lunes, 28 de febrero de 2011

Yo nací para ser rica

Yo nací para ser rica

He oído alguna que otra vez la frase con la que hoy titulo la entrada. Supongo que con ella se pretende expresar que quien lo dice aspira a vivir como  un potentado, con mucho aparejo exterior y comodidades sin fin; con todo el tiempo del mundo para ir de compras y para que a una la masajeen, la peinen, la admiren y... (véase el programa sobre la inepcia y  la frivolidad que emitió Telecinco acerca de la tal Lomana, así me ahorro palabras).


Yo también nací para ser rica, of course (¿y quién no?). La diferencia estriba en el significado que cada uno le dé al adjetivo. Dado como real el supuesto de riqueza, yo:
-me levantaría temprano y desayunaría café cargado con leche, tostadas y fruta.
-me marcharía a dar un largo paseo por el campo.
-me sentaría ante un buen brasero y dejaría discurrir las horas tranquilamente con una pila de libros a mi lado, cada uno para un momento diferente del día (sí, soy rara, leo distintos tipos de libros según la hora en que me encuentre).


Y..., bueno, supongo que con una larga vida de opulencia y abundante fortuna por delante, se me ocurrirían cientos de actividades más que añadir a mi lista, pero la realidad, desgraciadamente, es muy distinta, de modo que las pocas ocasiones en las que me puedo permitir el lujo de vivir como una auténtica tía podrida de pasta son escasas. Eso sí, de cuando en cuando, existen: como este fin de semana pasado.

Hoy es lunes, empero..., y estamos de vuelta. De vuelta, no. ¡Mucho peor! Hoy toca interminable junta de evaluación. El miércoles, a Aula y, después, otra junta de evaluación. Y el viernes..., oh, qué cansancio: carnaval.

¡Ay, mi desayuno tranquilo! ¡Ay, mi paseo campestre! ¡Y ay, ay, ay... mis libritos! Desde luego... ¡yo también nací para ser rica!

miércoles, 23 de febrero de 2011

El idiota

El idiota   (Dostoiewski)

Hace algunos meses, escribí una entrada a la que puse por título Tipos zumbados. En ella expresaba mi queja porque, en algún lugar de ciertos libros (de forma muy visible, a poder ser) no se incluyera una advertencia  que exhortara al lector del peligro al que se expondría de consentir en su lectura. Aquella entrada, por cierto,  que omitía el título y autor del libro que me había llevado a escribirla, dio lugar a un juego en una segunda entrada, Pistas para encontrar al tipo zumbado, de la cual se colegía que el culpable de mi desazón mental por la lectura era Las fuerzas extrañas. Y, sin embargo, lo cierto es que aquélla no era toda..., toda la verdad. 

Se conjuraron los astros (ahora ya no lo dudo) para que coincidiera mi lectura de esta obra de Lugones con otra de Dostoiewski, Crimen y castigo, que fue la verdadera culpable del desaguisado. Bien es verdad que Lugones, con una de sus historias en Las fuerzas extrañas, contribuyó grandemente e hizo saltar las alarmas de desastre mental, pero el auténtico culpable... fue Dostoiweski con su inefable Rodion Raskolnikov. No voy a negar que la novela me gustó, pero sí señalaré que me sacó de quicio. El protagonista, la situación, los personajes, el ambiente..., todo el conjunto de elementos que componen la narración de esta obra exacerbaron mis nervios hasta irritarme por completo, desde la más despreciable neurona (ésa que se ocupa, por ejemplo, de hacer crecer las uñas de los pies) hasta la más excelsa y exquisita.

Será cosa de los rusos, me digo, y que su condición eslava choca frontalmente con la mía meridional. No los entiendo. Su mundo queda más allá de mi, probablemente, débil comprensión. No fue Crimen y castigo la primera obra de Dostoiewski que leí, ni siquiera fue la primera novela rusa que cayó en mis manos, pero con todas ellas me ha pasado algo parecido. Y así también ha sucedido con El idiota. Es una novela magníficamente escrita, pero, sin llegar a los límites demenciales que se alcanzan en Crimen y castigo, ha conseguido confundirme hasta extremos inconcebibles. ¿Les pasará a ellos algo parecido con Galdós, Clarín o cualquier otro de nuestros extraordinarios escritores?

lunes, 21 de febrero de 2011

Presentación de El círculo alquímico

Presentación de El círculo alquímico

El pasado diciembre, Paco Gómez Escribano nos contó en su blog que iban a publicar una novela suya. Durante las semanas siguientes, nos fue informando de cómo avanzaba el proceso hasta que, por fin, la novela estuvo en la calle. Hubo una primera presentación (el pasado 15 de enero), en la librería Estudio en Escarlata, a la que quise asistir aunque, por razones que no viene ahora al caso, me fue imposible hacerlo. Afortunadamente, había una segunda oportunidad: la que tuvo lugar el viernes pasado, 18 de febrero, en la librería Taiga de Toledo. En esta ocasión, nada se interpuso en mi camino y pude asistir al evento literario.
Librería Taiga

Como soy de natural tímido, compliqué a una amiga en la aventura y allí que nos plantamos las dos, una hora y pico antes de que comenzara el asunto. Tuvimos oportunidad, por ello, de ver cómo se preparan los entresijos de una presentación literaria y hacerle algunas fotos al asunto. Por fin, a la hora fijada, aparecieron, además del público, Paco y las dos personas que le iban a acompañar aquella tarde: Virtudes Reza, poeta algecireña que le ha escrito el prólogo, y su editor, Jesús Muñoz.


