Lunes cíclicos
Una de mis hermanas es doctora arquitecto. Su tesis (que leyó en unas condiciones de salud tan precarias que le supusieron un esfuerzo casi heroico -inflada hasta los topes de yodo, o no sé qué otro elemento de la tabla periódica, a causa de un cáncer contra el que luchaba y al que venció-) tiene por título Requerimientos espaciales de las instalaciones de acondicionamiento de aire en un edificio de oficinas, y la perorata sobre la que habla se extiende a lo largo de 917 páginas (tamaño DIN-A4), cuyo abstract, por cierto, fui la encargada de traducir, razón por la cual suelo argumentarle que la tesis, en realidad, la escribimos entre las dos. Son catorce palabras para un título que asusta. Sólo con echarle un vistazo piensa una que el contenido debe de ser auténticamente infumable.
Traigo todo esto hasta aquí porque, tras largas reflexiones, he llegado a la conclusión de que las tesis cuyos contenidos van más por lo científico que por lo humanístico suelen ornarse con títulos interminables. Pude comprobarlo una tarde que, acompañando a una amiga por la Facultad de Matemáticas a la que había acudido también por cuestión de su doctorado, me entretuve en repasar los títulos de las tesis cuyas lecturas se anunciaban como próximas. Eran... largos en exceso, según mi parecer. Mucho más que el que decidió mi hermana para la suya. Y viene todo esto a mi mente hoy porque en mitad de uno de los libros que entretienen mi tiempo de ocio estos días he encontrado una referencia al siguiente título: El analista o discurso dirigido a un matemático infiel. En donde se examina si el objeto, los principios y las inferencias del análisis moderno son más claramente concebidos o más evidentemente deducidos que los misterios religiosos y los puntos de la fe. "Aparta primero la luz de tu propio ojo y entonces verás con claridad para apartar la mota del ojo de tu hermano". ¿Qué tal? ¿Tengo o no tengo razón? ¿Son o no son los hombres y mujeres de ciencia unos auténticos petardos? (Perdón Mac por lo que te toca. Por cierto, ya que estoy: me comprometo a traducir el abstract de la tuya. Así ya serán dos las tesis en mi haber).
En tiempos yo también estuve tentada de realizar estudios de doctorado. Tenía incluso el tema: la mitología clásica en las obras de Shakespeare, aunque también me llamaba la atención un estudio profundo de El paraíso perdido -explicado en tercero de carrera por la mejor profesora de literatura que haya existido jamás, doña Mª Antonia Rodríguez Gago, y que tan gran impacto me causó que aún lo recuerdo-. Fuera uno o fuera el otro, ambos se presentaban interesantes, ¿verdad? Sin embargo, nunca me decidí. Eso sí, seguro que el título de mi tesis no hubiera excedido de 6 ó 7 palabras. No obstante..., he de admitir que en cuanto al contenido... quizá los de letras extienden su perorata mucho más allá de lo admisible para la paciencia del lector. Véase, si no, el alcance de este artículo cuyo título, concentrado en dos simples palabras, da paso ya a tres párrafos en los cuales... ni siquiera he principiado a bosquejar el contenido.
Y es que (paso ya al cuarto) estoy leyendo un libro de título La historia definitiva del infinito que me ha dado mucho que pensar. Aprendo en él que los estoicos tenían una concepción finita pero cíclica del tiempo, según la cual los acontecimientos se repiten una y otra vez -de ahí quizá la sensación de déjà vu que a veces nos sorprende hasta el punto de dejarnos estupefactos-. Frente a ella, la concepción judeocristiana nos presenta una línea recta que se extiende hacia el pasado y hacia el futuro. Yo, educada en esta concepción, no puedo dejar de asumirla como necesaria -aparte de que no me veo escribiendo infinitas veces este artículo ni al lector sufriendo su lectura por toda la eternidad- y, sin embargo, (y para ir acabando, no sea que el lector, arrancados ya todos los pelos de su, sin duda, hermosa cabellera, decida pegar fuego al blog) no dejo de pensar que esa idea cíclica en la que todo se repite que defendían los estoicos no deja de tener su punto de verdad. Al fin y al cabo... hoy es lunes otra vez.
