domingo, 12 de mayo de 2013

¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Adónde voy?

¿Quién soy? ¿Dónde estoy? ¿Adónde voy?

¡Ja, ja, ja, ja, ja!

Acabo de leer que, según dice John Gardner en su On becoming a novelist, hay escritores a quienes les gusta escribir entre el tumulto de un bar mientras que otros prefieren hacerlo en la más íntima soledad. Él es de estos últimos porque, explica, cualquiera que le viera gesticular en busca de los movimientos que va a hacer su personaje lo creería un loco. 

Ja, ja, ja, ja, ja...

Yo me he pasado media tarde sentada en el sillón, apoyado el ordenador de vez en cuando en la mesa de centro, simulando los movimientos que hace un cáustico e hiriente abogado tras su escritorio mientras es interrogado por la policía: ahora cruzo las manos delicadamente sobre el escritorio y esbozo una sonrisa sarcástica, ahora me recuesto en mi sillón y observo con los ojos entornados. Luego me inclino hacia delante. Luego apoyo el codo sobre el brazo del sillón. Sonrío mordazmente mientras suelto una frase despectiva. Y ahora me quedo serio cuando Carter contraataca. 

La única pega que le veo al asunto es la multipersonalidad que voy a desarrollar con tanto ejercicio de identidad, carácter y temperamento: un abogado capcioso, un policía inteligente, una pobre recepcionista joven y asustada, otra que es una comehombres, un sosegado sargento, una desconsolada viuda, un editor cabreado, una secretaria madura y mordaz, o una encantadora mujer que tiene encandilado a nuestro inteligente policía.

¡Qué lío, por favor!

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