Virtudes, Paco y Jesús

Comenzó hablando Virtudes, quien señaló que la novela debía ser abordada desde dos puntos de vista: la forma en que está escrita, pues se apoya sobre una gran cantidad de diálogo que la hace muy dinámica; y desde un punto de vista esotérico, pues cada personaje va buscando y, finalmente, encuentra un porqué a su existencia, hasta el punto de que alguno de ellos la ve modificada. Añadió, además, que no es posible encasillar la novela en un solo estilo. Está construida a partir de una consecución de tramas, muy bien tratadas, una de las cuales, que en principio parece secundaria, acaba por convertirse en la principal, de manera que nada es lo que parece.

Jesús Muñoz, el editor, nos contó que este año, precisamente, se cumple el decimoquinto aniversario de la editorial, cuya línea a seguir, desde un principio, se apoyó en dos pilares: uno, la supervivencia, claro; el otro, Toledo. Con la Editorial Ledoria querían, dijo, difundir el nombre de Toledo, lo cual han conseguido. Pero añadió que, además, se ha producido el efecto contrario, pues de un tiempo a esta parte, muchas personas procedentes de fuera de Toledo, como Paco, se han interesado por la Ciudad Imperial.

Paco Gómez Escribano
Llegó después el turno a Paco, quien comenzó diciendo que la escritura es un proceso largo y a veces difícil.  Nos contó que él no es profesor de literatura, sino de electricidad, lo cual puede ser chocante vista su faceta de escritor, pero que desde siempre ha sido un lector compulsivo de novelas y que ello le llevó a escribir. Comenzó haciéndolo no para publicar, sino para los conocidos. Sin embargo, con el paso del tiempo, sintió muchas ganas de publicar una novela.

En cuanto a El círculo alquímico, dijo que había escrito la novela que le apetecía leer: en principio una novela de intriga que luego mezcló con la alquimia. Y señaló que, precisamente desde el momento en que decidió que la alquimia fuera el trasfondo de la historia, Toledo se convirtió en el lugar elegido para su desarrollo, pues le ofrecía todo lo que necesitaba. Así pues, no escogió Toledo por casualidad: la alquimia está inmersa en todas las culturas del planeta y Toledo (junto con Jerusalén y El Cairo, ciudades donde también transcurre la historia) son lugares que albergan las tres culturas. La novela, pues, es un viaje geográfico (visita, como ya se ha indicado, no sólo Toledo, sino también Jerusalén y El Cairo), pero también es un viaje iniciático y espiritual.

Paco nos contó que ha querido escribir una novela dinámica y entretenida, donde sucedan cosas, alejándose del tipo de novela sesuda donde, en realidad, no pasa nada. Hay escritores, dijo, que escriben muy bien, pero que no saben contar una historia, que es justo lo que él pretendía lograr. Se trata, pues, de una novela donde hay buenos y malos, con mucho diálogo, de manera que los personajes no sean planos (herramienta, la del diálogo, que utiliza, junto con la de la voz del narrador, para caracterizarlos).

Señaló que no tiene claro en qué género podría englobarse la novela. En la librería Estudio en Escarlata, dijeron de El círculo alquímico que era un thriller esotérico. Según Paco, es una novela que tiene tintes negros, hay muertos, pero no es propiamente una novela negra pues también es una novela de amor.  En cualquier caso, consiguió lo que perseguía porque, como lector, le apetecía leer una novela donde existiera una fusión de géneros.

Como información adicional, nos contó que ha tardado un año en escribir El círculo alquímico debido al gran trabajo de documentación que debió realizar. Hubo de investigar sobre manierismo, el Greco, la restauración de frescos e, incluso, sobre jerarquía eclesiástica. Fue, pues, el trabajo de investigación el que requirió mayores esfuerzos pero, señaló, cuando rebasó las 200 páginas supo que la iba a terminar.

Después de su exposición, comenzó el turno de preguntas. La primera de ellas interrogó sobre, precisamente, este último punto: dado el hecho de que haya tardado un año en escribirla, incluyendo en ello todo el tiempo que le requirió documentarse, se le preguntó cuántas horas escribía al día. Paco contestó que unos días escribía más y otros menos, pues iba simultaneando ambas tareas: investigación y escritura, pero que, por lo general, no suele escribir más de tres horas al día, porque, si excede esa cantidad, deja de rendir.

