Se acercaba el día del aniversario y andaba yo preocupado preguntándome con qué regalo podría sorprender a mi novia en esta ocasión. Obviamente, como buen internauta, interrogué a Google. Las respuestas que me ofreció no me convencieron en absoluto: peluches, colonias, juguetes eróticos… “Un tipo que se precie no puede andar con esas chorradas”, me dije; pero, y a pesar de que en la Red se encuentra todo, hasta lo imposible, lo cierto es que seguía sin saber qué hacer.
Navegué a la deriva y fue la suerte a llevarme hasta una página donde se vendían estrellas. “¡Caray! –exclamé–, esto sería una buena idea”. Leí con atención: «¿Quiere sentir cómo la admiración de su pareja alcanza cotas hasta ahora nunca experimentadas por usted? No lo dude: ¡REGÁLELE UNA ESTRELLA! Póngale al astro el nombre de su amante y pronto verá cómo se iluminan sus ojos hasta competir en brillo con la propia estrella, llamada desde ahora (y colocaban un enlace en la palabra ahora) con el nombre de su amor». Sin embargo, sospeché… ¿Quién estaba acreditado para ponerle nombre a las estrellas? Intenté indagar sobre la Autoridad competente en la materia, pero no hallé nada que tranquilizara mi ánimo, así que desistí y seguí buscando.
No tuve que ir muy lejos: en la misma web en la que me encontraba localicé otro enlace de sugerente nombre: Envíe un poema de amor a las estrellas. “¡Caramba con las estrellas!”, pensé, pero no me resistí a pulsar sobre el enlace y ver qué se escondía tras aquel viaje estelar: La nave Koi (amor en japonés) iba a ser lanzada con sus bodegas repletas de poemas de amor. Todo aquel que quisiera podría enviar en su interior un poema de amor que viajaría hacia el infinito estelar por los siglos de los siglos, amén. “Otro curioso regalo –me dije–. ¿Le gustará a mi novia?”. Husmeé por la página durante un rato hasta que di con el precio que me costaría el viajecito de la poesía. “¡500 eurazos! ¡Caray!, mi novia los vale, sin duda, pero…”. No se me había ocurrido hasta entonces que…, además de pagar esa exorbitante cantidad de dinero, tenía que escribir la poesía de marras, ¿y quién era yo para emular a Bécquer? “No –reflexioné– esto no va a funcionar. Mejor pienso otra cosa…”. Y me senté, dispuesto a meditar largamente, en un sofá nuevecito del que algún pardillo o un snob pirado, de esos que tiran la casa por la ventana cada dos por tres, se había desecho y que yo acababa de comprar a los traperos de Emaús
6 comentarios:
Una imaginativa demostración de que el amor te lleva... a donde menos lo imaginas.
Chica, tu tienes una fijación con los sofaces que me deja perplejo..;-), y eso me gusta.
Y porqué no la lleva a cenar a un sitio en condiciones, oiga?. Un buen filete de arce, una buena copa de coñá y después le haces un masajito en los pieces, eso no falla. Luego, antes de dormir, le pones el video ese en el que Fernado Arrabal está borracho como una cuba, y depués, pues lo que tenga que llegar...
http://www.youtube.com/watch?v=I05u5uqVoO8
Posodo: Pues espérate a la segunda parte de este "Aniversario", Posodo, y verás que, a veces incluso cuesta... lo que nunca pensaste que te costaría... ;-)
Bate: Jajajajaja, jajajajaja, jajajajaja... No puedo parar de reír con lo de la "fijación". ¿Tendré que ir a mirármelo? Jajajaja... Lo mismo mañana le pido cita al psicólogo del colegio.
Pero, sí..., lo del sofacito se las trae... No sé muy bien a dónde llegará, pero se me ocurrió así y a lo mejor en el futuro le saco jugo. En realidad, no sé tampoco qué va a pasar con este par de dos. Lo que sí sé es que tienen que ser raritos..., así que él no se puede llevar a su novia (que no es ella) a cenar por ahí... Tiene que ser algo...
La solución: el jueves.
Saludos y gracias por vuestra visita y comentarios (siempre me lo paso muy bien leyéndoos) ;-)
S. Cid
Pero, Bate, ¿de dónde te sacas esos vídeos? ¡Vaya tipo, el Arrabal! Esas cosas pasan por ir borracho a un programa de televisión, como al alcalde de Madrid por atender a los micrófonos en la misma situación ;-)
Saludos again.
Yo, la verdad, es que no conecto con estas cuestiones siderales pero te puedo decir que, si fuera mujer, preferiría que me regalaran diamantes.
Un saludo.
Jajajaja, muy bueno, Guido... ;-)
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