sábado, 30 de noviembre de 2013

Ser arquitecto debe de ser muy difícil

Ser arquitecto debe de ser muy difícil

Pero ser arquitecto chapucero lo es mucho más, ¡así que ni una risa!








Así, visto de través y un poco de lejos, incluso podría dar el pego..., pero os aseguro que no, que no lo da. Lo peor de todo es que tengo un montón de problemas por resolver y no sé ni por dónde empezar...

:'(

jueves, 28 de noviembre de 2013

Split second, David Baldacci

Split second, David Baldacci

Michelle Maxwell has just wrecked her promising career at the Secret Service. Against her instincts, she let a presidential candidate out of her sight for the briefest moment and the man whose safety was her responsibility vanished into thin air. Sean King knows how the younger agent feels. Eight years earlier, the hard-charging Secret Service agent allowed his attention to be diverted for a split second.  And the candidate he was protecting was gunned down before his eyes. Now Michelle and Sean are about to see their destinies converge.
Drawn into a maze of lies, secrets, and deadly coincidences, the two discredited agents uncover a shocking truth: that the separate acts of violence that shattered their lives were really a long time in the making – and are a long way from over...

Primera entrega de la saga King and Maxwell y me ha encantado. Historia muy interesante, trama muy bien hilada y personajes atractivos.

David Baldacci me ha enganchado con esta novela y (a excepción de uno que no he podido encontrar aún) ya tengo el resto de los títulos de la saga en espera, guardados como oro en paño, como a esos libros especiales que sabes que te van a gustar mucho y cuya lectura quieres reservar para momentos en que, bien sea porque la necesites, bien porque apetezca algo especial, quieres caminar sobre seguro. Creo que King and Maxwell son de esos libros: de esos que sabes que no te van a defraudar.

miércoles, 27 de noviembre de 2013

Real Jardín Botánico de Madrid

Real Jardín Botánico de Madrid

El 17 de octubre de 1755, Fernando VI ordenó la creación del Real Jardín botánico de Madrid, que se instaló en la Huerta de Migas Calientes, en las inmediaciones de lo que hoy se denomina Puerta de Hierro, a orillas del río Manzanares. Contaba con más de 2.000 plantas, recogidas por José Quer, botánico y cirujano, en sus numerosos viajes por la Península u obtenidas por intercambio con otros botánicos europeos.

A partir de 1774, Carlos III dio instrucciones para su traslado al actual emplazamiento del paseo del Prado, donde se inaugura en 1781. Sabatini -arquitecto del Rey- y Juan de Villanueva -al que debemos el Museo del Prado, el Observatorio Astronómico y otras obras- se hicieron cargo del proyecto.

En esos años se construyeron las tres terrazas escalonadas, se ordenaron las plantas según el método de Linneo -uno de los botánicos más importantes de la Historia- y se construyeron también la verja que rodea el Jardín, los emparrados y el invernáculo llamado la Cátedra donde impartió sus clases Antonio José Cavanilles.

Desde su creación, en el R. J. Botánico se desarrolló la enseñanza de la Botánica, se auspiciaron expediciones a América y al Pacífico, se encargaron los dibujos de grandes colecciones de láminas de plantas y se acopiaron importantes herbarios que sirvieron de base para describir nuevas especies para la Ciencia.

En 1808, la Guerra de la Independencia le trajo al Jardín años de abandono y tristeza, en los que son destacables los esfuerzos de Mariano de La Gasca por mantenerlo dentro de las corrientes científicas europeas.

En 1857, siendo Mariano de la Paz Granells director del Real  Jardín, se realizaron reformas importantes que aún perduran, como el invernadero que lleva su nombre y la remodelación de la terraza superior. Trambién en época de Graells se instaló un zoológico, que doce años más tarde, siendo ya director Miguel Colmeiro, se trasladó al Jardín del Buen Retiro.

En la década de 1880 a 1890, el Jardín sufre importantes pérdidas. En 1882 se segregan dos hectáreas para construir el edificio que actualmente ocupa el Ministerio de Agricultura, con lo que su superficie queda ya reducida a las ocho hectáreas actuales. En 1886, un ciclón derribó en su recinto 564 árboles de gran valor.

En el primer tercio del siglo XX se inician con seriedad las investigaciones en el campo de la micología, y adquieren un elevado nivel las desarrolladas en el de la micromicetología.

