Llámeme James Joyce, por favor
No soy yo de las que piensan que entre las circunvoluciones de mi cerebro se halla agazapada, dispuesta a saltar a la pantalla del ordenador, la obra que hará temblar al mundo de emoción. Así, de repente…, una mañana me levanto, soy James Joyce y el coñazo del Ulisses está tecleado por arte de birlibirloque en el ordenador.
…
–¿Cómo? ¿Dijo coñazo? ¡Blasfemia! ¡Anatema! ¡Condenemos este blog a las tinieblas de Internet.
–Sí, he dicho coñazo y lo mantengo.
–¡A la hoguera, a la hoguera!
–¡Pues no me retracto, no!
–¿No?
–No.
–Entonces, al infierno contigo…
…
–¿? Sigo aquí…
–Aún te damos otra oportunidad. ¡Retráctate!
–No.
–¡Abjura!
–Que no, oye.
–Pues al infierno contigo.
–¿Va a pasar lo mismo que antes?
–No, esta vez va en serio.
–¿En serio?
–Que sí, que va en serio.
–Entonces…, si esta vez va en serio…
–Bueno, ¿te retractas o qué?
–Vale…, si no queda otro remedio… Pero…, e pur si muove.
–¿Qué has dicho tan bajito?
–¿Yo?
–Sí, leñe, tú… ¿Quién va a ser, si no?
–Yo, nada.
–Algo has dicho.
–¡Qué va!
–¡Que sí!
–¡Que no!
–¡Bah…!, vámonos. Éste es un blog muy poco serio. No hay peligro de que nadie venga a leer los ultrajes que se vierten en él.
–Pues, hala…, con viento fresco…
…
–¿Hay alguien ahí…? ¡Eeeeeeeeeeeooooooooooooo! Vaya…, se fueron… Entonces sigo:
Decía que jamás me ha cruzado el magín la loca idea de creer que albergo en mi interior un genio que un día estallará y dará al mundo una obra de arte y un nombre que clasificar junto a Cervantes, Shakespeare o Dante. ¡Qué va! Lo mío es pura intrascendencia. Lo único que tiene de especial, para mí, naturalmente, es que esa intrascendencia, cualquiera de las bagatelas literarias que nacen de mi cabeza, es mía. Sí, ahí, en ese pronombre posesivo, se encuentra su excepcionalidad, lo que le hace exclusivo.
No hay, pues, deseos de grandeza, ni se ambiciona la fama (¡qué coñazo!), ni voluntad de enriquecimiento. ¿De qué se trata, entonces? Quizá una pizca de halago sí se anhela…, sí…, pero no es imprescindible. Tal vez lo que se busca es…, simplemente…, solaz y… ¡Bah, qué más da!
5 comentarios:
¿Qué ser apasionado por la lectura no sueña con ser ese Shakespeare u otro Dostoievski? Hagamos ahora lo necesario para lograrlo pero teniendo cuidado en no tropezar como hizo la lechera.
¿Y qué es lo necesario? Ojalá tuviera la fórmula.
De vez en cuando me permito soñar que vivo de la literatura (es un recreo agradable para una mente agobiada y medio alienada que descansa y disfruta con tales ensoñaciones), pero cuando me percato de que comienzan los desvaríos..., me incorporo de inmediato y pongo los pies en la tierra, bien asentados de manera que no me permitan escapar a la realidad y madarlo todo a la porra.
Soy muy cauta, quizá demasiado. Tal vez, incluso, pusilánime, por ello será difícil que me alcance el tropezón de la pobre lechera soñadora.
Saludos, Anónimo.
S. Cid
"Escapar a la realidad"... Lo he oído mil millones de veces... y ésta es la primera que pienso en ello. En realidad sería "escapar de la realidad", ¿no?
Autolección del viernes. Me lo anoto y me lo aprendo.
Saludos de nuevo.
S. Cid
No creo que sea necesario enviarlo todo a la porra y mucho menos evitar esas escapadas a la irrealidad, ¿qué seríamos sin nuestros sueños en esta desastrosa sociedad? No hay nada en lo que podamos ser tan libres como somos en ellos.
La pregunta no es "¿por qué ellos han logrado traer una obra de arte al mundo y no yo?", sino "¿qué hago yo para conseguirlo? ¿por dónde empiezo y cómo sigo?" Aún hay tiempo para que ese sueño se haga realidad.
Yo pienso que el secreto se encuentra en la confianza, en la perseverancia... por encima de todo en la superación de uno mismo. No hay mejor ejemplo que el de Juan Salvador Gaviota pues, incluso siendo excluido de la bandada, logró volar tan alto como quiso.
Si de verdad se desea, ¿por qué pensar que no va a suceder? Mejor es creer que está a la vuelta de la esquina y tal vez nos sorprenda estando exactamente ahí.
Quizá tengas razón. Desde luego no anulo a proposito mi capacidad de creer en mí misma, es la propia vida la que lo hace (siempre en lo que se refiere al ámbito literario, por supuesto. No estoy hablando en ningún caso de otros ámbitos de mi vida). Pero coincidirás conmigo en que la cosa está difícil...
No obstante, confieso que algo de lo que dices sí encuentro en mi interior. Siempre se espera que los sueños se hagan realidad: ya sea a la vuelta de la esquina o en el futuro. No lo descarto, desde luego, pero tampoco baso mi existencia en la realización de algo que puede no ocurrir.
En cuanto a la perseverancia..., no puedo dejar de admitir que tienes la razón cien por cien. ¿Era Picaso quien decía que la inspiración, cuando llega, tiene que pillarte trabajando? Perseverancia y trabajo duro es el secreto de casi todo éxito.
Por cierto, abundo en la lección semántica. Me gusta la expresión que utilizas: "escapadas a la irrealidad". Ésa sí es una expresión correcta y, además, muy visual.
Saludos.
S. Cid
Publicar un comentario