Partiendo de un comentario que el mismo Paco había referido sobre el hecho de que, en su primera novela, descubrió que, cuando había alcanzado la página 100, no recordaba lo que había escrito en la primera, una segunda pregunta le interrogó acerca del método que utilizaba para evitar estos olvidos.  Paco contestó que en aquella primera novela lo que hizo fue volver atrás y realizar un pequeño resumen de cada capítulo. Luego, con las sucesivas novelas, fue adquiriendo eso que se llama oficio y ahora no tiene problemas. Además, nos contó que él piensa muy bien las tramas y cuando se pone a escribir lo tiene todo muy claro.

Hubo otras preguntas y algún comentario más de Virtudes Reza, y luego hubo un vinito con su aperitivo, al que Paco se sumó después de haber firmado los ejemplares de aquellos que estábamos allí, como el mío:














Me gustó mucho la experiencia (era la primera vez que acudía a la presentación de un libro). Me lo pasé muy bien, aprendí, conocí a Paco (con quien me hubiera gustado hablar más, pero él tenía que atender a mucha gente y, además, recuérdese mi carácter retraído), me llevé mi ejemplar firmado y, como premio final, me regalaron una preciosa lámina con el mapa de Toledo que ilustra la portada del libro (cuya reseña, por cierto, aparecerá por estas páginas de Finis Terrae en cuanto lea la novela).

Fue una tarde perfecta. ¿Qué más se podría pedir?

Bueno..., puestos a pedir..., se podría pedir que el libro de Paco empiece a correr por ahí, pero, en realidad, eso ya ha empezado a hacerlo.

domingo, 20 de febrero de 2011

¡Qué pasada!

 ¡Qué pasada!

Visitar los blogs de los amigos suele ser entretenido, instructivo y..., a veces, te encuentras con curiosidades que te dejan con la boca abierta. 

El otro día, en la casa internáutica de Caraguevo, encontré un vídeo, titulado Dancing at the movies, que es de lo mejorcito que he visto últimamente. Ya hay que tener paciencia para unir todo eso, además de sentido de ritmo. ¡Caray!

viernes, 18 de febrero de 2011

Disección de un relato

Disección de un relato

Muchas veces (diría que casi siempre), cuando acabo de escribir una historia y la leo para regocijo propio, me sorprendo preguntándome de dónde demonios he sacado la idea para tal diálogo o tal situación, cómo han venido a mí estas palabras o aquellas otras que me parecen especialmente adecuadas o de dónde ha salido tal o cual personaje. Algunas veces sé responderme (sobre todo si el auto-interrogatorio se realiza próximo a la finalización del relato), pero otras muchas (pero muchas, muchas) acabo por dejar la pregunta tirada allá donde me venga en gana, visto que no le encuentro respuesta.

Acabo de terminar un relatillo que Carlos ha tenido la deferencia de publicar en su blog, y en estas mismas páginas de Finis Terrae se me pregunta por el origen de la creatividad que lo ha dado a luz. En este caso, sí tengo algunas respuestas. Por ejemplo sé contestar a la pregunta de ¿cómo se te ocurrió? Sencillo: una tarde estuve barriendo el patio y al acabar me senté en el sofá del salón a leer. De repente, noté los pies fríos y con una extraña sensación de humedad. Pensé que era imposible que los tuviera mojados, porque el patio estaba tan seco como un camino de tierra en verano. No hay más que explicar: el relato nació. ¿Cómo se me ocurrió que el personaje fuera transformándose en agua y desapareciendo? Eso ya no lo sé contestar. Simplemente, la idea estaba ahí, en mi cabeza. Luego… fue cuestión de darle el marco adecuado.

Comienza entonces el trabajo de campo… No hay mucha investigación en este caso (en realidad, no hay ninguna, pues el relato es muy breve y, además, está situado en una nebulosa espacio-temporal que no requirió ningún tipo de investigación ni comprobación de datos). Eso sí, había que rodearlo de un ambiente un poco más atractivo que el que resultaría de la experiencia que tiene una tal S. Cid después de haber barrido el patio de su casa. De modo que se busca un personaje inglés. ¿Por qué inglés? Porque me gustan mucho los entornos típicamente británicos (supongo que eso va por épocas, porque hace algunos años, el que prefería remitía mucho a los ambientes galdosianos).  Y entonces ya es momento de ponerse a trabajar.

