Probablemente es una pérdida de tiempo tratar de encontrar una representación geométrica a la mente, puesto que ésta es, según el Diccionario de la RAE, la potencia intelectual del alma, y ciertamente uno no puede sino plegarse a la evidencia, trivial, pero indiscutible, de que una facultad del alma no disfruta de corporeidad. Y, sin embargo, a pesar de la irrebatible aseveración que exponen estas líneas, tenemos en ellas al pensamiento, consciente de su propia inconsistencia corpórea, pensándose materia e imaginando un diseño para su forma. Y, así, puestos a imaginar, se presenta ante nosotros una amplia gama que la geometría despliega orgullosa de sí misma: pirámides, cubos, prismas, tetraedros, conos, icosaedros, cilindros... De entre todas ellas..., ¿cuál elegir?
Los griegos consideraban la esfera como la figura ideal, hasta el punto de creer que la divinidad debía de ser esferoidal, y el propio Platón, en su Timeo, afirma que la esfera es la figura más perfecta y más uniforme. Por ello, es bastante probable que no corromperá el juicio esclarecido de estos ilustres pensadores nuestra utópica figuración, merced a la cual estimamos que la mente, de tener cuerpo, sería esferoide. Y, sin embargo, puestos a visualizar lo invisible, prefiero imaginar la mía con una ordenada y previsible forma cúbica, lejos de esa abrumadora infinitud esférica. Y es que, tal y como le dijera el ponzoñoso escorpión a la incauta rana, es mi naturaleza: cuadriculada y metódica.
Por ello, tal vez, este universo en el que el caos, que hasta cuenta con una teoría, campa por sus respetos y tiende siempre a la entropía, no suele ser plato de mi gusto. Afortunadamente, y a pesar de las horas que una ha de sobrellevar en ese mundo inhóspito, existen también momentos en los que se es dueño de uno mismo y es precisamente entonces cuando cobra vida esa cuadrícula tan organizada en la que sustento mi existencia. Y, sin embargo, cuán enojosa se torna la pacífica existencia que, a base de afanosa brega y silencio, sobre todo silencio, ha logrado uno construir, cuando agentes externos vienen a irrumpir en ella con sus demandas e imposiciones. ¡Ay de esos momentos!, entonces, en los que cualquier mudanza del ensamblaje cósmico personal llega hasta el umbral de tu existencia... Se vuelve el mundo del revés y dejas de ser tuyo para ser, una vez más, un simple grano de polvo en la inmensidad cósmica de este universo áspero y fastidioso.
5 comentarios:
Yo veo mi mente más bien, si me pongo a pensar, como un magma viscoso y resbaladizo... tendré que empezar a pensar de otra forma, en cúbico y geométrico
Yo conozco a unos cuantos que tienen la mente cuadrada...
Un saludo
Dust in the wind: bonita alegoría y dialectica entre lo esférico y lo cúbico, Kojak y la cuadrícula, el orden y el caos, el desorden y el Tao, el ruido y los sonidos del silencio,sin ir más lejos soy yo seguidor de tu cuadrícula
Yo siempre dije que todo esto era muy raro. Vivimos en una bola gigantesca que da vueltas alrededor de otra mucho más gigantesca y que toda ella alberga explosiones nucleares descomunales. A partir de ahí, todo lo demás son interpretaciones. Saludos.
Miguel: Jajajajaja, puedes coger un molde y meter el magma ahí, hasta que se enfríe y solidifique. Luego tendrás una mente cuadradita, o rectangular, o esférica, o en forma de estrella, de galleta... ;-)
Guido: ¡Qué me vas a contar! Yo conozco a una cuya mente es la perfecta definición de cuadrícula. Convivo con ella día tras día desde el mismo instante de su (mi, claro) nacimiento. Eso sí, aún tengo cintura para modificar las cuadrículas cuando algo lo requiere, jajajaja ;-). Junto al comentario aquí escrito, te envío mis más sinceras felicitaciones... :-)
José Antonio del Pozo: Polvo somos y en polvo nos convertiremos, así que mejor ir acostumbrándose, ¿no? Jajaja. Gracias por tus palabras y tu visita.
Paco: Y esa bola explosiva, a su vez, gira, junto a muchos millares de bolas como ella, en torno a un inmenso y nunca satisfecho agujero negro. Uffff, da miedo... ;-)
Saludos, amigos, y gracias por vuestra visita.
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