Lecturas veraniegas II
Louis Bromfield nos ofrece en La casona una visión de los años de entreguerra en una pintoresca ciudad del sur de los Estados Unidos, dominada por el caciquismo y la inercia que, con mayor virulencia que otras veces, precedieron a la crisis del año veintinueve. Por estas páginas desfilan hombres y mujeres que se agitan febrilmente entre un mundo que desaparece y otro que se anuncia. El autor no se limita a narrar la peripecia humana de los personajes, sino que, a través de ella, nos permite ampliar nuestro conocimiento de una de las primeras potencias de esta hora del mundo.
Esta adquisición pleistocénica llegó a mi biblioteca hace pocos meses directamente desde la de mi tía. Me quedé con la novela porque había leído un par de títulos de este autor: Vinieron las lluvias y Noche en Bombay, que me habían dejado un buen sabor de boca. La casona no me ha gustado tanto. Hay algún personaje interesante y el ambiente provinciano y decadente está bien dibujado, pero poco más. Como curiosidad, simplemente un apunte: el precio del libro fue de 40 pesetas, jaja. Me ha hecho tanta gracia.
En el tercer caso de Víctor Ros, el autor combina personajes y situaciones reales con pura ficción para ofrecernos un apasionante retrato de la Barcelona de finales del siglo XIX. Gerardo Borrás, un acaudalado empresario, toma su coche de caballos para trasladarse a la estación de Sants y viajar a Madrid. Al llegar al fin del trayecto, su cochero se encuentra con que su señor ha desaparecido. A petición de su buen amigo, Alfredo Blázquez, ya que el desaparecido es amigo de su prima, Víctor Ros acude a Barcelona a investigar el caso adentrándose en una compleja y peligrosa investigación durante la cual recorremos con él la populosa Barcelona del siglo XIX; desde los ambientes elegantes del Liceo a los poblados chabolistas de los inmigrantes; Gaudí, Monturiol, los últimos románticos y los primeros modernistas estarán presentes a lo largo de esta novela y acompañarán a nuestro protagonista en la resolución de un gran misterio en una sociedad en plena evolución a las puertas del siglo XX. Un cruce entre Holmes, Marlowe y Espronceda.
Los siento, pero, pese a que la novela presenta una trama interesante y bien hilvanada, El caso de la calle Calabria ha resultado una tris(tan)te decepción. El final arregla un poco el asunto, pero aun así no consigo dejar de pensar que la novela me ha hecho perder más tiempo que placer me ha proporcionado. Este autor tiene mucho trabajo por delante en lo que se refiere a la redacción y, sobre todo, respecto de los diálogos. Son malísimos. ¡Pero malísimos!, hasta el punto de que su lectura me disturba y molesta. Voy más allá: me altera.
Luego, además, está ese buenismo social que el autor ya había apuntado en sus novelas previas, pero que en ésta ha agotado mi capacidad para digerir tanta melosidad. Uno puede hacer crítica social y abogar por un mundo diferente, pero, por favor, búsquensen mecanismos más inteligentes que los usados por Tristante. Lo mismo puede apuntarse del análisis político de la época. Es tan aburrido... Es demasiado recurrente, demasiado visto, leído, oído... Es todo tan previsible.
La novela me ha dejado un regusto bastante agrio: sus aciertos no compensan sus errores y, al final, de toda esta saga de Víctor Ros, lo mejor (aparte las tramas) van a ser los títulos y las portadas de los libros.
La novela me ha dejado un regusto bastante agrio: sus aciertos no compensan sus errores y, al final, de toda esta saga de Víctor Ros, lo mejor (aparte las tramas) van a ser los títulos y las portadas de los libros.
2 comentarios:
No sé si creerme que lo has leído porque cuando trajiste
La casona por primera vez realmente estabas leyendo otra cosa.
Respecto al segundo libro, que sí que parece que lo has leído, sabes que no me gusta discutir en los blogs, así que no diré nada.
;-p
Caraguevo: ¡Desconfiado...! Y maledicente. ¿Te busco un grupo de terapia para que lo superes? ;-)
En cuanto al segundo libro..., ¿que sí que parece que lo has leído? Urge lo del grupo de terapia, de verdad. ¡¡¡Te urge!!! Pero, sí, para discutir en público tenemos nuestras pimpineladas. Esto mejor lo tratamos en privado.
Nos vemos en el correo: te envío a mis padrinos (yo elijo arma).
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