En 1939, el R. J. Botánico pasa a depender del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En 1942 es declarado Jardín Artístico. En 1974, tras décadas de penuria y abandono, fue cerrado al público para abordar profundas obras de restauración, que acabaron devolviéndole su estilo original. En 1981, coincidiendo con el bicentenario de su traslado, fueron inauguradas las reformas por SS. MM. los Reyes de España.

lunes, 25 de noviembre de 2013

Envenanado en Cardington Crescent, Anne Perry

Envenenado en Cardington Crescent, Anne Perry

Por enésima vez, el crimen se apropia de los elegantes barrios londinenses y el inspector Pitt se ve obligado a intervenir. Sin embargo, en esta ocasión se trata de un asesinato particularmente doloroso para el inefable inspector y su perspicaz esposa Charlottte, ya que la víctima es el esposo de Emily, la querida hermana de Charlotte. Pero la tragedia no acaba ahí, ya que a continuación se produce otra muerte en extrañas circunstancias... Una dura prueba para el inspector Pitt.

Una nueva aventura criminalística de Pitt y Charlotte. En esta ocasión, sin embargo, la novedad es que la propia hermana de Charlotte es sospechosa, al morir envenenado su marido. 

La novela comienza de forma bastante curiosa: los restos de una mujer, que ha sido descuartizada, comienzan a aparecer abandonados por diversas partes de Londres envueltos en papel. Poco después, el marido de Emily es envenenado mientras el matrimonio pasa unos días de vacaciones en casa de unos parientes. Sin aparente unión entre ambos crímenes, la novela irá avanzando, con unos personajes que en esta ocasión están especialmente bien construidos, hasta alcanzar un final bastante sorprendente. 

Me ha gustado bastante. Quizá de las que más entre los títulos de Anne Perry que he leído hasta ahora.

domingo, 24 de noviembre de 2013

The sound of silence

The sound of silence


¡Odio los phrasal verbs!

¡Odio los phrasal verbs!

¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs! ¡Odio los phrasal verbs!

¡¡¡Los odio!!!

Prescripción

Prescripción

-Me ha dejado, doctor.
-Tóme 1 píldora de afecto cada 8 horas y aplíquese la pomada de mimos cuando le duela.

Amor con amor se cura.

sábado, 23 de noviembre de 2013

La poeta y el asesino, Simon Worrall

La poeta y el asesino, Simon Worrall

"Todo empezó cuando, en abril de 1997, di con un artículo de The New York Times que anunciaba que un poema inédito de Emily Dickinson, el primero descubierto en cuarenta años, iba a ser subastado por Sotheby's".

La poeta. Emily Dickinson. Una mujer solitaria, muy independiente, que garabateaba poemas en lo primero que tuviese a mano, para revisarlos, cada noche, frente a su escritorio. No vio publicado ninguno en vida, pero escribió más de mil setecientos mientras ayudaba a caminar a su madre inválida por el jardín, cocía pasteles de jengibre y cuidaba de su invernadero. Es una de las más grandes poetas estadounidenses.

El asesino. Mark Hofmann. Un manipulador nato, un maestro de la psicología humana. Comerciante de documentos raros, creó una serie de sensacionales falsificaciones, a principio de los ochenta, con las que pretendía socavar los principios de la Iglesia mormona. Se "especializó" también en la obra de Dickinson. Es uno de los más grandes falsificadores literarios del siglo XX y un despiadado asesino.

De destinos y siglos distintos, las vidas de la poeta y el asesino se entrelazan en esta historia real sobre una de las más escandalosas falsificaciones que afectó al mundo de las subastas y al académico. Simon Worrall explora también el filo que separa arte y artificio, genialidad y locura.

Éste es uno de los libros más sorprendentes que he leído en los últimos tiempos, quizá porque esperaba de él algo muy distinto a lo que encontré. Según la fecha de compra, llegó a casa un miércoles, 10 de agosto de 2011. Ha aguardado turno pacientemente desde entonces y, tal vez debido al tiempo transcurrido desde su compra, a mí sólo me quedaban en la memoria leves sombras sobre su contenido: Dickinson, una falsificación, un asesino... Es muy posible que por ello, cuando empecé a leerlo, tuviera la idea de que la historia se desarrollaría en los tiempos de Emily Dickinson y la trama giraría en torno a una falsificación y un asesino que, de alguna manera, acechara a la poeta. Sin embargo, el asunto es muy, muy diferente...

