Como hasta el momento no había logrado descubrir ningún lugar que tuviera zona wifi, comenzaba a desesperar y pensar que no volvería por estos lares hasta mi vuelta a Cantabria, sin embargo, a alguien se le ocurrió que McDonald's ha instalado este servicio en todos sus establecimientos en España (¡de lo que se entera una viniendo a Francia, caray!) y que probablemente también lo ofrecería en la tierra de Asterix. De modo que aquí estoy, amigos, en un McDonald's, tomándome un
café ou lait y aprovechando para poner al día mi casa internáutica.
Llevo ya aquí casi dos días, pero empezaré por el principio, claro, que fue nuestro viaje. Y es que, de camino hacia el hotel que nos aguardaba en Peyrouse, hicimos algunas visitas. La primera que teníamos prevista, naturalmente, era San Sebastián (comimos allí, de hecho), pero remoloneando por la carretera, como suele ser nuestra costumbre, habíamos ido parando en
otros sitios, tal y como se puede ilustrar con esta foto tomada en un acantilado de Zumaya, de modo que el tiempo se nos había echado encima y finalmente tuvimos que dejar en barbecho la visita a San Sebastián que haremos, espero, a la vuelta. No obstante, la atravesamos para poder echarle el ojo desde el coche, al menos, y no puedo decir de ella sino lo mismito, mismito que quedó aquí dicho de Santander: ¡qué ciudad tan, tan, tan bonita!
Una vez en Francia, visitamos San Juan de la Luz, pero, tal y como ocurrió con San Sebastián, sólo pudimos verlo desde el coche. En esta ocasión, sin embargo, la ausencia de visita se debió a un problema que en español castizo puede expresarse más o menos así: "¿Y ahora qué hago con el coche? ¿Me lo como?" Y es que el pueblito estaba tan lleno, que no encontramos sitio para aparcar. Y eso que nos hartamos de dar vueltas y
vueltas. Así que, amigos, sintiéndolo mucho no os puedo ofrecer fotos de este bonito pueblo costero francés. Sí las tengo, sin embargo, de Biarritz (donde, por cierto, también costó un buen rato encontrar aparcamiento), como se puede comprobar gracias a una de las artísticas fotos que mi compi de viaje hizo. [Si se me permite la digresión: esta foto me recuerda a las que
Posodo hace a las tapas de la alcantarilla. Sólo a gente… diferente se le ocurre
hacer fotos así (jejeje). A mí, que soy del tipo normal, jamás se me pasaría por el magín tal idea… ;-)]. No obstante, y para que el personal pueda disfrutar de algo más que esa simple placa gris, subamos un ejemplo de Biarritz más… comercial y atrayente para el ávido lector de este
blog.
Luego, seguimos camino. Un camino que ya iba siendo largo y por cuya causa empezaban mi cuerpo y el asiento a confundirse de forma sospechosa, además de que, para entonces, iba tan aburrida como pueda estarlo un higo en un bodegón, así que desenfundé la cámara y me
dediqué a hacerle fotos a ese camino interminable. No iba yo conduciendo, claro, en esos momentos. Sí lo iba haciendo, sin embargo, por la autopista cuando de repente un coche que estaba adelantándonos nos pitó. Me sorprendí, porque no creía haber cometido ninguna pirula que pudiera haberle molestado. Lo miré extrañada y me encontré con un tipo que nos saludaba sonriente mientras agitaba la mano con frenética alegría. Todo se explicó cuando vimos la E en su matrícula. Le sonreímos, agitamos nuestras manos y le di unas ráfagas de largas a modo de lumínica salutación. ¡Qué bonito esto de tener un país al que pertenecer, con el que identificarse y en el que existe gente que se alegra de ser tu compatriota al encontrarte en un rincón perdido de este planeta!
Pero, finalmente, amigos, todo llega a su fin. Acabó nuestro viajecito, se desentumeció mi cuerpo y pudimos descansar en una habitación desde cuya ventana se observan estas magníficas vistas.