Superando complejos de escritor
Los escritores tienen complejos, o quizá sólo los aprendices de escritor, o tal vez sólo los tenga yo. El caso es que hay asuntos sobre los que me cuesta sudores escribir y una vez se me ocurrió pensar que, a lo mejor, escribiendo sobre ellos acabaría por curar esa especie de manía psicótica, como la de pensar que con mis textos hacía perder el tiempo a los demás, o como la de ser incapaz de escribir una escena de amor, aunque toda ella estuviera condensada en un sencillo (y casto) beso -en esta ocasión no lo conseguí e hice pasar un autobús por delante-, pero aquel primer paso me llevó, con el tiempo, a escribir una sencilla (y bastante casta) escena de sexo en una de mis historias, que, no obstante, está a buen recaudo en mi ordenador.
Otro de mis complejos es el de la construcción de personajes soeces y embrutecidos. Parece que fueran a confundirme con ellos, que fueran a creer que hablo como hablan ellos. Y, entonces, ¿qué es lo que suelo hacer? Un asesinato liteario: transformo una mala bestia en una princesita delicada. ¡Zas!, ya me he cargado al personaje y conseguido que el lector de despiporre de mí. Así que he decidido aplicar el remedio explicado en el párrafo anterior: no quieres sopa, pues toma dos tazas.
El ejercicio literario que se me pide para esta semana es la creación de un personaje redondo. Para ponerme en situación, la tarea me obliga a dar una serie de pasos: primero, debo escoger a alguien que haya visto últimamente y que me haya llamado la atención por algo. Estuve pensando un rato y decidí elegir a un alumno al que ayer vi dar una patada a la puerta del pasillo para abrirla. ¿Para qué utilizar las manos si podemos dar coces, eh? Luego le añadí unos años de vida y, conforme a esa edad, contesté las preguntas preparatorias que se me hacían antes de colocar a mi personaje en una escena. Las instrucciones eran sencillas: no pienses al contestar las preguntas. Déjate llevar por lo que un personaje así inspiraría.
Le enseñé las respuestas a MGae. Me dijo que (ella conoce al alumno de la patada) le irían que ni pintadas. Le pregunté que qué le parecía si las publicaba en el blog. Ella me contestó que no, que eran desagradables y ordinarias (sonreí: eso era justo lo que buscaba). Y, además de sonreír, decidí no seguir su consejo y publicarlo. Un pasito más en mi superación de complejos. Al fin y al cabo, yo no soy Aníbal Foster (¿alguien hace asociación de ideas con el nombrecito?, jajaja). Y el que crea que lo soy, es que no tiene ni idea de lo que tiene que hacer un escritor, o un aprendiz de escritor, o al menos yo, para dar vida a un monstruo como éste.
Ahí va, pues, la primera parte de mi ejercicio (MGae, quedas disculpada de comentar esta anotación) ;-)
Paso 1
En esta
ocasión, vamos a sacar a nuestro personaje del mundo real. Vas a tomarte un día
completo, desde que te levantes hasta que te acuestes, para buscar entre las
personas que veas fuera de tu casa a aquella que se convertirá en tu personaje.
Puede ser una vecina, el quiosquero, un compañero de trabajo, una amiguita de
tu hijo, un jubilado que veas en el metro, una chica con quien te cruces por la
calle, un obrero de la construcción subido a un andamio...
Escógela y
ponle un nombre ficticio.
Nombre ficticio: Aníbal Foster
Paso 2
Supongo que
si has elegido a esa persona (y a ninguna otra de las decenas que te has
encontrado a lo largo de la jornada) será por algo. Trata de expresar esa razón
por escrito en un par de líneas.
Es un personaje de espíritu
embrutecido cuyas formas sociales son inaceptables y que cree que el mundo
tiene que aguantarle como es. Es
todo lo que un espíritu refinado rechazaría.