A lo largo de sus páginas, se aprende mucho sobre los mormones: su origen, sus costumbres, su ¡increíble! ¿teología? El libro es también un interesante recorrido sobre el mundo de las subastas (¡caray con los de Sotheby's!) y sobre el de las falsificaciones. Son curiosas, asimismo, las pinceladas que se dan sobre la biografía de Emily Dickinson y es absolutamente fascinante el relato de la vida de Mark Hofmann.

"Viajar al mundo de Mark Hofmann fue como descender por un pozo oscuro en el que se esconde lo más taimado y aterrador de la naturaleza humana [...]. En el decurso de aquel viaje vería la corrupción que se esconde tras la reluciente superficie de las casas de subastas, escucharía mentiras que se hacían pasar por verdades [...]. Me encontraría con detectives y con mormones disidentes, peritos gráficos y psicólogos cognitivos, con estafadores y farsantes. Tras pasar tres años intentando solucionar el acertijo planteado por una de las mejores falsificaciones literarias del mundo, creo que me he acercado a la verdad todo lo posible. Ahora es cosa tuya, querido lector, decidir su significado".

Yo no voy a decidir ningún significado. Sólo me atrevo a decir que el libro me ha gustado (por todo lo expuesto ahí arriba y porque a lo largo de sus páginas nos topamos también con curiosidades de diferente naturaleza, como las expuestas en  Curiosidades caligráficas I y Curiosidades caligráficas II, -aunque éstas son rarezas que una tiene y no abundaré en ellas-).

El libro es muy, muy curioso. Es todo lo que me atrevo a decir. Así que, para una opinión con sustancia, mejor dejo hablar a otros: "La poeta y el asesino" combina la narrativa y el ensayo, la reconstrucción detectivesca de acciones  criminales con una serie de logrados capítulos sobre la verdadera naturaleza del arte. The Guardian.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Cosas de la vida

Cosas de la vida

Ahora mismo debería estar cenando en Madrid y hablando en inglés.

Pero no.

Aquí estoy, en casa, arrullándome en el sofá bajo una manta...

Son las cosas de la vida.


¡Pero no hay tiempo para lamentos! He recibido una jugosa oferta, amigos, por parte de Adeslas: un increíble seguro de decesos sobre el que tengo que decidirme, así que ya tengo con qué entretener la velada. Voy a estudiar las cláusulas detenidamente (ya os contaré) no vaya a ser que firme lo que no deba y tenga luego quejas en el más allá.

Os dejo, que voy a ponerme a ello, aunque, igual, ya que no hay cena, lo pienso en inglés y me monto mi propia versión de noche.

Leaving the Earth

Leaving the Earth 


Así es como se ve la Tierra cuando una nave espacial la deja atrás.

jueves, 21 de noviembre de 2013

Los buenos vecinos

Los buenos vecinos

Creo que hay por ahí gente que tiene vecinas petardas que están siempre necesitando una tacita de azúcar. Yo no sólo soy afortunada en ese sentido (que venga, que venga Bárbara si se atreve a pedir asssssúcar) y no tengo vecina exhuberante que se pase el día dando la lata, sino en otro mucho más provechoso: tengo un vecino que se llama Antonio y es el mejor regalo que vino con la casa cuando la compré.

Hace un par de veranos o tres, se metió en mi baño, retorció el cuerpo con posturas imposibles y me arregló un asuntillo que necesitaba de urgente asistencia. Yo, como buenísima vecina, al día siguiente toqué la puerta de su casa y no para pedirle azúcar, cual gorrona, sino para llevarle una tartita helada.

Hoy llevo en casa todo el día, sufriendo lo que espero que sean los estertores de un trancazo que me ha tenido toda la semana viviendo cual zombi michaeljackensiense. Esta mañana puse la calefacción en cuanto me levanté. A media mañana se cortó. En la caldera, lucía el piloto rojo. La reseteé y funcionó otra vez. Después de comer, engullí un paracetamol y me metí en la cama. Se estaba tan bien, tan calentito... Hasta que empezó a hacer frío. Me arrastré hasta la cocina y ahí estaba otra vez en la caldera el dichoso pilotito rojo. Reseteé de nuevo..., pero esta vez la caldera no se encendió. Lo intenté de nuevo, oí cómo la caldera hacía un amago, contuve el aliento y..., ¡pof!, intento fracasado. 

