganza y, por supuesto, la religiosidad. El desenlace de la historia principal es curioso y satisface las expectativas del lector. Sin embargo, en lo que se refiere a las soluciones con que se desenredan las diversas historias secundarias, aunque gratas, no dejan de ser cándidas y un tanto simples. Probablemente me hubieran hecho vibrar de haber leído el libro con quince años o si lo vuelvo a leer cumplidos los setenta. A mis… taitantos, no dejan de resultarme un tanto ingenuas, aunque tal vez le vengan bien de vez en cuando al espíritu las historias con típico final feliz de príncipes, hadas y princesas. Donde el amor y el bien siempre triunfan.

miércoles, 14 de octubre de 2009

¿De verdad usted no cree en los fantasmas?

¿De verdad usted no cree en los fantasmas?


Yo tampoco lo hacía… hasta que este verano, invitada por Karl a una corrida de toros –a ver si no…, de qué va a ser… ;-)–, observé algo que me sobrecogió. Le di un codazo a Karl y llamé su atención sobre lo que mis ojos estaban viendo. Él, sin embargo, no fue capaz de distinguirlo y, cuando se lo expliqué, pensó que me había vuelto loca. Yo, al percatarme de la tranquilidad con que el público seguía la corrida sin reparar en la sombra fantasmal, también lo creí: si nadie más lo veía, sin duda debía de ser yo quien estaba equivocada. Mi cámara fotográfica, sin embargo, no se dejó engañar y trajo al papel lo que yo había visto en la plaza. Miren:



¿A qué picador desconocido perteneció esa sombra espectral que se posó sobre las tablas aquella tarde? Y, sobre todo, ¿qué circunstancias envolvieron su muerte para que los espíritus, humano y equino, registrados por la cámara fotográfica aún deambulen por ésta vigilando, sin duda, el tendido?



[…]



¿Que estoy pirada? ¿Que estoy intentando quedarme con vosotros…? Vale, está bien…, lo reconozco: he estado jugando con el escáner… Esta es la foto original:


Pero reconoced que, por un momento, dudasteis. Sí, ya, claro… Ahora todos a contarme la historia de que no os la tragasteis ni un segundo. Vosotros sí que sois fantasmones… Si se os ha visto el plumero…


¡Mecachis! Que una no pueda jugar a ser Iker Jiménez ni siquiera en su blog… ¡Manda webs! :-p


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Nota: foto tomada de El Mundo, martes, 11-Agosto-2009


sábado, 10 de octubre de 2009

Bruce me engañó

Bruce me engañó

Y, sin querer escribir como lo haría una mujer despechada, confieso que por su engaño ya siempre albergará mi corazón la sospecha... y nunca más podré confiar en él ciegamente como había venido haciéndolo hasta ahora.

La elección de película oscilaba entre Discrict 9, opción que estaba sumamente clara hasta el jueves por la tarde, y Los sustitutos, película que vi anunciada ese jueves en un cartel del metro cuando iba camino del médico. Finalmente, y a causa de Bruce, peleé por la opción Willis y gané, de modo que ayer por la noche arrastré a mis acompañantes hasta la sala 8, donde esperaba pasar un buen rato en compañía del calvito.

La primera sorpresa no fue nada agradable: "En el tercer milenio..." empezaba la película, mientras, sobre imágenes futuristas, iban apareciendo nombres en español... Murmullos generales en la sala: "¿Qué es esto? ¿Una peli española?". En mi grupito surgió la duda: "¿Acaso nos hemos equivocado de sala?". Luz del móvil para comprobar la entrada. No, la sala es la correcta. ¿Entonces...? Mandamos un equipo de investigación que salió de expedición y al cabo de unos minutos volvió con la información que buscábamos: "Es un corto español -de esos que primero tenemos que pagar con nuestros impuestos, nos guste o no, y luego hay que tragarse por narices- tras el cual vendrá la peli... de Bruce".