Una de mis hermanas es doctora arquitecto. Su tesis (que leyó en unas condiciones de salud tan precarias que le supusieron un esfuerzo casi heroico -inflada hasta los topes de yodo, o no sé qué otro elemento de la tabla periódica, a causa de un cáncer contra el que luchaba y al que venció-) tiene por título Requerimientos espaciales de las instalaciones de acondicionamiento de aire en un edificio de oficinas, y la perorata sobre la que habla se extiende a lo largo de 917 páginas (tamaño DIN-A4), cuyo abstract, por cierto, fui la encargada de traducir, razón por la cual suelo argumentarle que la tesis, en realidad, la escribimos entre las dos. Son catorce palabras para un título que asusta. Sólo con echarle un vistazo piensa una que el contenido debe de ser auténticamente infumable.
Traigo todo esto hasta aquí porque, tras largas reflexiones, he llegado a la conclusión de que las tesis cuyos contenidos van más por lo científico que por lo humanístico suelen ornarse con títulos interminables. Pude comprobarlo una tarde que, acompañando a una amiga por la Facultad de Matemáticas a la que había acudido también por cuestión de su doctorado, me entretuve en repasar los títulos de las tesis cuyas lecturas se anunciaban como próximas. Eran... largos en exceso, según mi parecer. Mucho más que el que decidió mi hermana para la suya. Y viene todo esto a mi mente hoy porque en mitad de uno de los libros que entretienen mi tiempo de ocio estos días he encontrado una referencia al siguiente título: El analista o discurso dirigido a un matemático infiel. En donde se examina si el objeto, los principios y las inferencias del análisis moderno son más claramente concebidos o más evidentemente deducidos que los misterios religiosos y los puntos de la fe. "Aparta primero la luz de tu propio ojo y entonces verás con claridad para apartar la mota del ojo de tu hermano". ¿Qué tal? ¿Tengo o no tengo razón? ¿Son o no son los hombres y mujeres de ciencia unos auténticos petardos? (Perdón Mac por lo que te toca. Por cierto, ya que estoy: me comprometo a traducir el abstract de la tuya. Así ya serán dos las tesis en mi haber).
En tiempos yo también estuve tentada de realizar estudios de doctorado. Tenía incluso el tema: la mitología clásica en las obras de Shakespeare, aunque también me llamaba la atención un estudio profundo de El paraíso perdido -explicado en tercero de carrera por la mejor profesora de literatura que haya existido jamás, doña Mª Antonia Rodríguez Gago, y que tan gran impacto me causó que aún lo recuerdo-. Fuera uno o fuera el otro, ambos se presentaban interesantes, ¿verdad? Sin embargo, nunca me decidí. Eso sí, seguro que el título de mi tesis no hubiera excedido de 6 ó 7 palabras. No obstante..., he de admitir que en cuanto al contenido... quizá los de letras extienden su perorata mucho más allá de lo admisible para la paciencia del lector. Véase, si no, el alcance de este artículo cuyo título, concentrado en dos simples palabras, da paso ya a tres párrafos en los cuales... ni siquiera he principiado a bosquejar el contenido.
Y es que (paso ya al cuarto) estoy leyendo un libro de título La historia definitiva del infinito que me ha dado mucho que pensar. Aprendo en él que los estoicos tenían una concepción finita pero cíclica del tiempo, según la cual los acontecimientos se repiten una y otra vez -de ahí quizá la sensación de déjà vu que a veces nos sorprende hasta el punto de dejarnos estupefactos-. Frente a ella, la concepción judeocristiana nos presenta una línea recta que se extiende hacia el pasado y hacia el futuro. Yo, educada en esta concepción, no puedo dejar de asumirla como necesaria -aparte de que no me veo escribiendo infinitas veces este artículo ni al lector sufriendo su lectura por toda la eternidad- y, sin embargo, (y para ir acabando, no sea que el lector, arrancados ya todos los pelos de su, sin duda, hermosa cabellera, decida pegar fuego al blog) no dejo de pensar que esa idea cíclica en la que todo se repite que defendían los estoicos no deja de tener su punto de verdad. Al fin y al cabo... hoy es lunes otra vez.