MGae volvió del colegio y se pasó a verme. Me encontró enfrascada en la lectura de las instrucciones calderonienses, que nada tienen que ver con don Pedro. Ella también lo intentó: reseteó, reseteó, reseteó, y siempre el mismo fracaso. Me senté deprimida en el sofá. Justo hoy, que tengo tanto frío ¿y la caldera se estropea? Alguien debía de haberme echado mal de ojos. No había otra explicación que justificara tanta casualidad.

Entonces la oí: en el descansillo sonó la voz angelical de Antonio. Salté del sofá cual ágil gacela y corrí a la puerta. Él estaba en la suya, a punto de entrar.
-¡Hola!
-Eh, hola, S. Cid, ¿qué hay?
-Puffff -resoplé y lo miré con ojos de cordero desvalido-, ¿te va la calefacción?
-No sé, acabo de llegar y no la he puesto. ¿La tuya no va?
-¡Qué va! El piloto rojo está encendido, la reseteo, parece que hace el intento..., pero no lo consigue.
-¿Puedo pasar...?

¿Qué creéis, amigos, que debe contestar una casta doncella a un hombre que te pide permiso para entrar en tu casa?

-Por favor... -contesté. Abrí la puerta y me hice a un lado.

Y, bueno, voy a resumir porque no es cuestión de alargar el asunto. Cuando lo acompañé a la puerta para despedirlo, con el melodioso sonido de la caldera arrullando mis oídos, lo miré con la más encantadora de mis sonrisas.

-Y, por favor -le oí decir-, esta vez nada de tartas ni cosas de esas.
Una imagen de Castle vino a mi mente. ¿Tal vez unos pancakes?, pensé. Sería una bonita forma de decir: Gracias por lo de esta tarde.

Pero me mordí la lengua. Ya habrá ocasión de agradecérselo, aunque tendré que imaginar una forma de obedecerle y hacerlo... sin parecer que lo hago.

Ya estoy en faena

Ya estoy en faena







¡MGae es una lianta!

Los arcos ya no tienen arreglo y así se quedan. Pero da igual: en este belén no se cae nada, que para eso está la cola.

miércoles, 20 de noviembre de 2013

La última campanada, Alfredo Gómez Cerdá

La última campanada, Alfredo Gómez Cerdá

Después de sacar unas notas pésimas en el instituto, y en contra de la opinión de su familia y de Berta, su novia, Hugo decide dejar de estudiar y comienza a trabajar en el taller de un viejo relojero. Pero el descubrimiento de un reloj con un mensaje en clave pondrá en marcha un inquietante enigma. Parece que algo sorprendente puede suceder en el momento en que los relojes señalen el cambio de año.

Este es el libro que mis alumnos de 1º ESO tienen que leerse para la primera evaluación, pero cuyo examen contará, en realidad, para la segunda (cosas de la mala planificación). Todavía no sé qué opinan ellos, pero a mí me ha gustado el librito. No me ha encantado, pero sí me ha gustado, y tiene su moraleja. Hay mucha gente sola y si eso siempre es triste, lo es mucho más en Navidad.

martes, 19 de noviembre de 2013

Curiosidades caligráficas II

Curiosidades caligráficas II
Los componentes esenciales de la escritura en Occidente son las veintiséis letras del alfabeto latino, que fue desarrollado por los fenicios sobre el año 1000 a.C a partir de un alfabeto semítico anterior, y más tarde pulido por los romanos.

[...]

Los científicos han aislado nueve fases de procesamiento distintas en el acto de escribir, desde la idea inicial de hacerlo, la llamada activación de intenciones, pasando por la selección de las letras individuales, su tamaño, inclinación y posición, hasta la explosión de actividad neurofisiológica que requiere la coordinación de los músculos de los brazos, antebrazos y manos.

[...]

La intención de escribir se origina en el  córtex superior, donde se localizan otras actividades mentales como el pensamiento, la resolución de problemas o la toma de decisiones. La siguiente fase se llama recuperación semántica, y se parece a la forma en que un código binario extrae información de un disco duro. "Es como un localizador de memoria, un lugar en una parte del cerebro que dice que la q está formada por ciertos trazos particulares. El cerebro, entonces, los ordena en un proceso secuencial, como si estuviese haciendo un lista".