Como la historia es tan corta, no se piensa mucho en el tipo de personaje: su físico, su edad, su personalidad... Hay que ir al grano. Y tan al grano fui, que la empecé por este párrafo: Tal vez si no me hubiera decidido, precisamente entonces, a arreglar el jardín… Tal vez si la borrasca que se anunciaba no hubiera saturado la atmósfera de aquella humedad previa a modo de aviso… Tal vez si, aconsejado por un espíritu previsor, hubiera calzado las botas de agua… Tal vez…, sí, pero chi lo sa?. De ahí que el relato lleve por título Tal vez (el cual, por cierto, no me convence nada). Luego, se da plena libertad a los dedos, que que se mueven  libremente por el teclado. En mi cabeza, estoy viendo a Abel Bourke (que todavía no se llama así, por cierto) sentado en la biblioteca, con el periódico en el regazo y preguntándose por qué siente los pies húmedos, de modo que es bastante fácil describir la escena. Así, van sucediéndose los párrafos hasta que se alcanza el final, pero siempre con la idea de mezclar sensaciones dispares en el lector: un ambiente cálido, el de la biblioteca con su chimenea, frente a un ambiente desapacible en el exterior, donde se anuncia una borrasca, e incluso se sugiere la idea del viento ululando con ese chopo cuyas ramas han sido podadas para que no golpeen las cristaleras. El personaje se tiene merecido un descanso reparador, tras el arduo trabajo, y la biblioteca parece ofrecérselo. Aparece, sin embargo, el elemento incómodo (la sensación de humedad en los pies) al que, además, no se le encuentra explicación. ¿El lector ya no se encuentra tan a gusto en esa biblioteca calentita protegida del frío exterior? ¿No? Ah, bien, entonces…, objetivo logrado.

Primer borrador hecho. Se cierra el ordenador y se deja dormir el asunto hasta el día siguiente, o dos días después, ya no recuerdo, al cabo de los cuales se retoma. En esta segunda parte del trabajo, hay frases que comienzan a provocarte disgusto. Se trabaja sobre ellas, se cambian e incluso se llegan a borrar. Supongo que puede haber quien encuentre tediosa esta parte. A mí, sin embargo, no me molesta. Es más, suelo disfrutarla, porque me gusta jugar con las palabras y la composición de oraciones hasta encontrar las que más me satisfacen (aunque reconozco que algunas veces dejo las cosas como están a pesar de que no acaban de convencerme).  Ha sucedido, por ejemplo, en el caso de Tal vez, con los párrafos centrales: me parecen un tanto repetitivos. Creo que se podrían mejorar muchísimo, si el relato fuera más largo. En éste, debería haber recortado.

Otro de los puntos del relato que no acababan de satisfacerme era su primer inicio. Bien es verdad que no estaba mal del todo: esa sucesión de "tal vez" con sus correspondientes oraciones condicionales llevan al lector a preguntarse: Y si todas esas condiciones se hubieran dado, ¿qué habría pasado? Es más, en realidad, y puesto que no se han dado, qué le ha sucedido a este señor que me habla? Con lo cual se lograba el objetivo que perseguía: excitar la curiosidad del lector, que estará dispuesto a continuar la lectura. Sin embargo, no era suficiente. Yo quería algo más… impactante. Entonces, una se queda mirando la pantalla un rato mientras el cerebro piensa. Y, de repente, surge la idea: Aún soy… Abel Bourke. Es perfecta. La combinación de ese adverbio y el verbo por excelencia (el ser, naturalmente) es explosiva. Ahora sí que el lector se va a quedar ojiplático: ¿Cómo que "aún es"? Ah, casi seguro que no se va a escapar: seguirá leyendo.

 Pero, claro, desde ese preciso instante, el personaje tiene un nombre (del que antes carecía), así que hay que pintarle un poquito para que el lector tenga algún dato más y, puesto que unos párrafos después, el personaje habla en términos despectivos de la juventud actual, es obvio que él tiene unos añitos. De nuevo me detengo y pienso. Hay muchas maneras de decir que se trata de un anciano. ¿Cuál es la que quiero yo? Yo deseo una forma que diga mucho del propio personaje, al que, en este punto del proceso creador, imagino como un tipo que ya lo ha vivido todo y ve la vida con un punto de ironía. Así pues, la forma que utilice para aludir a su ancianidad debe ser mordaz e incluso agresiva, de tal manera que, sólo con ella, el personaje dé una idea clara de sí mismo. Y es aquí donde surge la frase, junto a ese Aún soy…,  que más me gusta de toda la historia: un hombre de edad provecta, según dicen aquellos que, a falta de arrestos suficientes para llamarme viejo, esgrimen el arte de la perífrasis sin respeto alguno a mi inteligencia.

Se añade después el segundo párrafo, que se utiliza para provocar un poco más al lector: se nos va a contar una historia que puede afectar a los ánimos frágiles y que, además, debe contarse deprisa porque algo va a pasar, pues ya se anuncia que al personaje le ocurre algo: pues he de conseguir narrarlo antes de que la disipación me alcance por completo y se evaporen las ideas conmigo. Claro, al final se entiende por qué Abel Bourke utiliza exactamente esas palabras,  pero cuando la lectura sólo ha alcanzado ese segundo párrafo, no es más que una frase que anuncia un final próximo del personaje…  Luego, venga, ¡un nuevo empujón al lector para que persista en la lectura!

Et voilà, ya está escrita la historia.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Tal vez

Tal vez

De vez en cuando, me gusta darme una vuelta por ahí y escribir en otros blogs cuyas páginas se me brindan gracias a la generosidad de sus administradores.  Soy afortunada porque, hasta ahora,  siempre me han acogido muy bien y han publicado mis textos. 

