Miscelánea de reflexiones veraniegas
La autodestrucción se producirá en 5, 4, 3…
Tengo la teoría de que cuando las cosas se entienden, pueden asumirse mejor, aunque no nos gusten un pelo y no las compartamos ni por principios ni por simpatía con la causa. Quizá por ello, cuando lo inconcebible se coloca ante mis narices y hay quien pretende embutirlo en mi gaznate y hacerlo pasar por la garganta sí o sí, cierro la boca con fuerza y me niego a masticar nada hasta que la mente no haya dado con una explicación que, insisto, aunque no comparta, pueda asimilar desde el punto de vista intelectual.
El lector puede pensar que es ésta una actitud muy sensata, y no le discuto tal opinión, pero al tiempo que prudente y sabia, puedo asegurarle que es fastidiosa y cargante, porque no se puede explicar lo mucho que cuesta ir con el interrogante puesto a todas partes y no ser capaz, pese a los esfuerzos, de dar respuesta a ese porqué cuya solución se resiste.
Esta situación de gusto acibarado y sensación mortificante se ha convertido en una dolencia crónica por su recurrencia, sobre todo en lo que a las decisiones políticas que Occidente viene tomando en los últimos tiempos se refiere: leo en El Mundo del jueves, 11 de agosto, que ante la ingobernable violencia con que los jóvenes británicos se están conduciendo estos últimos días, Cameron ha culpado de ello a la "falta de responsabilidad" de parte de la sociedad y a un modelo de "educación" de los hijos extraordinariamente permisivo con unos jóvenes que adolecen de mínimos valores, de respeto por la autoridad y de sentido del deber.
Es listo el tipo. Lo ha clavado en un pispás sin que se le haya movido una sola pestaña. Hoy en día, Churchill lo llevaría claro: ni sangre, ni esfuerzo, ni lágrimas, ni sudor. Los jóvenes británicos no estarían dispuestos a mover un solo músculo que no les proporcionara una ganancia inmediata o un placer instantáneo, y quien dice los jóvenes británicos, dice igual de los galos, los italianos y, por supuesto, de los españoles (¡qué más querríamos que haber escapado de esta espiral que gira en torno a un ego intemperante y desmedido, en el que la capacidad motriz se activa tan sólo cuando de cebar sus apetencias se trata!).
Pero Cameron se olvida, el muy ladino, como hacen sus colegas de politiqueo, ya sea de esta o aquella parte del mundo, de la gran porción que tienen ellos en este pastel que se desmorona. ¿Quiénes, sino ellos, son los que construyeron unos sistemas educativos de los cuales se borraron las palabras esfuerzo, sacrificio y dolor? ¿Quiénes, más que ellos, construyeron un estado del bienestar en el que todo era gratis y nada costaba… siquiera algo? ¿Quiénes, que no sean ellos, criaron a sus pechos una juventud a la que sólo se habló de derechos y nunca de deberes?
Y todo ello… ¿por qué? He aquí la cuestión, mejor sería escribir una de las cuestiones que me tienen rota la cabeza de tantas vueltas como le he dado. ¿Por qué? ¿Por qué han demolido las columnas sobre las que se apoyaba la civilización que nos ha traído hasta el lugar donde nos encontramos? ¿Quisieron tal vez una sociedad aborregada a la que pudieran dominar sin que fuera capaz de oponerles una sola protesta argumentada e intelectualmente bien construida? ¡Qué cobardes y qué torpes! De aquellos polvos vienen estos lodos. Han creado un monstruo de dimensiones descomunales, ciego y ofuscado por un cerebro tosco y cerril, que por su ignorancia y brutalidad se comporta como simple bestia incapaz de razón, mesura y compasión.
