Un jour ensoleillé II
· Ya estoy casi, casi…, sí, sí, casi en la M-30. Vamos…, chiquitines…, moveos un poco. Llevo 20 minutos aquí parada. El sol cae de lleno sobre la ventanilla del conductor. Se me está cociendo el brazo izquierdo… ¡Me voy a poner como un cangrejo! Ahí veo la incorporación a la M-30 y el desvío hacia Méndez Álvaro. Esta vez no hay duda: a la porra la M-30: volantazo a la derecha (a medio kilómetro por hora no es un volantazo peligroso). Visto lo visto…, probaré a meterme por la ciudad.
· Ya estoy casi, casi…, sí, sí, casi en la M-30. Vamos…, chiquitines…, moveos un poco. Llevo 20 minutos aquí parada. El sol cae de lleno sobre la ventanilla del conductor. Se me está cociendo el brazo izquierdo… ¡Me voy a poner como un cangrejo! Ahí veo la incorporación a la M-30 y el desvío hacia Méndez Álvaro. Esta vez no hay duda: a la porra la M-30: volantazo a la derecha (a medio kilómetro por hora no es un volantazo peligroso). Visto lo visto…, probaré a meterme por la ciudad.
· Venga, tío, un poco de carácter, por favor, que se va a cerrar el semáforo… ¡Hey, qué bien! ¡Pasé, pasé…! :-). Madrid está mucho mejor que sus carreteras. En un periquete me planto en la salida de la A-3. Vamos, un poco de ánimo. Once kilómetros más y habré alcanzado mi meta. Carril de la izquierda y a todo trapo.
· Llegué… Son las 4 y 20… Me disculpo: la carretera, atasco, bla, bla, bla… El tío me mira con cara impasible. Le sonrío. No da resultado. ¿Tal vez si me arrastro por el suelo del taller…? Vale, lo cogen. Estará listo a las 7 de la tarde. ¿¿¿A las 7??? Miro el reloj de nuevo. No se ha movido un segundo: las 4 y 20. Vamos, vamos…, contrólate… Piensa que te educaron bien… No te acuerdes de sus muertos… Vale, no me acuerdo de nadie. Necesito un bar… Un bar con aire acondicionado y una coca-cola helada. Ahí está… El tío debe de ser de Segovia, porque el bar se llama El Acueducto… ¿Y qué me importa eso? ¡Coca-cola, coca-cola…, por favor!
· 5:30. Suena el móvil. El coche ya está. ¡Bien, bien, bien! Al final ha sido sólo una horita. Voy para allá rauda y veloz cual gacela. La chica de la oficina me sonríe mientras me pone la factura delante de las narices. Va punteando con un boli cada una de las cositas que me han hecho: filtro del aire acondicionado, aceite del motor, aceite de no sé qué, bla, bla… y… “éste es el impuesto por reciclaje del aceite usado…” Impuesto por tener macetas en las ventanas, impuesto por el agua que las canales vierten sobre tu finca en tu casa de campo. Impuestos, impuestos, impuestos… Vale, venga, el mundo es así, sigamos: último punteo de la niña de la oficina: mano de obra: 55 € la hora más el IVA… ¿¿¿Sesenta y cuántos euros por mano de obra??? ¡Joder! (permítaseme de nuevo el taco). ¿Pero qué tengo yo? ¿Un humilde Kia o un transbordador espacial? Con estos honorarios…, me lo tiene que haber revisado, por lo menos, por lo menos…, un ingeniero de la NASA.
Y de nuevo: continuará…
2 comentarios:
Se te ve dolida eh!
¿es por lo que te dije ayer?ah,claro como soy tu única seguidora..No,no tienes que seguir siendo mi profesora toda la vida,cursilona.
Hala ya me he leido el trocito de hoy,pero que sepas que me voy dolida por tu comentario aunque con la cabeza bien alta.
Lo del brazo a por fuera de la ventanilla me recuerda a los macarras de antebrazos peludos y collar de oro al pecho. Además, me traen a la mente a ese componente de Parchís que se quedó manco por viajar de ese modo.
En cuanto a los talleres, los hay de todo tipo, desde los que te atienden con batas blancas como si fueran todos médicos o ingenieros hasta los de toda la vida, con tipos enfundados en monos azules sudados y con las paredes revestidas de calendarios de tías en pelotas.
Un saludo.
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