16 comentarios:
A mí, lo que me parece que se repite, son los domingos; un día que detesto desde mi más tierna infancia. Hasta el mediodía, todavía pasa: desayunas fuera, paseas por el parque, te tomas un vermú, comes con tus padres, etc. Pero después, el día se va apagando de a poco y cuando te quieres dar cuenta, es de noche y el lunes acecha a breves horas de distancia.
Un saludo
PD: me impresiónó lo de "inflada hasta los topes de yodo".
Guido: Creo que coincidimos en nuestro odio al domingo. Además, me pasa como a ti: hasta mediodía... lo sobrellevo, pero según avanza la tarde. ¡Buah, qué depresión! La dificultad que entraña el lunes es que el viernes apenas sí se acierta a dividsar..., allí, en la lejanía ;-)
Saludos.
S. Cid
Me viene a la mente cierta frase de Leonardo Padura Fuentes (por cierto, me gustan mucho sus novelas): "No hay nada más maricón, que un domingo por la tarde". Así que se ve que somos legión los que detestamos este día.
Un saludo.
Guido: Chico, desconozco las tendencias sexuales de los domingos por la tarde, aunque bien es cierto que algo sarasones sí son: pastosos y pegajosos... En cualquier caso..., ya estamos a lunes por la noche :-)
Saludos.
Guido "No hay nada más maricón, que un domingo por la tarde". Y que tal un domingo por la tarde escuchando a Zerolo??
S. hoy me he sacado el carnet de la Biblioteca Sancho Panza -en serio, se llama así- de Villalba. Escucharte (escucharos) comentar tantas cosas de libros, literatura, etc, me ha abierto otra vez el apetito por los libros. Tengo épocas que no puedo leer casi nada, aparte que tengo mis libros -453 más o menos- en Sevilla. He decido no comprar más libros hasta que no me instale definitivamente en un
lugar, en mi hogar.
S., si dices "doctora arquitecto", y está bien, también podríamos decir "doctora médico"???, pregunto. Me ha llamado mucho la antención como has llamado a tu hermana.
Un cordial saludo
Bate:
A ése cobarde, mejor no me lo nombres que me sale urticaria.
En lo que respecta a los libros, yo siempre digo que voy a dejar de comprar y escribir más pero, no hago más que mentirme. Hoy, sin ir más lejos, me compré "Naufragio", de Kalman Barsy (un húngaro que vive en Argentina desde niño), "La ocasión", del fallecido Juan José Saer y encargué "Las dos muertes de Gardel", de Horacio Vázquez-Rial (los diálogos de éste en "El camino del norte" son formidables. Por cierto, hace poco le mandé un mail y me contesté muy amablemente).
Sobre lo de Dr., me viene a la memoria una boluda que comentaba en un blog que tuve. En un post, había un abogado y una clienta se dirigía a éste como Doctor. La idiota me deja un comentario diciendo que se lo aclarara "eso de Doctor", porque en España sólo llamaban así al médico. Al final, terminé echándola de mi blog.
Saludos.
Bate.
Una vez, en un baño de no recuerdo dónde, leí la siguiente pintada: "El que va a Villalba, folla hasta el alba".
Tú sabrás.....yo, lo más cerca por ahí que anduve, fue en Moralzarzal, en casa de mi primo y, de momento, no van ni los tipos ni el incesto.
Biblioteca Pública Sancho Panza? Un poco rústico, no? Ahí a que se va, a leer o a comer torreznos?
Apuesto lo que no tengo que el que escribió esa pintada no se comía un pimiento, ni en Villaba ni en Azuqueca de Henares. En Villalba se folla como en todos los sitios, poco. Jejeje.