Es el caso, en esta ocasión, de la Editorial C&M cuyo administrador, Carlos, ha tenido a bien publicar un pequeño relato mío que, si interesa al lector de Finis Terrae, se halla ansioso de lecturas tras el enlace que da título al cuentecillo: Tal vez.

Muchas gracias, Carlos.

lunes, 14 de febrero de 2011

Creo

Creo

Dice Bate que últimamente en este Finis Terrae no aparece un tema político ni aunque me aspen (que dirían en una peli americana). Contesto que esa falta debe achacarse únicamente a la mandamás del blog (o sea, yo misma) y que la razón es que los políticos me tienen quemadísima. Dice Sue, entonces, que ¡bien!, que no lo haga porque la política es un truño y Bate argumenta que a él le apetece saber mi opinión sobre la situación socio/económica/política del país. Bueno, demos gusto a todos: hoy, a Bate; otro día, a Sue. He ahí mi opinión, Bate:

-Creo que la situación económica de España va como el agua que se escapa por el sumidero: cuesta abajo, en torbellino y a toda pastilla.
-Creo que a los políticos les importa un comino que haya 5 milloncejos de pardaos y 1 millón y medio de familias sin un sólo ingreso en el hogar, porque lo que les mola es la moqueta y la poltrona y, total, tienen altavoces más que suficientes para lanzar sus memeces y desviar la atención de lo realmente importante.
-Creo que la partitocracia que sufrimos se ha aliado para hacerse fuerte (hoy por ti, mañana por mí) y que gastan sin fin los recursos que nos exprimen para utilizarlos en su propio beneficio (primos, novios, tíos, hermanos, hijas y resto de parentela cobrando mensualidades que ascienden a mi sueldo íntegro anual por ocupar, se me ocurre el caso, ¡una embajada de Andalucía en Madrid!).
-Creo que no hay gobierno, sino desgobierno; ni oposición, sino posición (que se acercan las elecciones y hay que estar bien posicionado).
-Creo que la sociedad española es imbécil de nacimiento y que no hay nada que le haga mover el culo (perdón por la palabra) del sillón, salvo el gol de Iniesta contra Holanda.
-Creo que nos merecemos lo que tenemos, por ser un pueblo necio, comodón y abúlico.
-Creo que la sociedad es sectaria y no ve más allá de sus narices (en algunas ideologías esta patología está más acusada que en otras, pero todas adolecen de ello, y por esta razón no voy a votar a Rajoy -se entera usted, MR12- en las próximas elecciones: porque no soy un borrego al estilo sociata).
-Creo que la política española está viciada y que va a ser imposible regenerarla.
-Creo que seremos un país bananero hasta la consunción de los tiempos.

Y, no, no creo en España. Nada de nada. La fe en mi país y en mis compatriotras es igual a cero, patatero (ése, por cierto, que a mis alumnos mutantes la Ley no me permite poner, no vaya a ser que se traumatice un tipo que deja el examen en blanco).

domingo, 13 de febrero de 2011

Sonríe..., hoy es festivo

Sonríe..., hoy es festivo

Mañana es lunes, sí, pero hoy es domingo y, gracias al simpático vídeo que he encontrado en el blog de la Editorial C&M,  te invito a echar unas risas hoy, que todavía puedes...  ;-)


viernes, 11 de febrero de 2011

Calle de la cabeza

Calle de la cabeza

Continuando con las curiosidades relativas a Madrid, encuentro (esta vez en uno de los Episodios Nacionales de Galdós, en concreto El Grande Oriente), una totalmente desconocida para mí y que tiene que ver con una calle de Madrid de la que tampoco había oído hablar en mi vida: la de la Cabeza. Dice así don Benito:

Vulgarmente se cree que en la calle de la Cabeza no ha pasado nunca nada digno de contarse. Por el contrario, es una calle trágica, quizás la más trágica de Madrid. La tradición que le da nombre, y que no carece de mérito  en lo que tiene de fantasía, es como sigue: vivía por aquellos barrios un cura medianamente rico. Su criado, por robarle, le asesinó, cortándole ferozmente la cabeza, y con todo el dinero que pudo encontrar huyó a Portugal. No fue posible descubrir al autor del crimen, y enterrado el clérigo, bien pronto su desastroso fin quedó olvidado. Pero el asesino, después de haberse dado muy buena vida en Portugal durante muchos años, volvió a Madrid hecho un caballero, aunque no tanto que olvidase su primitiva condición de criado. Solía ir él mismo al Rastro todas las mañanas a hacer su compra, y un día adquirió una cabeza de carnero. Llevábala bajo la capa, y como chorreaba mucha sangre, que iba dejando rastro en el suelo, fue detenido por un alguacil, que le mandó mostrar lo que oculto llevaba. ¡Horrible espectáculo! Al echar a un lado el embozo, el criado alargó en la derecha mano la cabeza del sacerdote a quien le diera muerte. 

