Literatura entretenida II
Como
dije esta mañana, se imponía en las horas vespertinas una seria reflexión sobre el
asunto propuesto por Carlos a fin de poder elegir mis cinco libros preferidos. De modo que he pasado la tarde sobre un reclinatorio, velando armas y pidiendo inspiración al Señor. Ahora, después de que mis rodillas hayan purgado la penitencia impuesta por el pecado de indecisión, estoy aquí de vuelta para hablar de los cinco libros que
más me han gustado.
1. El Quijote (Cervantes). Sí, sí..., ya sé que algunos pensarán, al leer este título, que lo incluyo porque necesariamente debe estar comprendido dentro de una lista oficial de libros, pero no, no es esa la razón. A mí, me marcó. Bien es verdad que esperé muchos años a leerlo (mi madre cuenta, por ejemplo, que su padrino se lo leyó cuando era una niña de 7 años y luego (¡al lorito!) lo leyó por sí misma a los 11). Yo no fui tan precoz. Como digo, tenía ya una edad (estaba, de hecho, en la universidad) cuando me decidí a hacerlo. Pero debo admitir que me lancé a su lectura porque era un libro oficial de esas listas oficiales de libros, de las que antes hablaba. Esto es, no podía pasar por la vida sin leerlo, pero no confiaba mucho en que me atrapara su lectura. Lo había estudiado en el cole, había oído hablar maravillas de él..., sin embargo anidaba en mí la duda de si no sería un libro de épocas pasadas, admirado sólo porque así lo establecieron viejos estudiosos de la literatura. Me equivoqué, obviamente. El libro me atrapó, me subyugó y me enseñó mucho. Es muy entretenido, está muy bien escrito, pero, sobre todo, en él descubrí el espíritu que anida en el pueblo español. Cervantes hace un magnífico retrato de las grandezas y vilezas del español (nacionalidad, no idioma) y, al leerlo, una entiende el porqué de tantas y tantas obscenidades y triunfos de nuestra historia.
2. Misericordia (Galdós). Descubrí a Galdós en el colegio con la obra Tristana. Lloré mucho al leerla (también es cierto que tenía quince años) y aquélla fue la novela que me enganchó para siempre al mundo galdosiano. He leído mucho de él, pero sin ningún género de dudas, de entre todas sus novelas, me quedo con ésta. Absolutamente deliciosa, magníficamente escrita, con unos personajes maravillosamente construidos (cuantos adverbios estoy incluyendo, pero son necesarios, lo siento) y, sobre todo, una novela en la que se aprende el verdadero significado de la palabra ingratitud. Si no la has leído, amigo, no conoces la verdadera dimensión que puede alcanzar el desagradecimiento.
3. Cuentos de la Alhambra (Washington Irving). Con más o menos la misma edad con la que mi madre leyó El Quijote, leí yo esta obra de Irving. Por cierto que fue ella quien la puso en mis manos. Y, a esa tierna edad, esta novela o recopilación de cuentos, como quiera que se defina, es también una lectura laboriosa, eh... De hecho, recuerdo que, acostumbrada a lecturas juveniles, Cuentos de la Alhambra supuso un cierto reto. Sin embargo, me gustó tanto desde el primer momento (sí, desde el primero, mucho antes de que empiecen a narrarse los cuentos), que no desfallecí ni un instante durante la lectura y este título quedó grabado en mi cabeza para siempre como un libro muy especial. Voy a ser franca: no he vuelto a leerlo. Sí que lo compré para mi propia biblioteca (según consta en su página inicial, el viernes, 3 de septiembre de 1999), pero no lo he releído. ¿Por qué? Pues creo que porque tengo tan buenos recuerdos de él, que me da un poco de miedo hacer una relectura y encontrar que aquella impresión tan favorable que me llevé en edad tan tierna no se vea respaldada tras una nueva lectura. Sin embargo, es un libro que siempre tengo en mente y a cuyas páginas sé que, tarde o temprano, volveré.
4. El hombre del traje color castaño (Agatha Christie). ¿Cómo iba a faltar mi Agatha?, jajajaja ;-). Éste no es el título de Agatha Christie que más me ha gustado, pero sí es el que me presentó a la autora y me introdujo en el maravilloso mundo del crimen, jajajaja. Recuerdo perfectamente cuándo y por qué lo leí: era yo adolescente y estaba viviendo una aburrida tarde de sábado invernal, gris, fría, lluviosa y triste. Me acerqué a la segunda de mis hermanas, que estaba leyendo en el salón, y le pedí que me recomendara un libro. Me dijo: "¿Por qué no lees a Agatha Christie?" Y le contesté: "Vale, ¿pero qué libro leo?". Ella se levantó y eligió éste. Me gustó muchísimo, pero muchísimo, muchísimo del verbo muchosear, y ya quedé enganchada para siempre a mi querida Agatha.
5. Hummmmm, querido Carlos, con las rodillas desolladas a causa de la mucha y muy larga penitencia que he debido padecer esta tarde, hube de levantarme, no obstante saber que el menester encargado no había finalizado, porque tan abultado periodo de tiempo postrada de hinojos volvió papilla mis rótulas. No he podido, a pesar del esfuerzo, elegir un quinto libro. Muchos vienen a mi mente: lecturas de capa y espada, novelas de Verne, Dickens, Dumas, Victor Hugo que me apasionaron en mi infancia y adolescencia, otras en épocas posteriores, ya más madurita, e incluso algunas leídas recientemente, pero soy incapaz de decidirme por una. ¿Oliver Twist? ¿Príncipe y mendigo? ¿Dos años de vacaciones? ¿La isla misteriosa? ¿Los miserables? ¿Y Corazón? Ay, Corazón..., cuánto lloré. ¿La reina del Nilo? ¿Los cuentos de Asimov? Y tantos otros... Imposible decidirse. Lo siento.
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Creo que, al realizar este meme, se puede proponer a otros blogs para que también los administradores de esas bitácoras confeccionen una lista. Yo no voy a hacerlo, aunque de los lectores que pasan por Finis Terrae sí que gustaría conocer sus cinco libros más queridos, sin embargo, no me atrevo a requerirles para esta tarea. Ojalá lo hagan motu proprio y así pueda curiosear en sus gustos.
No obstante..., hay una excepción (si es que... donde hay confianza da asco). Como el
señor Posodo es siempre tan amable conmigo y responde a mis propuestas cada vez que le hago una, con él sí me atrevo. Así que emplazo a Posodo para que..., cuando encuentre un momento, haga su
Lista de los Cinco. ;-)
PD: no me tires ningún trasto a la cabeza, Posodo..., ni ninguno de tus platos, ni tampoco ninguno de esos libros que no sabes dónde colocar ;-)