Y ahora, ¿dónde los pongo?
Ya señalé en estas páginas que los lugares donde una puede hacerse con un libro son múltiples y variados, y, para ejemplificarlo, conté cómo y dónde adquirí un título clásico que faltaba en mi biblioteca: Las aventuras de Tom Sawyer. No ha sido éste el único libro que ha venido hasta casa directamente desde un supermercado. Algunos más han llegado de la misma manera. Sin viajar muy atrás en el tiempo, ayer mismo entraron a formar parte de mi hogar 5 nuevos títulos directamente traídos desde el Carrefour, junto con la compra semanal, que acompañan ya, en el mismo estante, a los dos que adquirí la semana pasada..., sí, también al hacer la compra semanal (me estoy planteando seriamente hacer una compra mensual, porque el problema del espacio -sin ser acuciante, como para otros- comienza a aparecer en lontananza).
Os aseguro, amigos, que jamás llevo anotado en la lista de la compra el título de un libro. Como todas las listas de la compra, la mía es prosaica y práctica. Sin embargo, ¿cómo resistirse? Antes de llegar a la leche, las verduras o el pescado, hay que pasar necesariamente por la sección de libros, y allí, anunciado con grades cartelones de oferta, hay normalmente un stand donde se apilan libros con títulos atractivos y buena encuadernación (para excitar aún más tu interés) por ¡¡¡5,95!!! euros. ¿Cómo no picar? Yo ayer me tragué 5 anzuelos (y no fueron más porque hice un sacrificio supremo a fuerza de voluntad). Estos son los elegidos:
Las torres del olvido, de George Turner. Fue la novela ganadora del premio Arthur C. Clarke 1988 y nominada a los premios Nebula. Empecé a leerla ayer en el coche mientras esperaba que abrieran la tienda donde pienso comprarme la mesa de centro que aún no tengo (sí, voy apañándome con un cestón de mimbre donde no puedo apoyar ni una taza de café porque se cae, de manera que finalmente me he decidido a comprar la mesita de las narices, pero eso no viene a cuento, así que mejor me callo al respecto). De momento me va gustando, pero ya os contaré. No obstante, si en el ínterin os apetece saber algo más de ella, podéis visitar este enlace.
Más rápido que la vista, de Claude Cueni, autor de quien ya pasó por aquí una novela, El druida del César, que me encantó. Si aquélla trataba de la conquista de la Galia por César, ésta nada tiene que ver con ello (obviamente). Para abrir boca, os copio la última frase que aparece en la contraportada: ¿Cómo imaginar que un psiquiatra sin escrúpulos podría lograr el respaldo de la CIA? Si os llama la atención, podéis encontrar una brevísima sinopsis aquí.
Para no aburriros demasiado, os muestro simplemente las portadas de los otros tres libros adquiridos:
Lo que no he contado, sin embargo, amigos, es el extraño suceso que acaeció con uno de los libros cuando llegué a casa y me dediqué a colocar cada cosa en su lugar: la verdura, en los cajones de la nevera; el pescado, en el congelador; la fruta, en el frutero y los libros..., los libros, naturalmente, en la estantería. Pero, ¡ay, amigos!, cuál sería mi sorpresa al percatarme de que uno de ellos faltaba. En concreto, Más rápido que la vista. ¿Dónde estaba? Lo busqué por todas partes porque estaba segura de haberlo colocado en la bolsa, junto a los otros, de modo que no se podía haber quedado en el carrito del supermercado. Recorrí la casa de una punta a otra (tampoco hay mucho que recorrer, la verdad) y no lo encontré. Supuse, entonces, que se habría caído en el coche. Bajé al garaje y miré en el maletero, bajo los asientos... Nada, allí tampoco estaba. Estupefacta, me dije que éste sería otro misterio sin resolver, como el del tónico, limpiador facial, que desapareció por arte de birlibirloque un día, después de haberme limpiado la cara con él, y nunca más apareció. Dispuesto el ánimo a aceptar que había perdido el libro, vino la noche, sin embargo, a resolver el misterio cuando, a la hora de hacer la cena, abrí la nevera para sacar unos tomates con los que prepararme una ensalada...