Paso 3
A
continuación, transforma lo anterior en un rasgo del personaje en forma de
adjetivo o de frase adjetiva: «soez», «enfadado con el mundo», «dulce»,
«sonámbula», etc. No tiene por qué ser un rasgo exagerado (no estamos ante la
construcción de un personaje plano, sino redondo), pero sí va a ser uno de sus
principales rasgos.
Es soez y embrutecido.
Ahora,
inventa (como ves, nos vamos alejando de la realidad) otro rasgo que se oponga
de algún modo al que has elegido y únelo al primero mediante la conjunción pero
o aunque («soez pero amable con los animales», «enfadado con el mundo aunque tierno
con su nieto», «dulce pero interesado», «sonámbula pero enamorada», etc.). Ya
tenemos, pues, a un personaje un poquito contradictorio y bastante humano.
Soez y embrutecido, pero con sus bárbaras acciones intenta
ganarse el respeto y admiración de sus amigos porque necesita ese apoyo
emocional.
Paso 4
Ha llegado
la hora de meterte en la piel de tu personaje. Haz que él mismo conteste
brevemente al siguiente test de una forma detallista y no genérica. Tú,
mientras tanto, no pienses ni frunzas el ceño: disfruta, sonríe, déjate llevar
por lo primero que le venga a la cabeza a tu personaje. No tienes nada de lo
que preocuparte. De hecho, no tienes nada que hacer. Tu personaje (no lo
olvides) está haciendo el trabajo por ti. Lo digo en serio.
Nombre y apellidos: Aníbal Foster
Acción
- ¿Qué haces nada más levantarte por las mañanas? Ir a mear y eructar.
- Has quedado con un/a amigo/a en un bar o en otro lugar que se te ocurra, ¿qué haces (cómo te mueves) al entrar hasta localizarlo/a con la vista? Entro como si el mundo me perteneciera, echo una ojeada alrededor con mirada desafiante. Cuando localizo a mi amigo, me dirijo hacia él de forma directa. Soy grande y fuerte, así que no espero que nadie se atreva a interponerse en mi camino.
- Cuéntanos algo que hagas solo cuando nadie te ve y que te avergüence. Lloro porque la mujer que me gusta no me corresponde.
Habla
- Busca una situación en que le digas algo a un/a niño/a que está llorando (solo tienes que registrar el diálogo, una o dos líneas).
–¿Por qué lloras, chaval?
–Porque aquellos chicos me han
quitado la pelota.
–Los hombres no lloran, ¿no lo sabes
o qué? Si te ven llorar, creerán que eres un marica. Ve a enfrentarte con ellos,
dales cuatro leches y recupera el balón. No seas gallina.
- Elige a alguien a quien pedir un favor. ¿Con qué palabras exactas se lo pedirías?
–Eh, tú, tío, tengo el alerón del
coche jodido. A ver si me lo arreglas.
- Quéjate en voz alta de algo que no te guste.
–Me tienes hasta los huevos, Manolo.
La carne siempre está fría y no me gusta la verdura, ya te lo he dicho. Ponme
unas patatas fritas, coño, que siempre me haces lo mismo.
Apariencia
- Fíjate en tus pies y traslada, a través de una descripción de estos, cuál es la imagen que crees que das a los demás.
Tengo los pies tan grandes que piso
a todo aquel que se acerque demasiado. Me cuesta encontrar zapatos de mi número
y siempre tengo que llevar zapatillas de deporte. Lo peor es que las jodías
acaban siempre por romperse por delante y asomo el dedo a los cuatro días. Al
que se cachondea de mí le hundo el cráneo de un puñetazo, pero el frío y la
humedad del invierno no hay quién me lo quite. Esos se cuelan sin permiso y no
hay golpe que les valga pa marcharse. Creo que son feos. Creo que son demasiado
grandes para que le gusten a nadie. Quizá por eso no le gusto a la Vane.
- Ahora descríbenos tu cara trasladando qué imagen tienes de ti mismo/a.
Yo creo que soy normal, pero, cuando era un chaval, una
profesora del colegio me dijo que no tenía alma. Que era una
mala bestia. Me miro al espejo y sólo veo a un tío cabreado. No es que lo esté,
la verdad, es que la costumbre de ir dando miedo por ahí me ha dejado un careto
de mala leche que ya no puedo evitar.