Y la peli de Bruce fue un fiasco. ¡Qué desilusión! De vuelta a casa, a eso de la una de la mañana, cuando, muerta de cansancio, me esforzaba en conducir como Dios manda, sin salirme del carril y pensando en las ganas que tenía de pillar la horizontal, una amiga aún tuvo ánimos para parlotear y decir que..., bueno..., la película tenía cierto trasfondo que..., bien mirado..., bla, bla, bla. Además señaló una laguna que quedaba sin aclarar cuando..., bla, bla, bla. Yo seguía concentrada en mi conducción y pensando en la horizontal. No obstante, aún tuve suficiente cantidad de cerebro despierto para registrar en la memoria la laguna que apuntó mi amiga y que, sin embargo, no pienso relatar aquí porque la película ni siquiera merece que se comenten sus fallos.

¡Ay, Bruce..., después de tantos años...! ¡Ay!

jueves, 8 de octubre de 2009

Absurdos de ascensor

Absurdos de ascensor


Estaba abriendo la puerta del ascensor cuando lo vi entrar por el portal y acercarse al ascensor con unos pasitos rápidos que indicaban bien a las claras su intención de tomarlo conmigo. Lo esperé y, cuando llegó a mi lado, le sonreí. Pulsó el piso sexto y yo, el octavo. No habíamos sobrepasado el segundo cuando me abordó con estas palabras:

–Oiga, ¿qué le he hecho para que no me hable?

–¿Perdón?

–Sí…, va usted ahí, todo mohíno, sin decir palabra.

Mi sorpresa se alzó hasta las cejas, que enarqué interrogativamente.

–Estamos en un ascensor –añadió. Yo asentí con una leve inclinación de cabeza–, ¿y ni siquiera piensa usted hablar del tiempo?

Al llegar al sexto abrió la puerta y me miró.

–Que tenga usted un buen día, señor don Maleducado.

Salió y la perplejidad me invadió el resto de la mañana…

martes, 6 de octubre de 2009

C

C

Aún tengo grabada en la memoria la imagen de mí misma, echado medio cuerpo sobre la mesa camilla y apoyada la barbilla en una mano, atendiendo a las explicaciones con que mi madre se esforzaba en hacerme comprender el significado numérico de las letras I, V, L, C, D, M y cómo traducir las incontables combinaciones entre ellas a números en cristiano. No me resultó difícil, la verdad, así que cada vez que pasaba junto a la Puerta de Alcalá no hallaba dificultad alguna en desentrañar el número escondido junto al nombre Carolo III, de modo que me cuesta entender por qué alguno de mis alumnos de 3º ESO me leen algo tan sencillo como s. XVIII de la siguiente forma: “ese, punto, equis, uve, palito, palito, palito” (es un hecho verídico, doy mi palabra).

Pero, sigamos: años después, descubrí que la letra c, además de significar la centena, refería también a la velocidad de la luz en la famosa fórmula E = mc2 (léase al cuadrado, que no me lo pilla el editor de textos), y aunque supongo que Einstein tuvo alguna razón para llamar así a los casi 300.000 km/s que alcanzan los fotones de un rayo de luz, reconozco que la desconozco y que para mí C sigue siendo, a primera vista, cien.

Cien son, por cierto, los cuentos que Boccaccio incluyó en su Decamerón (obra que no hay que morir sin antes haber leído).

Cien (por mil) fueron también los Hijos de San Luis (gabachos tenían que ser) que vinieron a hacernos la puñeta y cargarse los intentos liberales de unos cuantos avanzados e imponernos al maldito, por los siglos de los siglos, amén, Fernando VII (o sea: “uve, palito, palito”).

Cien es el número de años que dicen tuvo una guerra, que en realidad no se extendió más allá de 65, con otros 55 de tregua intercalados, entre franceses e ingleses por cuestiones sucesorias (vayan dándoles a ambos y allá se las arreglen –podrá deducirse por estas últimas palabras que es una española quien las escribe).

Y cien, por fin (que voy ya cansándome de tanta retórica superflua), es el número que hace esta entrada. De ahí el título que la corona, claro.