Sí, así de increíblemente aturdido anda mi espíritu últimamente: ahí estaba el pobre libro, aterido y preguntándose qué demonios hacía él allí, sintiéndose observado por los huevos, la leche, la mermelada y las verduras, que lo miraban con desdén, sin entender tampoco la presencia de aquel intruso. Sin embargo, pensé que (no hay mal que por bien no venga) a mi despistada actitud bien podría sacársele un práctico provecho con el que ayudar a un amigo que tiene serios problemas con el espacio para sus libros. De ahí, precisamente, el título de esta entrada: querido Posodo, a tu recurrente pregunta Y ahora, ¿dónde los pongo?, ya hay respuesta: en la nevera. ¿A que nunca se te hubiera pasado por el magín?
- - - - - - - - - - - -
Y para ir terminando, que se alarga ya esto demasiado, pero cambiando de tema: felicito a Bitácora de (mis) lecturas por su segundo cumpleaños que, como en el caso de Finis Terrae, se cumple exactamente hoy :-)
Más rápido que la vista, de Claude Cueni, autor de quien ya pasó por aquí una novela, El druida del César, que me encantó. Si aquélla trataba de la conquista de la Galia por César, ésta nada tiene que ver con ello (obviamente). Para abrir boca, os copio la última frase que aparece en la contraportada: ¿Cómo imaginar que un psiquiatra sin escrúpulos podría lograr el respaldo de la CIA? Si os llama la atención, podéis encontrar una brevísima sinopsis aquí.
Para no aburriros demasiado, os muestro simplemente las portadas de los otros tres libros adquiridos:
Lo que no he contado, sin embargo, amigos, es el extraño suceso que acaeció con uno de los libros cuando llegué a casa y me dediqué a colocar cada cosa en su lugar: la verdura, en los cajones de la nevera; el pescado, en el congelador; la fruta, en el frutero y los libros..., los libros, naturalmente, en la estantería. Pero, ¡ay, amigos!, cuál sería mi sorpresa al percatarme de que uno de ellos faltaba. En concreto, Más rápido que la vista. ¿Dónde estaba? Lo busqué por todas partes porque estaba segura de haberlo colocado en la bolsa, junto a los otros, de modo que no se podía haber quedado en el carrito del supermercado. Recorrí la casa de una punta a otra (tampoco hay mucho que recorrer, la verdad) y no lo encontré. Supuse, entonces, que se habría caído en el coche. Bajé al garaje y miré en el maletero, bajo los asientos... Nada, allí tampoco estaba. Estupefacta, me dije que éste sería otro misterio sin resolver, como el del tónico, limpiador facial, que desapareció por arte de birlibirloque un día, después de haberme limpiado la cara con él, y nunca más apareció. Dispuesto el ánimo a aceptar que había perdido el libro, vino la noche, sin embargo, a resolver el misterio cuando, a la hora de hacer la cena, abrí la nevera para sacar unos tomates con los que prepararme una ensalada...
Sí, así de increíblemente aturdido anda mi espíritu últimamente: ahí estaba el pobre libro, aterido y preguntándose qué demonios hacía él allí, sintiéndose observado por los huevos, la leche, la mermelada y las verduras, que lo miraban con desdén, sin entender tampoco la presencia de aquel intruso. Sin embargo, pensé que (no hay mal que por bien no venga) a mi despistada actitud bien podría sacársele un práctico provecho con el que ayudar a un amigo que tiene serios problemas con el espacio para sus libros. De ahí, precisamente, el título de esta entrada: querido Posodo, a tu recurrente pregunta Y ahora, ¿dónde los pongo?, ya hay respuesta: en la nevera. ¿A que nunca se te hubiera pasado por el magín?
- - - - - - - - - - - -
Y para ir terminando, que se alarga ya esto demasiado, pero cambiando de tema: felicito a Bitácora de (mis) lecturas por su segundo cumpleaños que, como en el caso de Finis Terrae, se cumple exactamente hoy :-)
20 comentarios:
Pues yo que siempre suelo leer algo durante el desayuno ya estoy pensando en guardar el libro en cuestión junto a la margarina ¡ja,ja!