En cuanto comienza el complejo proceso de coordinación de los más de cincuenta músculos, el control pasa de la corteza cerebral al tronco del encéfalo, allí donde ocurren las reacciones que dan lugar a nuestros impulsos y reflejos básicos. Al comenzar a formar los trazos individuales de la letra, nuestra mano se mueve de arriba abajo mientras nuestros músculos se contraen y relajan sinérgicamente. Los científicos describen estas acciones como agonismo y antogonismo muscular.

Todos estos procesos se suceden por debajo del nivel de consciencia, a una velocidad que hace parecer lento al más rápido de los superordenadores. Como una bala que sale de una pistola, las letras y las palabras fluyen desde nuestras manos hasta la página en una perfecta línea continua. Sólo tardamos 150 milisegundos en realizar un trazo, y como media producimos entre cuatro y siete trazos -o, dicho de otro modo, dos letras- por segundo. Al hacerlo, el bolígrafo se mueve sobre el papel a una velocidad de doscientos milímetros por segundo. Cuando nos damos cuenta de que hemos cometido un error, por lo general nos encontramos tres o cuatro letras más allá en la página.

No es que el bolígrafo o el lápiz se muevan siempre a la misma velocidad, claro. Aceleran o desaceleran según la complejidad de los trazos que requiere cada letra. [...]

"La velocidad del bolígrafo al moverse varía mucho durante el curso de una palabra -explica Ar Tomasen, un catedrático holandés considerado un experto mundial en caligrafía-. La velocidad punta es la velocidad máxima a la que se mueve el bolígrafo. Suele alcanzarse a mitad del trazo, y es muy propia de cada uno de nosotros. De ahí que los sistemas de seguridad suelan concentrarse en ella".

Los ritmos internos de la escritura pueden considerarse algo así como el esqueleto de nuestra letra. "Cada uno de nosotros crea trazos a una velocidad particular, con intervalos de tiempo regulares entre ellos -dice Ted Wright-. Es lo que se conoce como isocronismo. Y son precisamente las desviaciones de estas pautas regulares las que hacen que pueda identificarse fácilmente la letra de cada persona: pese a variar de un individuo a otro, se repiten con gran estabilidad en un mismo sujeto".

lunes, 18 de noviembre de 2013

Curiosidades caligráficas I

Curiosidades caligráficas I

Mirado a través del microscopio, un segmento de escritura en cursiva -la que la mayoría de nosotros aprendemos en el colegio- se parece a las espirales de pintura de los cuadros de Jackson Pollock o a las pinceladas de la caligrafía china. Cada letra está conectada a las siguiente en una línea continua y rítmica que se enrosca y serpentea a lo largo del papel como si fuese un río. La escritura y el habla son lo que nos hace humanos. Cada vez que dejamos fluir un río de símbolos a lo largo de la página estamos realizando un milagro de la imaginación, la razón y la coordinación.

Escribir requiere la coordinación de unos cincuenta músculos de la mano, la parte superior del brazo y el antebrazo. Estas sinergias musculares son extremadamente complicadas pero con el tiempo acaban volviéndose automáticas. Escribir es lo que se conoce como una actividad sobreaprendida. La imagen de nuestra letra queda almacenada en el cerebro, como un programa de software en el disco duro. Cuando escribimos, esa imagen es emitida hasta nuestra mano. En el camino, miles de instrucciones complejas pasan del cerebro a los nervios y los músculos del brazo y la mano.

Nuestra letra es un marcador de nuestra individualidad. Dos personas pueden haber aprendido a escribir utilizando los mismos métodos y, sin embargo, nunca escribirán igual, aunque sean gemelos. En un estudio promovido por el Laboratorio Postal de Estados Unidos -la misma organización que llevó a cabo la búsqueda de los responsables de las cartas de ántrax que aterrorizaron a América en 2001-, seis peritos calígrafos compararon la escritura de quinientos pares de gemelos y mellizos a lo largo de varios años. Los resultados que obtuvieron los sorprendieron. Pese a la cantidad de similitudes físicas y psicológicas que había entre ellos, las letras de los gemelos mostraban la misma variación que se produce entre dos personas sin relación alguna.