- ¿Cuál es el objeto pequeño al que le tienes más apego? ¿Crees que te define? ¿Por qué?
Un llavero que le birlé a un
profesor en el colegio. Es ovalado, de metal y pesa como un demonio. No sé si
me define, pero me sentí muy satisfecho cuando se lo birlé sin que se coscara.
Llevarlo es como demostrarme que puedo hacer cualquier cosa. Es como un
talismán: haz lo que te dé la gana, que nada te pasará. Tú eres más listo que
nadie, tío. Además, cuando tengo que darle una tunda a alguien, lo meto dentro del puño y pego con más fuerza. Les dejo el careto hecho un asco.
Pensamiento
- Evoca dos cosas de las que te acuerdes y dos de las que no te acuerdes.
De chaval me gustaba aplastar las
latas de Coca-Cola en el recreo con una sola mano delante de mis colegas. Los dejaba alucinaos. Cualquiera se atrevía a decirme fu después de ver lo que podía hacer
con una lata y una sola mano. Un día, golpeé a mi mejor amigo porque me había
hecho una faena. Le di fuerte. Demasiado fuerte, hasta yo me hice daño. Me acuerdo de que le sangró la nariz. Era un buen colega y me arrepentí.
Sólo se da tan fuerte a los gilipollas. Le pregunté si le había hecho daño,
como si no fuera evidente, y me mandó a la mierda. Joder, aquello me dolió.
No me acuerdo de lo que hacía en
clase. Sé que era un pésimo estudiante y que cada día me ganaba un castigo.
Pero realmente no me acuerdo de cómo pasaba aquellas horas interminables. Tampoco me acuerdo muy bien del día
que mi padre se fue de casa. Recuerdo a mi madre llorando en la cocina y el
portazo que dio mi padre al salir. Recuerdo que los había oído discutir mil
veces, pero no me acuerdo de la discusión de aquella noche.
- Expón un pensamiento recurrente que por nada del mundo revelarías a nadie.
¿Por qué no me quiere la Vane?
- Te despiertas en medio de la noche, inquieto/a, y vas al baño a orinar. Por favor, déjanos asistir a tu flujo de conciencia, a lo que piensas a tiempo real, mientras ejecutas esa acción.
Venga, tío, acaba de mear de una
vez, que estoy muerto de sueño. Tardo menos en hacerme una paja que en mear,
coño. Y hace un frío del carajo. A ver si sacudiéndomela se despierta la jodía,
mea de una puta vez y me deja volver a la cama.
- Uno de tus seres queridos (elige quién) te dice: "Eres maravilloso/a". ¿Qué piensas inmediatamente?
Vete a tomar por el culo, mama. Si
alguno de mis amigos te oye decir eso, te juro que no me ves más la jeta.
Bueno, yo tampoco, como MGae, me siento muy a gusto escribiendo así, pero al fin quien habla es Aníbal Foster. Si algún día tengo que utilizarlo en un texto de verdad, seguro que suavizo el asunto, pero de momento ya me he forzado y he avanzado un poquito: puedo hacer hablar mal a la gente, puedo embrutecerla y quizá hasta conseguir que al lector le caiga mal.
Próxima parada: el Paso 5 de la tarea. Veremos cómo me las apaño para llevar a ese bruto hasta el papel. Veremos si soy capaz de construir un personaje redondo con ese alumno proyectado hacia el futuro y veremos qué dicen mi profesor y mis compis. Aunque seguro que la sangre no llega al río, jaja. Tengo una compañera que escribió una escena de sexo tan explícita y brutalmente visual, que me ruboricé al leerla (aunque estaba sola en casa y nadie me miraba). Lo peor fue la de vueltas que tuve que dar hasta encontrar una manera de comentar su texto. Así que supongo que mi bestia no dará tanto de qué hablar, pese a mis complejos.
Y esto es todo. Hasta la próxima.