Por cierto felicidades para tí también en este segundo aniversario bloguero ¿Celebraremos el tercero? De momento intentaremos llegar hasta él.
Un beso
Lo de guardar el libro en el frigorífico es para tener lecturas frescas ¿no?
Lo de la mesa de centro lo veo políticamente incorrecto. Cuando dices centro quieres decir derecha y los progres dirán derecha extrema ¡qué manía le sha entrado estos días!
Di directamente que vas a comprar una mesa progresista y asunto solucionado.
¿Has mirado ya si va bien con eso del feng shui?
"El anillo" lo leí hace años y me gustó. Ahora voy a empezar con la última novela del mismo autor: "Prométeme que serás libre".
Un saludo
JAJAJAJAJA!!!! Me parto con las cosas que te pasan, jajajaja!! No sería mala idea lo de guardar ciertos libros en la nevera, para ver si mejoran con el frío... En mi caso podría aprovechar el horno, que está roto... Lo meditaré, jaja!!!
Curioso que Bookworm y tú cumpláis blogaños el mismo día... así que felicidades a las dos, y sí, hay que llegar al tercero!!!!
Besines!
Jajaja
Tengo una amiga que usa el horno para guardar zapatos, así que tú no sufras por usar la nevera como librería.
¿Solo dos añitos?¡Qué joven! Felicidades y que tu bitácora siga conservándose tan bién (es que acaso metes Fins terrae en la nevera también :)
Original sí eres. Lo normal es buscar algo desesperadamente, cuando lo tienes cogido con la mano (lógicamente, nunca mirarías ahí, ¿verdad?).
Tomo nota de la sugerencia, pero no la veo práctica. No sólo acabaré teniendo que leerme todo lo que tengo, sino que también, comérmelo, lo que me sugiere...
¡Ah, y lo más importante!
¡FELICIDADES!
Felicidades por tu cumple. Ya no me acordaba que el tuyo coincidía casi en fecha con el de Bookworm.
Bueno, pues dos añitos ya en Internet y haciendo que tus seguidores habituales y amigos, te sigan (siempre que nuestras obligaciones nos dejen).
Un beso y a seguir con el blog.
- ¿Y de postre que tienen?
- Tenemos un extraordinario "libro" en almibar con virutas de chocolate.
- ¡Me lo pido!
Felicidades,
y siga usted en el tajo,
señorita.
Perdón, perdón, con las prisas se me olvidó felicitarte.
¡Muchas felicidades por el blog!
Una curiosidad: la bicicleta ¿dónde la guardas? ¿no será en la olla?
No es por casualidad que el libro se titulara "Más rápido que la vista", igual te hizo un truco de birlibirloque. Igual lo has dejado hoy en la estantería pero cuando vuelvas a casa te lo encuentras misteriosamente debajo de la almohada.
Es como esa historia, cierta: hubo una vez una inundación en una biblioteca de Venecia y, ¿sabes cómo se titulaba el único volumen que se salvó? Se titulaba: "Cómo preservar los libros de la humedad". Esto es histórico
Y con tantos libros, llevas algo así como un registro (ya no digamos una base de datos?), los ordenas por autor, tema, fecha ... y estante?
Te mando un enorme saludo y muchas felicidades!
Bookworm: ¡Cuidado con la margarina..., que mancha! ;-) Y, sí, así lo espero, que celebremos el tercero... y alguno más ;-)
Caraguevo: Pues lo del centrismo de la mesa, en realidad no es tal. Si se mira desde el sofá, entonces está un poco a la izquierda; si desde el lado opuesto, a la derecha. O sea, que es una chaquetera, vamos...
En cuanto a la bicicleta... está en el trastero, con unas ruedas impecables, por cierto, porque después de usarla siempre las limpio con un libro que me "regalaste" de una escritora que te encanta, te encanta...
Lo de "El anillo" es curioso. Lo encontré en el Carrefour en un stand a un precio de 10€ (o algo así) en bolsillo y justo al lado, en el stand de las ofertas, lo compré por 5,95 en pasta dura. ¡Qué cosas!, ¿eh?