Si algún lector incordión se está preguntando algo así como: ¿Y para esto tanta palabrería?, le respondo que sí. No iba a avergonzarme diciendo algo como: “Hey, esta es mi entrada número cien. Hala, ¡qué guay!”, ¿no? Había que darle algo de empaque histórico y…, si era posible, aprovechar para meter alguna pullita… ;-)

Saludos a todos y gracias por haber leído muchas de estas C entradas.

domingo, 4 de octubre de 2009

El dardo en la palabra

El dardo en la palabra (Fernando Lázaro Carreter)


Delicioso, divertido y, por supuesto, instructivo libro que no debe faltar en la biblioteca del lector interesado por la corrección del lenguaje. Lázaro Carreter reunió a lo largo de 20 años incontables ejemplos del uso negligente que, con excesiva frecuencia, los hablantes hacemos de nuestra lengua. Se ceba el gran filólogo especialmente en los medios de comunicación y muestra una especial fijación por los programas deportivos, cuyos locutores suelen ser una mina de oro para el autor.



Desarrolla una brillante prosa, como no podía ser de otro modo en estos artículos paridos por tan insigne pluma, aclara dudas, corrige errores, critica sin piedad con la afilada hoja de su bisturí léxico y, si bien deja abierta una puerta a la esperanza, el lector no puede obviar cierta sombra de pesimismo ante el futuro panorama que augura el libro para el idioma español. Un pronóstico que desgraciadamente se hace pura y dura realidad nada más encender la tele, la radio o abrir un periódico.



El libro, que fue continuado con una segunda parte: El nuevo dardo en la palabra, requiere una lectura pausada y acompañada de lápiz y papel, donde tomar abundantes notas para un estudio posterior que ilustre y mejore nuestro uso de la lengua.

viernes, 2 de octubre de 2009

Lectura

Lectura


La lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo. JOSEPH ADDISON.



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Si, tal y como dice la cita de hoy (debería decir del viernes, en realidad, porque lo que escribo ahora, en domingo, es un añadido a la entrada que se publicó antes de ayer) la lectura es a la mente lo que el ejercicio al cuerpo, ayer por la tarde decidí mezclar ambos miembros de la cita y me di un paseo (paseín, más bien), ejercitando mi cuerpo con ello, hasta la Casa del Libro de la calle Alcalá donde adquirí varios libros con los que luego alimentar mi mente.


Uno de ellos fue para regalar, de modo que no cuenta. Los otros…, para mí. Son títulos como El guardián entre el centeno, libro que confieso no haber leído todavía –¡oh, dioses de la lectura, perdonadme!–, pero que se hallaba en mi lista de libros pendientes desde hacía años. Ayer ya no hubo excusa: lo vi, lo compré y en breve lo leeré.


Otro es un título de Isabel San Sebastián. Me gusta mucho esta mujer, pero no he leído nada de ella (salvo los artículos periodísticos). Este verano, mi madre leyó su novela Astur y me la recomendó. Aún no he tenido tiempo de ponerme con ella, pero también está en la lista. Yo, por mi parte, ayer compré La visigoda, de modo que ya tengo dos novelas de Isabel San Sebastián pendientes.


Por último, compré 6 libros de Isaac Asimov para mí y uno para mi sobrino. No voy a dar los títulos porque sería tedioso y, además, para evitar que Posodo vuelva a poner el grito en el cielo y me diga algo así como: “Pero, mujer, has vuelto a comprar los títulos desordenados. No los puedes leer en ese orden” ;-) Tranquilo, Posodo, que esta vez me informé y ya sé cómo los tengo que leer. Tengo los dos primeros de la serie Fundación y luego salto hasta el sexto, pero es que no tenían los títulos intermedios. Ya me haré con ellos. De momento, al menos, puedo leer los dos primeros ;-). He comprando, también, alguno de la serie Robot y una novela titulada Némesis (¿Agatha Christie no tiene también una titulada así?).


Después de desenfundar la tarjeta de crédito y darle un buen palo, me volví pitando a casa para ponerme a leer, claro, porque la lista va en sentido creciente y tengo que aliviarla un poco. Pero leer no es lo único que hago. También escribo y ya tengo listos unos cuantos títulos más de “Atrápame si puedes”: Salto mortal, Las monedas del Iscariote (título provisional que no acaba de convencerme) y La muerte viene a cenar que aparecerán por aquí próximamente. ;-)


Termino, pues, el añadido a la entrada de antes de ayer y marcho a ocuparme de esos otros asuntillos que requieren mi atención.

Belén 2013

Belén 2011