jueves, 5 de noviembre de 2009

Total..., un rasponcillo

Total…, un rasponcillo


Pulsé el botón de emergencia y se encendieron los intermitentes para avisar al de atrás: atasco, atasco…, vete frenando. Sin embargo, por detrás no venía nadie. Sólo por delante había gente…, una cola infinita de gente obstruyendo el paso con sus coches, como yo.


¡¡¡Moooocccccc!!! Fue como si la mano se hubiera fundido con la bocina del coche formando un conjunto inseparable. En estas ocasiones me comporto como un cretino, lo reconozco, pero es una cruz imposible de sufrir. Siempre pasa igual: la carretera va bien y, ¡zas!, cuando menos te lo esperas, brota el atasco.


Gruñí y, cuando estaba tomando aire para empezar a despotricar, mi novia me sorprendió con un “Paciencia, cari” que me sacó más de quicio. ¿Por qué las mujeres son tan conformistas cuando no conducen ellas?, porque hay que ver qué espabile se gastan cuando intentas hacerte el listo al volante y tanteas una pirula. Te dan el volantazo y te sueltan un “¡Mamón!” que te deja atontao. Lo de “¡mujer tenías que ser!” ya no vale. Te sacan el dedo y se quedan tan anchas. La miré de reojo y me mordí la lengua. Mejor eso que empezar una ofensiva destinada a la derrota por extenuación en una interminable guerra de reproches.


Llevábamos ya un rato allí parados, con el ronroneo de la radio llenando el silencio, cuando de repente los dos dimos un bote en nuestros asientos y los cinturones de seguridad se tensaron pegándonos al respaldo. El sonido seco del golpe fue lo que más me asustó. Miré por el retrovisor y vi a un imbécil que había empotrado el morro de su coche en el maletero del mío. Me bajé de inmediato y, mientras lo hacía, refunfuñé entre dientes: “Se va a enterar este gilipollas. Como me haya hecho algo al coche…”. Mi novia abrió la boca, pero antes de que pudiera emitir un sonido se la cerré con un gesto. “Si me vuelves a decir paciencia…” y no acabé la frase sencillamente porque no supe cómo.

–¿Qué pasa, tío? ¿A dónde ibas mirando?

–Lo siento, colega…

Un tipejo sucio, de pelo alborotado y probablemente con más agujeros en las venas de los que se hacen un día en un hospital se había bajado del coche de atrás y venía hacia mí. Sin darme mucha cuenta, di un pasito hacia atrás y sólo alargué el cuello para ver si había algún desperfecto en mi coche. Afortunadamente sólo era un raspón.

–Perdona, tío. Joer, perdona. No me di cuenta.

–Bueno –dije con cautela–, vamos a arreglarlo y ya está. Saca el seguro –añadí mientras me dirigía hacia la puerta delantera para coger la carpetilla del mío.

–Es que no tengo… –me espetó. Lo miré sorprendido–. Venga…, no me denuncies…, si no t’hecho na.

Me quedé allí parado, con la mano en la manilla y sin saber qué hacer. Lo miré de reojillo y me pregunté si aquel tipo… Ufff, se me erizaron los pelos del cogote.

–Vale, tío. Por esta vez, pase.

Me metí en el coche, cerciorándome de echar el seguro, y, sin mirar a mi novia, le expliqué:

–Es un pobre diablo. No llevaba seguro, pero no he querido montársela. Total…, me ha hecho sólo un rasponcillo.

–Has hecho bien, cariño… –me contestó ella mientras yo me abrochaba el cinturón de seguridad y oíamos un derrape de ruedas. El tipo había acelerado de cero a cien en un segundo y se había escabullido por una salida cercana–. Ese tipo de gente puede ser peligrosa –añadió la muy ladina.


La miré irritado. Gruñí de nuevo, fruncí la nariz y metí primera. Por fin el tráfico empezaba a moverse. Me concentré en no mirarla…, no obstante, lo vi: ella sonreía.

10 comentarios:

posodo dijo...

"no acabé la frase sencillamente porque no supe cómo": genial.

Y eso de la mano en la manilla me parece una buena imagen (sonoro-semántica) del posterior "sin saber qué hacer".

Esto me recuerda un regreso desde Madrid a Valencia a finales de julio del año pasado. Nosotros veníamos bien, pero los que iban en dirección a Madrid se encontraron sobre las diez de la noche con una total y absoluta detención a unos 120 km de Madrid, cuyo impacto psicológico imagino que sería demoledor. Vamos, me pasa eso a mí, y giro a la primera oportunidad que me encuentre, aunque sea para, yendo a Madrid, acabar en Soria, por ejemplo.