Los grafólogos dicen que pueden conocer el carácter y la psicología de la gente a partir de su letra. La escritura frenética y violencia de Hitler sugiere la ferocidad e inhumanidad que mostraría como líder político. La verticalidad de la caligrafía de Lincoln nos acerca al hombre honesto e incorruptible que era. Podemos perder miembros del cuerpo o sufrir discapacidades, pero la imagen de nuestra letra que tenemos grabada en el cerebro no se nos borrará nunca.

Son muchos los factores que le dan forma: nuestro lugar de nacimiento, nuestro coeficiente de inteligencia y nuestra edad; el sistema de escritura que nos fue enseñado; el instrumento con el que aprendimos a escribir; incluso el tamaño de nuestras muñecas y nuestros dedos. Basta con observar una clase de primaria de un colegio cualquiera: no hay dos niños que se sienten igual o que cojan el lápiz de la misma manera. [...]. La forma en la que suben y bajan los trazos del lápiz, la presión que ponemos en el papel; el espacio que dejamos entre las letras y las palabras; el tamaño y la regularidad; el punto que ponemos en la i y el travesaño de la t... todos y cada uno de nosotros hacemos casi todas estas cosas de forma distinta. A nuestra letra puede afectarle el hecho de que estemos de pie o sentados, que hayamos consumido alcohol o cafeína, que tengamos estrés o que estemos enfermos; incluso que acabemos de hacer el amor. Una de las pocas cosas que no le afecta es el sexo. Del que escribe. Los hombres y las mujeres raramente muestran diferencias discernibles en la letra.

Seguirá...

- - - - - - - - - - - - - -

Notas tomadas del libro La poeta y el asesino,  de Simon Worrall.

domingo, 17 de noviembre de 2013

Cartas a Nuria, Ramón Parés

Cartas a Nuria, Ramón Parés

La historia de la humanidad es la historia de su ciencia. Los hombres hemos avanzado a lomos de nuestros descubrimientos científicos y tecnológicos, en una apasionante aventura que comenzó hace millones de años. Genios científicos, eruditos, mecenas, excéntricos... todos colaboraron con su grano de arena en el colosal edificio científico que hoy conocemos.

Ramón Parés nos narra, de forma divertida, rigurosa y amena, los episodios más destacados de la historia de la ciencia, desde sus orígenes hasta la actualidad. Y lo hace en forma de cartas remitidas a su hija Nuria, una original manera de reflexionar sobre el genio científico de la humanidad. Gracias a nuestro irrrenunciable afán por explicarlo todo, hemos ido avanzando desde las explicaciones mágicas y religiosas que le dimos en la antigüedad a todos los fenómenos, hasta los conocimientos actuales basados en el método científico.

No está mal, pero esperaba bastante más de este libro. Tengo muchos de este estilo y ninguno me ha dejado tan fría como éste. No tengo nada que criticar respecto del contenido (bastante completo), ni de la forma en que está escrito (buena prosa, en general), ni siquiera de la forma epistolar en que fue concebido... Entonces, ¿qué? Pues que no ha logrado engancharme en ningún momento. No me ha sorprendido. No me ha dejado con los ojos abiertos por la alucinación ni me ha arrancado exclamaciones de admiración. Lo dicho: no está mal, pero esperaba bastante más de este libro.

jueves, 14 de noviembre de 2013

Mañana será otro día

Mañana será otro día

Hoy le pregunté a mi jefe de estudios (tan chulito que salía él de su despacho, en plan cowboy de Oklahoma, con sus jeans y su camisa vaquera) dónde se había dejado los revólveres. Sonrió o se le agrietó la boca, no sé, y luego le vi hacer otra muesca junto a mi nombre en la lista negra.

Hoy, después de escapar por los pelos de una melé de críos de 1º que me habían arrinconado tras mi mesa (Profe, ¿puedo ir a la taquilla? Prooooofeeeee, se me ha caído el capuchón del boli. Profe, Fulanito no me habla. Profe, me duele la rodilla. Profe, ¿puedo ir al baño? Profe, ¿has corregido los exámenes? Proooooofeeeee, Fulanito se ha sentado en mi sitio. Profe, profe, profe, profe...), después de escapar, digo escribí en la pizarra:  No contesto chorradas. ¡¡Poneos a estudiar!! Uno me preguntó: ¿Y si es importante? ¡Será memo! Si te estás muriendo, puedes levantar la mano para que avise a una ambulancia. ¿No es obvio? Otro levantó la mano. Lo miré ceñuda: ¿He de avisar a una ambulancia? Negó con la cabeza. Nadie volvió a hablar y yo pude corregir en absoluto silencio durante toooooda una hora.