Me encantan los torreznos, conozco un bar cerca de mi mansión que quitan el hipo. Ponerle a una bibioteca Sancho Panza me parece cuando menos de muy mal gusto.
Saludos, y no te crea esa pintada, amigo.
Bate: La verdad es que a mí también me parece que eso de Biblioteca Sancho Panza suena un poco a torrezno, jajaja, pero, bueno, si tiene libros..., pues da igual cómo se llame, ¿no?
En cuanto a lo de "doctora arquitecto", así es como ella lo escribió en su tesis, así que yo se lo mantengo. Pero es que..., "arquitecta" suena un poco mal, ¿no? Como "médica". A mí me suena horrible. Bueno, cada cual que se haga llamar como le venga en gana, claro que si las mujeres son ahora "presidentas", ZP tendría que ser "presidento", ¿no? ;-)
Guido: Este fin de semana saldré en busca del libro de Vázquez-Rial que me recomendaste.
Saludos, amigos.
S. Cid
S. Cid:
Había un par de puestos que lo teníanm (a 2.95 euros !!); uno, a mitad de la Cuesta y otro, casi arriba del todo.
un saludo, y que tengas suerte.
Guido: Ayer visité la Cuesta, tal y como te dije, y, siguiendo tus indicaciones, finalmente encontré el libro y lo compré. Aunque costó un poco. En los puestos de arriba nadie sabía nada. Luego, desde abajo, fui preguntando aquí y allá, pero nadie daba noticias de él. Finalmente, en uno de los puestos que se encontraba a mitad de la Cuesta, primero me dijo uno de los libreros que no para, inmediatamente, otro que había allí con él decirme que sí. Efectivamente, buscó y lo encontró. Y yo por fin lo tuve al precio que anunciaste: 2,95 :-). Gracias por la info :-)
No he empezado a leerlo, pero sí he echado un ojo a las primeras líneas y, desde luego, el diálogo, tal y como dices, promete. Cuando lo lea, ya te contaré.
Saludos.
S. Cid
S.Cid:
Me alegro que tuvieras la suerte de encontrar el libro que buscabas. A mí, los diálogos me parecieron magníficos. Tanto es así que, enseguida salí a buscar más títulos del autor; compré uno y encargué otro.
Ahora, si no te gusta lo que lees, siempre me puedes echar la culpa.
Un saludo.
Ah, por cierto, Horacio Vázquez-Rial dedica el libro a Marcelo Birmajer (y otro); un escritor cuyos cuentos me encantan y en cuya página web me publicaron un breve relato el otro día.
Un saludo.
Guido: ¿Cómooooo? ¿Te han publicado un cuento por ahí y no has dicho nada? Ejem, ejem... (unos segundos de silencio para crear tensión) y... más ejem, ejem... Bueno, está bien..., te perdono... [;-)] si me dices dónde está publicado para que pueda leerlo. Si no tienes inconveniente, claro. Si lo tienes..., entonces secretamente saturaré Google hasta que me encuentre la página ;-)
Tengo aquí el libro, ese otro autor a quien se lo dedica es Jaime Naifleisch.
En cuanto a que no me guste..., no creo que suceda. Por lo que he visto creo que es el tipo de historias que me van: "En las narraciones de Horacio Vázquez-Rial siempre hay alguien que vuelve a empezar. A pesar de haberlas pasado negras, muy negras, sale adelante a través de la búsqueda de la verdad, lo único que le hace libre". Especialmente estos días..., creo que me vienen bien este tipo de historias.
Saludos y felicidades por tu publicación :-)
S. Cid
www.marcelobirmajer.com.ar
Es un relatito muy judío, donde ficciono con la figura del Malaj-a-Mavet (el Ángel de la Muerte).
Los cuentos de M. Birmajer me gustan mucho y lo mismo me ocurre con las novelas de H. Vázquez-Rial. Éstas últimas por eso mismo que apuntas; el volver a empezar, el reengancharse con el pasado, el resolver historias planteadas y dejadas a medias, etc.
Un saludo
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