¡Milagro, milagro! Éste fue el grito general. Confesó todo el asesino y le llevaron a la horca, acompañado de la cabeza del sacerdote que había sido de carnero, y cuya vista horrorizaba y edificaba juntamente al pueblo. Murió, según dicen, con grandísima devoción y arrepentido, y hasta que no entregó su alma a Dios, no recobró la testa del cura su primitiva forma carneril. Felipe III, que a la sazón nos gobernaba, mandó labrar en piedra una cabeza que se puso en la casa del crimen para memoria de aquel estupendo suceso.

Curioso, ¿eh?

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Enlaces relacionados, donde se puede encontrar información al respecto:

- La calle de la Cabeza (De Madrid al cielo).

miércoles, 9 de febrero de 2011

B-52

B-52

El ataque no estaba previsto, pero, después de que los acontecimientos (inesperados, por otra parte, ¿pues quién podría imaginar que por  una cuestión trivial como la del maíz, acabara el asunto como terminó?) fueran entrelazándose amenazadoramente desde el jueves en una espiral  peligrosa que comprometía el buen estado general, una reunión de urgencia, el viernes por la tarde, decidió, tras un profundo análisis y valoraciones exhaustivas de la situación, un ataque masivo...  y sin contemplaciones. No se deseaban supervivientes.

El asalto de las fortalezas voladoras comenzó a las 00:00 del sábado, 5 de febrero, con tiempo agradable, pero en una oscuridad total que hubiera dificultado la navegación a aparatos de tecnología inferior. Sin otros inconvenientes que esa profunda negrura, teñida del rojo color de la sangre, las fortalezas volantes alcanzaron su destino y, abiertos sus vientres, dejaron caer libremente el mortífero cargamento que transportaban. Sin piedad ninguna,  una lluvia incesante de proyectiles descendió a plomo sobre el siniestro y destructivo ejército enemigo que tanto mal anhelaba causar. Las alarmas, que comenzaron a sonar estridentes cuando las torretas de vigilancia se apercibieron del peligro, no pudieron evitar la masacre: cientos de miles de individuos caían bajo la acción mortífera de las bombas. ¡Sin clemencia, sin compasión, sin remordimientos! No había de quedar ni rastro de vida enemiga.

El sábado por la mañana, a la mortecina luz del sol recién nacido, el espectáculo que se ofrecía era terrible: muerte y destrucción por doquier. Apenas quedaban unos cuantos supervivientes que se arrastraban suplicando misericordia. Sin embargo, en el ánimo de nuestro ejército, esa palabra era, sencillamente, inexistente, de modo que una nueva oleada de ataques se produjo. Y otra por la tarde. Y una más al anochecer. Y así... durante 6 días, tras lo cuales, nada, salvo nuestras propias tropas que vigilaban ahora libres de peligro, quedaba vivo. 



Y, en fin, amigos, resumiendo y en román paladino: que la pasada semana fui al cine y me tomé un paquetito de palomitas, una de cuyas cascarillas debió de introducirse entre una de mis muelas y la encía. El jueves, comencé a sentir que aquello se inflamaba y, el viernes, la inflamación fue a mayores, de modo que por la tarde, después de salir de trabajar, marché a la sala de urgencias odontológicas y, tras unas cuantas pruebas, mi dentista me prescribió un fuerte colutorio, que mantuviera desinfectada toda la zona exterior, y un (¡magnífico, maravilloso y celestial descubrimiento del ser humano!) antibiótico que comencé a tomar el mismo viernes por la noche. Adiós infección, adiós... ¡Ah, señor Fleming, cuán agradecidos le estamos!

¡Muerte a estos bichos inmundos!


¡Ja!, bichitos ilusos... ¡¡¡A mí la brigada antibiotiquil!!!

¡A por ellos!

Pero...


martes, 8 de febrero de 2011

Las paradojas de Mr. Pond

 Las paradojas de Mr. Pond    (G. K. Chesterton)

Decidí a hacerme con este libro después de leer el comentario que sobre él hizo Posodo en su diario y, como ya conté en estas mismas páginas, conseguir un ejemplar resultó labor tan ardua que la persona encargada de hacérmelo llegar bien podría haberse dicho émula de Hércules y sus trabajos.

Y yo, con el comentario tan breve que presento hoy, no es que pretenda escaquearme del trabajo. Es, sencillamente, que Posodo lo hace tan bien en el suyo, que más provecho que el que pueda obtener de estas letras  sacará el lector si pincha sobre el enlace de ahí arriba, y más me vale a mí ocuparme ahora de menesteres distintos, que seguro son más productivos que éste ;-).

domingo, 6 de febrero de 2011

Presiones que matan...

Presiones que matan...

...del susto.