Hoy, durante la hora de después de comer, una compañera se lamentó en mi oído: Hay tanto toca narices en este claustro... Déjalos -le susurré en el suyo-, nosotras estamos ganándonos una nube bien, pero que bien alta, y cuando cada mañana salgamos a barrerla... Mi cepillo imaginario alcanzó el borde de la nube y barrió hacia afuera. Las dos miramos al fondo. Allí abajo, abajo... Mi compañera se marchó al ordenador riendo a carcajada limpia. Se la oyó decir: Les caerá toda la porquería de la nube en el infierno. Todos la miraron, pero nadie la entendió.

Hoy, después de semanas de no aparecer por la sala de profesores, la honré con mi presencia. Al poco, entró en ella el profesor decano del colegio. 
Vaya -dijo-, parece que hay un intruso en la sala. 
Algunas cabezas se levantaron y lo miraron interrogativas. Le sonreí sin levantar la vista de los exámenes. 
-¿Me echabas de menos, F? 
-Sí.
-Por eso vine.

Hoy, antes de marcharme a casa, oí que el jefe de estudios nos apremiaba para que nos apuntáramos en la lista de la lotería navideña. Alguien le preguntó cuánto tocaba y él contestó que un duro la peseta. No pude evitar imaginarlo con levita y lazada al cuello, reloj de cadena sujeto a la presilla del pantalón y casi, casi que monóculo colgando de la pechera. No, no pude evitarlo y lo llamé decimonónico. Al salir por la puerta de la sala de profesores le vi tomar el escoplo y sacar de nuevo la lista negra... Bajé la escalera pensativa... ¡Qué cascarrabias! ¿Qué habría hecho si hubiera confundido la palabra y lo hubiera llamado nonagenario? (He de averiguar si en las próximas compras previstas por el departamento está anotada una taladradora automática).

Hoy, al llegar a casa, estuve pensando y, ¿sabes, F?, a lo mejor no es tan buena idea que me prodigue tanto por la sala de profesores. Tendrás que seguir echándome de menos. 

O no...

Eso fue hoy, pero mañana será otro día.

Girls

Girls





Ha, ha, ha. So true!!

Knocker-uppers

Knocker-uppers



A forgotten profession: In the days before alarm clocks were widely affordable, people like Mary Smith of Brenton Street were employed to rouse sleeping people in the early hours of the morning. They were commonly known as ‘knocker-ups’ or ‘knocker-uppers’. Mrs. Smith was paid sixpence a week to shoot dried peas at market workers’ windows in Limehouse Fields, London. Photograph from Philip Davies’ Lost London: 1870-1945.

Los relatos del ingeniero andante, José Docavo

Los relatos del ingeniero andante, José Docavo

El autor del libro Los relatos del ingeniero andante me pide que comparta con los lectores de Finis Terrae la siguiente información: la descarga del volumen I del libro se ofrece hoy (y hasta mañana por la mañana a las 9:30) de forma gratuita. en Amazon.

Yo ya me lo he bajado y, por lo que he leído, parece que las críticas son buenas. 

Mis mejores deseos a José Docavo con su libro. ¡Mucha suerte!

viernes, 1 de noviembre de 2013

España invertebrada

España invertebrada

El joven Rebolledo se fue por el pasillo con un libro en la mano gritando que aquello no era justo, que era un abuso, que a ninguno de sus amigos les hacían eso, que qué ganas tenía de que pasaran tres años para cumplir 18 y hacer lo que le diera la gana, que era increíble, que menuda pérdida de tiempo, que había quedado a las ocho en el metro, que iba a llegar tarde por su culpa, que mamáaaaaaa, que por favor, que le hiciera entrar en razón a papá...

El joven Rebolledo entró en su cuarto, dio un portazo [...], tiró el libro contra la pared como si arrojara una tarta a la cara de un payaso, se sentó en la cama y golpeó con el puño cerrado el colchó viscoelástico, que ni se inmutó. El joven, con la almohada en la cara, gritó un millón de palabras prohibidas. Después, se levantó, caminó hasta el fondo de su dormitorio, recogió el libro, se volvió a sentar en la cama y pasó hojas crispado mientras musitaba "No es justo".