Usted, señor Cameron, y sus colegas de aquí y allá, pulsaron el botón de autodestrucción. Ahora ya sólo resta contar: ¡Alerta, alerta!, la autodestrucción se producirá en 5, 4, 3…
Democracia real…, pero no para los plebeyos
A pesar de lo muy acostumbrados a la desvergüenza a que nos tienen acostumbrados la insolencia, el cinismo y la impudicia de panfletos como El País y, desde su reciente nacimiento, Público, no cesa de ser llamativa la desfachatez con que se conduce gran parte de esta sociedad en la que tuve la desgracia de nacer. Desde hace unos meses vienen moscardeando por las calles de nuestro país un grupito de personas de espíritu desenvuelto (recuérdese que la ignorancia es atrevida) y mente liviana que se han erigido en ombligo del mundo y, con la grosera colaboración de este gobierno desvergonzado y obsceno, han ocupado nuestras calles, llenándola de chinches, pulgas, suciedad hasta horripilar, ruido y, sobre todo, embustes, imposturas y arteros argumentos que producen (además de risa, en lo que a la inteligencia se refiere) nauseas en lo que al estómago toca.
Sí, claro, me refiero a los del 15M. Un movimiento que no es más que la demostración fehaciente de cómo en un tiempo fuimos nada más que bestias peludas, toscas y sucias. Algunos evolucionamos y, generosos, quisimos compartir los genes que nos hicieron humanos. Lo hicimos, de hecho, y también ellos parecen evolucionados…; pero salvo en que perdieron el pelo, se volvieron bípedos y opusieron el pulgar al resto de los dedos, en poco más se asemejan a nosotros. Son toscos, como el orangután, y aprovechados como las hienas.
Se creen unos tipos muy listos y hasta escriben manifiestos. Tal vez incluso se autoengañen creyendo que en tales panfletos se guardan pensamientos dignos de una mente provechosa; pero lo cierto es que son seres mezquinos, fanáticos, intransigentes, intolerantes, extremistas y cebados con una parcialidad que mueve al asco y al desprecio. Su delirio acalorado e irracional, el fervor tribal y la superstición que anida en sus corazones, cuyo origen arraiga en ideas decimonónicas a las que, en su desfachatez, llaman progresismo, les califica sin que sea necesario que yo me estruje el caletre en busca de la palabra apropiada para ello.
Parece que ahora se han reunido en una de sus asambleas para decidir si se manifiestan en contra de la visita del Papa. ¿Les va mucho en ello? Parece que sí, pero como no hay argumento masticable que puedan expeler sobre el pueblo, han ideado la tesis de la pasta que le va a suponer al erario público tal visita. Podríamos arrojarles a su hocico inmundo el coste que supuso retirar las toneladas de suciedad acumulada tras su acampadita en Sol, pero no lo haremos, no vaya a ser que nos contesten que aquello no le supuso un solo euro al contribuyente puesto que fue sufragado por los elfos y gnomos que habitaban en los cuentos de hadas con que nos entretienen. No, no les arrojaremos a su jeta de amianto este argumento. Tampoco argumentaremos que la visita del Pontífice está financiada por asociaciones que nada tienen que ver con el Estado y que, por tanto, al contribuyente la visita le cuesta cero euros y que, por el contrario, Madrid sacará un buen pellizco de la JMJ . No se lo argumentaremos porque a tal explicación razonarían con sus discursos habituales: ¡Facha, fascista! ¡Quememos las iglesias! En realidad, no podemos utilizar ningún argumento que toque el asunto crematístico porque la cuestión monetaria les importa un pito y es sólo su excusa.
¿Su excusa para qué? Para montar el pollo y atacar lo que no les gusta porque les horripila lo diferente. En realidad, no hay nada que podamos argumentarles porque no son capaces de admitir en su mente escueta y fanática una idea distinta a la suya. Lo cual, además, le viene de perlas al gobierno actual, al que le da pavor una juventud a la que se reúne para decirle: !No tengáis miedo! Una juventud así: valiente y dispuesta a vivir de acuerdo con sus principios es una juventud indeseable.
No…, no hay argumento posible que utilizar con esta gente porque no está dispuesta a aceptar y consentir la diferencia, la discrepancia y que uno quiera ser libre para vivir como le venga en gana, incluso si ello supone salirse del aprisco donde quieren aborregarnos a todos.
Democracia real, sí, claro, pero sólo para ellos. Los demás…, ¡al paredón! No sería la primera vez que lo hicieran.