¡Es un invento maldito! Prohibición total de estos cacharros. Sí, amigos, mi relación con la olla a presión es de aborrecimiento absoluto (y creo que mutuo: sé que esa invención execrable me mira con desdén). Siento por ella un vapor..., upss, quiero decir pavor, ¡un pavor insuperable! y, por ello, jamás la había utilizado. No me asusta ver cómo otros lo hacen, ¿pero yo? ¡Jamás! Nunca he cocinado con ella (y tengo una desde que me la regaló el BBVA en una de sus promociones). Pero ahí ha estado, en un armario de la cocina, durmiendo el sueño de los Justos y viendo pasar los días sin fin. Mi madre lleva tiempo insistiendo: 
-Tienes que utilizarla. No sabes el tiempo que ahorra ¡y la cantidad de energía!
-Mamá, no puedo. Es una especie de trauma o algo así. Dominar la olla a presión es una meta que jamás alcanzaré. Se trata de un obstáculo  atravesado en mi vida de dimensiones infranqueables para mí.
-Vamos, vamos..., ¡cómo te gusta enlazar palabras y crear ficción!
-No te burles. ¡Eres una madre! Tienes que compadecerme y consolarme.
-Escucha, es fácil: preparas los ingredientes, echas el agua, la cierras y la pones al fuego. Cuando hayan salido las tres rayitas de la pesa...
-¡Espera!
-¿Qué?
-No puedo anotar tan deprisa.
-¡Ah!, ¿pero estabas anotando? Creí que éste era un obstáculo atravesado en tu vida y de dimensiones infranqueables para...
-Venga, venga... Cuando hayan salido las tres rayitas de la pesa...
-Bajas el fuego y dejas cocer el tiempo indicado. Luego, lo apartas y dejas la pesa puesta hasta que haya salido todo el vapor.
-¿Y cómo sé que ha salido todo el vapor?
-Porque habrán desaparecido las tres rayitas. Entonces, quitas la pesa y dejas salir el resto. Si quieres comprobar que ha salido todo, pasa la mano por encima, pero no la dejes quieta, porque si no lo ha hecho del todo te quemarás.

Y, bien, amigos, elegí hoy, 6 de febrero de 2011, como día D para mi prueba. Ayer hice un gran esfuerzo por memorizar y asimilar todas las instrucciones sobre la pesa y las rayitas. Antes de acostarme, me autoexaminé y pasé la prueba con sobresaliente. Me sentí tranquila. Bien, las instrucciones estaban grabadas en mi cerebro con la misma fuerza y claridad que mi propio nombre y apellidos. Por ese lado, no habría problemas.

A fin de prepararme para mi desembarco personal en el pavoroso mundo del vapor, me levanté temprano esta mañana y realicé algunos ejercicios de tai chi, siempre de cara al Este, por supuesto, para relajar los ánimos y recibir la energía fortalecedora del amanecer. Luego, tomé un desayuno a base de frutas y zumo que pusiera en orden mi organismo y preparara mi esqueleto y musculatura para la huida, en caso de ser necesaria. Asistí a misa y pedí protección a Dios, e inspiración y acierto al Espíritu Santo. Y, así, preparada para ello..., abrí el armario de la cocina que le había servido de tumba, y saqué la olla a presión... ¡Dios Santo! ¿Qué era eso? Allí no había pesa. En su lugar, un pitorro amarillo asomaba amenazante en la tapa. Vale, vale, inspira, espira, inspira, expira. ¡No, expira no! Espira, espira, espira... Vamos, no vas a abandonar ahora, ¿no?  ¡El mundo no se hizo para los cobardes! Valor, S. Cid, valor...

Mi corazón cabalgaba desbocado en el pecho, pero, tras varios minutos al fuego sin que la olla diera señal de alarma, se había tornado el galope en simple trotecillo, liviano y vaporoso, y mi respiración, aquietada, calmaba mis excitados ánimos. De repente..., ¡oh, Dios mío!, ¿por qué sucede eso? Un chorro enorme de vapor salió despedido por la zona cercana al mango de la olla. ¡Rápido, rápido..., las instrucciones! 

Lea con calma las siguientes instrucciones para... (Vale, sí, a ver, emergencia...). Para asegurarse de que el vapor... (Sí, sí... , venga, menos rollo). Actúe sobre la válvula h (figura 3). Después de presionar el botón (figura 1), asegúrese (según las instrucciones de apertura -8-) que lee correctamente y entiende el punto 6. Mantenga abierta la rosca c (figura 2) mientras el vapor sale por el orificio a (figura 9). Si no ocurriera como aquí se explica, lea detenidamente las instrucciones de urgencia (5) prestando especial atención al punto 7, donde se le indicará que el botón de explosión definitiva y armagedónica, con una destrucción total de 400 kilotones, se encuentra escondido tras el tornillo f, que puede apreciar en la figura 2. No lo toque, por favor.

Arrojé las instrucciones sabe Dios dónde y corrí hacia la guía telefónica. Veamos... A, A, A... Ar, ar..., ar... Arti, arti, arti... ¡Artificieros! ¡Aquí! 91-246-... Estaba marcando el número cuando el Espíritu Santo, al que tanto había invocado, se llegó hasta mí:
-A lo mejor es que tienes mal cerrada la olla...
-¡Eh? A ver...
-Sentido común, hija, y menos figuras, botones y explicaciones.