Cuarenta y cinco minutos después, el joven Rebolledo salió de su cuarto, atravesó el pasillo, entró en el salón y alzó la voz: "¡Ya!". Su madre le miró con una sonrisa. Su padre levantó los ojos por encima del periódico, dobló el diario, lo dejó apoyado en la mesita de café, miró recto a los ojos de su hijo y dijo: "Segundo apellido".

El joven Rebolledo se mordió el labio inferior, dudó durante un segundo y dijo: "Olabarrieta" y después, sin que le preguntaran: "Nació en Pasajes, en Guipúzcoa". A su padre se le rizó la comisura de la boca y preguntó: "¿Cuántos hombres defendieron Cartagena junto a Blas de Lezo?". El joven contestó de mala gana: "España sólo tenía seis navíos de guerra, alrededor de tres mil soldados y medio centenera de indígenas flecheros contra los 186 barcos de la Armada británica y unos treinta mil soldados ingleses y voluntarios de las colonias de Virginia".

Su padre tomó un vaso de agua, le dio un sorbo pequeño y dijo: "¿Nombre de la nave capitana?". El joven dudó: "¿Ga, ga..., esto... Galicia?" Su padre asintió: "¿Qué gritó el almirante Vernon cuando fue derrotado?" El joven Rebolledo miró derecho a los ojos de su padre y masculló: "¡Que Dios te maldiga, Lezo!".

El padre dejó el vaso sobre la mesita sin decir palabra. El joven Rebolledo desmayó los brazos y preguntó: "¿Ya me puedo ir?". Su madre sonrió y su padre dijo: "Sí, claro". El joven salió corriendo al recibidor y cuando abrió la puerta aún pudo oír a su padre gritar: "El año que viene, si quieres ir a otra fiestecita de Halloween te tendrás que aprender la noche triste de Cortés, ¿estamos?".

Por José Antonio Fúster, en La Gaceta. Viernes, 1-Noviembre-2013

- - - - - - - - - - - - - - - -

Desde hace más de un año, en mi casa ya no se escucha ningún otro idioma, en la tele o en la radio, que no sea inglés. Ayer, mientras me aseaba después del desayuno, escuchaba la radio de Vaughan. Sin perderme en pormenores que alargarían el texto, simplemente contaré que, en determinado momento del programa, Vaughan trajo a colación al Gran Capitán. Hizo una pausa tras pronunciar este nombre, durante la cual debió de mirar a los alumnos que le acompañaban en el estudio, y preguntó: Do you know who he is? Uno de los alumnos, doy por supuesto que aquél al que le había dirigido la pregunta, musitó una negativa casi inaudible. And you? Preguntó a otro. La respuesta fue la misma. And you? And you? And you? Lo hizo con los tres o cuatro alumnos con los que comparte mesa de estudio cada mañana. La repetitiva pregunta obtenía siempre la repetitiva y humillante respuesta. Ninguno de ellos lo sabía. Yo, para entonces, tragaba buches de agua con gel y gritaba desde la ducha: Gonzalo Fernández de Córdoba, Gonzalo Fernández de Córdoba, caray -como si pudieran escucharme-, ¡¡Gonzálo Fernández de Córdoba!! cada vez que oía uno de esos humillantes and you?

De repente, Richard Vaughan volvió su atención al que primero había recibido la pregunta y esta vez le lanzó otro tipo de cuestión:
-Have you heard of Washington?
-Yes, I have.
-Have you heard of Lincoln?
-Yes, I have.
-Have you heard of...
Y así continuó con una retahíla de figuras históricas norteamericanas. La respuesta del alumno fue siempre la misma: Yes, I have. Entonces Vaughan se detuvo un instante y resopló. Este es el problema de España, dijo. Tenéis cientos de figuras heróicas, pero no conocéis a ninguna. No las tratáis con orgullo, no construís vuestra historia presente a lomos de la pasada. Por eso España continúa estando invertebrada

- - - - - - - - - -

Ay, señor Rebolledo, si hubiera más padres como usted, otro gallo cantaría.

A Santa Compaña, Golpes Bajos

A Santa Compaña, Golpes Bajos

Por recomendación de Urumo, este año toca A Santa Compaña:


Belén 2013

Belén 2011