Por último, sólo decir que los peor encarados que he visto, han resultado ser agentes de la Policía Nacional y Guardia Civil de paisano. A ver si con la excusa del golpe, le han puesto un dispositivo de seguimiento porque en realidad, la novia, "la muy ladina" que "sonreía", va y resulta que algo sabe.

Anónimo dijo...

¡Ay, las desconfianzas..! Son la carcoma de las relaciones humanas...

Sue dijo...

Dicen que conducir saca lo peor de cada uno... yo no creo que sea cierto. La buena gente siempre es buena gente.
No te enfades, lo importante es que no hay que lamentar daños personales.
Un saludo.

José Manuel Guerrero C. dijo...

"Lo miré de reojillo y me pregunté si aquel tipo… Ufff, se me erizaron los pelos del cogote".
Muy bueno S., pero que muy bueno.Esta frase indica muy buenas maneras, aparte que me has hecho pensar un buen rato. La literatura de verdad es la que hace que te pegue continuamente bocaditos en el cerebelo, y la tuya , me ha dado un par de apretones en su sitio.

Yo me considero un tio legal, y a veces pierdo los nervios en el coche, sobre todo, con los que se creen que las carreteras son suyas. En caso de accidente -ya me ha pasado- guardo muy bien la templaza, al no ser que de con un prepotente.

Guido Finzi dijo...

De dónde salen tipos así?. Del Diario de Patricia?.

Me mataste con lo de "cari".

Un saludo.

Guido Finzi dijo...

No sé porqué te hice pregunta tan absurda, porque a esos personajes ordinarios me los encuentro a diario en el Metro, en el bar donde desayuno, andando por la calle, en el supermercado, parado ante los semáforos....

S. Cid dijo...

Posodo: Sí, lo de la "mano en la manilla" + "sin saber qué hacer" suena a un cierto "hummmm", ¿no? ;-)

Anonimo: La carcoma y quizá una de las razones que más las envenenan.

Sue: No me enfado, :-), aunque los atascos sacan de quicio a más de uno y, luego, hay también mucho cretino al volante. Pero, eso sí, lo importante es llegar igualito, igualito a como una salió ;-)

Bate: Bueno..., Bate..., gracias por tus palabras (saben bien), pero no me digas mucho esas cosas que me sonrojan. Además..., lo que escribo es sólo pasable. Soy plenamente consciente de ello. Aunque..., ¡me lo paso muy bien mientras lo escribo!, y eso es lo que más me importa :-). En cualquier caso..., si tú la disfrutas, pues seguiré subiendo esta literaturilla de andar por casa :-)

Guido: ¿A que te gustó lo de "cari"? ;-), jejejejeje. Forma parte de las pinceladas que hay que darle a los personajes... y estos son de ese tipo. Lo que no se me había ocurrido era lo del Diario de Patricia, jajajaj, me he reído un buen rato.

Anónimo dijo...

S.Cid: No quería ser la nota discordante,
pero lo estoy siendo. Esa novela la encontré
absolutamente mala. La autora quiso emular
a Jane Austen, sin conseguirlo y armó un
sancocho de personajes, a cual más risible.
Perdóname, amiga, porque respeto mucho tu
opinión, pero la verdad, es que después de haberme leído todo lo de las Bronté, Jane Austen
at al, ésto lo hallé totalmente absurdo, necio
y hasta cómico.
Un beso

S. Cid dijo...

Anónimo: ¿Y por qué vas a ser la nota discordante, amigo Anónimo? Aquí cada cual opina lo que le parece, puesto que sobre gustos no hay nada escrito. A mí la novela me llevó a esos tiempos adolescentes en que leía a las Brontë y a Dickens. Con ello no pongo a la autora de "El cuento número Trece" a la misma altura que estos autores, aunque sí la atmósfera de su novela. Hacía mucho que no leía una de este tipo y me gustó trasladarme a ese tipo de mundo durante un rato. Hubo cosas que no me convencieron..., por ejemplo la excusa de las gemélas en que se basa la elección de Vida Winter, pero la novela sí me gustó.

Saludos.

S. Cid

S. Cid dijo...

Perdón por la tilde en "gemelas" que no debería aparecer. Se me fue el dedillo :-)

Belén 2013

Belén 2011