Lady Boheme: Sí, hija, sí..., me pasa cada cosa digna de ser incluida en la "Antología del disparate", jajajaja. Pero, bueno, al menos encontré el libro y, además, le saqué rédito blogueril al asunto.
Sue: ¿Zapatos en el horno? Eso sí que es raro, raro..., ¿eh?
¿Crees que se conserva bien mi Finis? ¿Entonces no necesita un lifting? Jajajaja. Pues mira, eso que me ahorro..., que está la cosmética por las nubes ;-)
Posodo: ¿Qué te sugiere, qué te sugiere, qué te sugiere? Oh, vamos, no me dejes con la incógnita...
Carlos: Gracias, gracias y, sí, continuaré por aquí mientras queden ganas e imaginación ;-)
Bate: Mmmmmmm, srulup (me relamo), qué postre tan rico ;-)
Miguel: Sí, jajajajaja, a lo mejor el título fue el que jugó conmigo ;-) ¿Esa historia de la biblioteca veneciana es cierta? Pues mira que es curiosa. ¡Qué cosas pasan!
Ofilia: Sí, sí, todos mis libros están fichados y organizados. Hace tiempo que pensé informatizar el registro en una base de datos, pero..., ¡uf!, demasiado trabajo, así que continúo con el método antiguo: fichas a mano.
Un saludo a todos, amigos, y gracias por vuestra felicitación y buenos deseos para Finis Terrae.
Entiendo que el panorama literario y más, las editoriales, estamos en un tiempo de crisis bastante fuerte, y que los e-books nos van comiendo el terreno a los libros de papel, pero meter los libros en el federico me parece muy fuerte. No contribuyes en nada en promocionar los libros dándoles más frialdad, si cabe, je,je
Con la semana loca (como las últimas) que llevo, olvidé felicitarte... Mi enhorabuena por los dos añitos de entretenidas lecturas... ¡Ánimo! ¡A seguir!
Por cierto, me han consolado mucho los comentarios de tus seguidores. También en más de una ocasión me he encontrado buscando algo... que luego ha resultado estar en mi mano, o en la cabeza... (las gafas de sol, por ejemplo).
Lo dicho, tironcillo de orejas al blog.
Y el libro de La Innombrable ¿dónde lo tienes? No, no, ahí no vale.
Carlos: Jajajajaja, tienes razón: necesitan calorcito. La próxima vez, al horno, como los zapatos de la amiga de Sue.
MGae: Hola, doña silenciosa. En cuanto a lo de buscar, buscar..., tú siempre estás buscando algo (y no..., no porque lo lleves en la mano). Si es que no se puede llevar un MacBolso tan saturado. Bien es verdad que, si algún día te ves en peligro, estarás preparada para escapar en plan McGiver gracias a la cantidad de aparejos, arreos y artefactos que siempre llevas dentro, pero cuando buscas las llaves de tu casa..., hay que ver el ratito que te (nos, a los que esperamos contigo) lleva hasta que las encuentras...
Caraguevo: Sí, sí, claro que ahí sí vale: lo tengo de felpudo en el trastero. Así me deja de limpitas las ruedas de la bici :-p.
Saludos, amigos.
Nada, el liftin es para las (bitácoras) viejas feas y ricas. Y Finis no es de esas.
Bueno, rica no sé. En palabras sí, pero me refería a la otra riqueza, a la que te hace vieja y fea (en fin, me voy a la cama que no me explico).
¿Incógnita? ¿La que figuraba en los antiguos mapas Terra incognita? Tranquila, no te dejo con ella. ¡Me la quedo!
Por cierto, el precio de 5,95 veo que es el 'fijo' de saldo de las editoriales. En El Corte Inglés también es el que ponen en las semanas de no sé cuantismos días. Y es el precio al que suelo ver con cierta frecuencia los libros de tu amigo César.
Un saludo.
Sue: Pero entendido, entendido ;-) Finis te da las gracias por los halagos ;-)
Posodo: Vaaaaleeeee, intriga, intriga, no incógnita. Tienes razón ;-) Pero tú también cometes errores en la escritura. A saber: en la frase que finaliza "...tu amigo César", el "tu" tendría que haber ido en cursiva ;-) O, si no, empezaré también a achacarte su amistad :-p
Publicar un comentario