Lo solucioné (creo), amigos, y ahora, mientras escribo, la oigo sisear en la cocina. Entre ella y yo, está el salón. Si estallara..., ¿me salvaría?

jueves, 3 de febrero de 2011

Ortografía

Ortografía

Se levantó despacio, cuidando de no desvelarla, y se encerró en la cocina. Su primera idea había sido un vaso de leche, pero, vista la situación, optó por una copa de coñac. No podía dejar de darle vueltas. Si todo parecía ir bien… Estaba en lo mejor de sus sueños y, de repente, ella se había vuelto de cara a él. Dormido, como estaba, le había costado entender la pregunta, pero al fin logró ordenar las palabras y encontrarle un sentido.
Divorcio es con v, ¿no? –había preguntado ella con la lengua torpe que se gasta en sueños.
–Sí –había contestado él, también entre las sombras del pensamiento.
Y, entonces, ella se había vuelto de nuevo y le había dado la espalda.

¿Por qué, por qué, por qué?, se preguntaba él en la cocina.

Debo acordarme mañana, se decía ella, escondido por completo el rostro en el pecho de Morfeo, de restarle dos décimas al alumno por esa grafía.

martes, 1 de febrero de 2011

Perder el norte

Por el título, puede creer el lector que guarda mi ánimo, en esta entrada, la negra intención de contarle mis cuitas y ponerle al día de los sinsabores de la existencia la cual, a veces, pierde el norte. ¡Pero se equivoca! Hoy vengo a contarle curiosidades. A saber:

Perder el norte

Seguro que todo aquél que lea esa expresión sabe lo que significa, pero..., a ver, a ver..., ¿sabemos todos cuál es su procedencia? Yo no, desde luego, hasta que hace unos días me topé con la explicación, que no es sino ésta: cuando los marineros cruzaron por primera vez el Ecuador, se dieron cuenta de que en el Hemisferio Sur no se hallaba la Polar, de manera que perdieron el norte. Luego, afortunadamente, se percatarán de que hay otra estrella, La Cruz del Sur, que les servirá para encontrar el polo opuesto del planeta. 

Nudos

Son curiosas estas cosas del navegar, sobre todo para aquéllos que, como yo, somos nacidos en tierra de secano. Por ejemplo, ¿nadie se ha preguntado qué es eso de los nudos? Estoy harta de ver películas en las que tal o cual navío avanza a una velocidad de X nudos. ¿Nudos? Millas, kilómetros..., pero ¿nudos? Ah, todo tiene su razón de ser. Dice el librito que me ha abierto las puertas a un mundo de curiosidades resueltas que, en tiempos,  La velocidad del navío se calculaba por medio de una cuerda enrollada en un carrete, que llevaba una tabla atada al extremo. Se arrojaba la tabla por la proa y se medía lo que tardaba en llegar a la popa. Más tarde se utilizó una cuerda con nudos: el número de nudos que pasaba por los dedos de un marinero en el recorrido de la tabla entre proa y popa daba la velocidad del barco en nudos. Ea, ¿ya está claro? ;-)

Y un batiburrillo de curiosidades

Leyendo el periódico (que compré el domingo para hacerme con el libro sobre el universo que publicaba Punset), se encuentra una, en el dominical, cosas como éstas:

-¿Seca mejor una toalla húmeda que una seca? Las moléculas de agua de una toalla mojada actúan como un imán respecto al agua de nuestro cuerpo. Así pues, seca mejor una toalla húmeda. Pero es mucho más agradable una seca, y calentita, además, después de esperar sobre la calefacción a que una termine de ducharse. ¿a que sí?

-¿Cuál es el origen de las barras de los símbolos monetarios? (por ejemplo en € ). Se usaron por primera vez en las monedas de las colonias españolas y aludían a las Torres de Hércules. Fueron copiadas por otros países. ¡Orgullo patrio! Por una vez..., inventamos nosotros.

-¿Por qué son rectangulares las tarjetas? Se basa en la proporción áurea usada ya por los artistas griegos: consiste en dividir la anchura por la altura. El resultado es 1,60, la misma proporción de las medidas del Partenón. Y de tantos y tantos edificios, construcciones y creaciones humanas, anda. Ésta no era una curiosidad muy curiosa. Yo, al menos, sí la conocía.

-¿Por qué el agua apaga el fuego? Por su baja temperatura de evaporización, se convierte en vapor que absorbe calor del fuego e impide el contacto de éste con el oxígeno y, por tanto, que siga ardiendo. 

Y, en fin, amigos, que ya tenemos bastantes curiosidades por hoy. Si alguien sabe de alguna que quiera compartir, los comentarios están abiertos.

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Copieteo tomado de: 
-Rumbo a las Indias, de Gonzalo Zaragoza.
-El Magazine de El Mundo, de 30-Enero-2011.

Belén 2013

Belén 2011