sábado, 27 de febrero de 2010

Y como quise..., lo hice

Y como quise…, lo hice

Tal y como decía en mi comentario sobre Si quieres, puedes, decidí seguir el consejo de Richard Vaughan y me lancé a la lectura de best sellers en inglés. Comencé con una novela de misterio, The dead place, y seguí con otra de amor, Bungalow 2 –que ya mencioné en un articulito de hace meses.


The dead place (Rebecca Drake)

Read this alone, late at night, and you won’t be afraid, you’ll be terrified es lo que dice de esta novela Wendy Corsi Staub en New York Times bestselling author. Yo no estoy muy de acuerdo con ella. Una de las ¿pocas? cosas que me tengo prohibidas es ver películas de miedo. ¿Por qué? Sencillamente porque soy una gallina que ha ido perdiendo las plumas a base de sustos fílmicos. Así pues, todo aquello que incluya la palabra “miedo” me encontrará (si es que lo hace) a kilómetros de distancia; y esta novela, la verdad, tiene sus momentillos de tensión, pero tanto como para que se pase del estar “afraid” al estar “terrified”… es una pequeña exageración de esta mujer, andaluza sin duda –su nombre lo indica a las claras, Wendy Corsi Staub.

En la novela, un asesino en serie que ha sido lo bastante hábil como para que sus crímenes no se asocien entre sí y, por tanto, no se busque una sola mano homicida comete el error de retar al amor de una madre, Kate Corbin que, hundida a causa de una violación de la que fue víctima, se esforzará, sin embargo, en desentrañar la misterosa desaparición de su hija.


Bungalow 2 (Danielle Steel)

Mi segunda lectura, una vez acatados los consejos de Vaughan, fue una novela de amor. Nunca antes había leído este tipo de literatura, aunque en proyecto tenía hacerlo algún día, sobre todo para experimentar cómo es y entender cómo Corín Tellado (que era la autora que tenía en mente) pudo escribir tropecientas mil novelitas de amor y salir airosa del reto. Sin embargo, como supuse que me sería difícil encontrar un título de Corín Tellado en inglés (si es que es posible hacerlo), opté por una autora famosa en estos lares y que tenía una de sus novelas, Bungalow 2, justo al lado de The dead place. Y así fue como vino a caer en mis manos mi primera novela de amor. El comentario debería ser rápido y reducirse a un “¡qué peñazo de novela! Infumable”. Así es como la he visto yo.

Un resumencín de la novela vendría a ser algo así como: una mujer casada desde hace veinte años y escritora de cuentos se ve sometida de repente a una presión insoportable: la de tener que aceptar, o no, una oferta para escribir el guión de una película. A pesar de que ella no quiere hacerlo, pues ello supondría tener que dejar su casa y a su familia durante unos meses, su marido la anima a ello. Y, así, nos pasamos las 200 primeras páginas deglutiendo los lamentos de esta pobre mujer por haberse ido a Los Ángeles y estar viviendo una experiencia única. En la página doscientos y pico, en una de las visitas que hace a su familia, descubre que su marido la ha engañado con una mujer que no sólo es su vecina, sino su mejor amiga. ¡Horror!, claro. Páginas y páginas de más lamentos. Al final se perdonan y él jura que no lo volverá a hacer.

Más páginas de bla, bla, bla y…, de repente…, oh, no…, otra vez… Él lo ha vuelto a hacer y, además, ha decidido divorciarse de ella y casarse con la otra. Así que, ella, que había jurado y perjurado que nunca más aceptaría quedarse en Los Ángeles para escribir otro guión, decide saltarse su palabra a la torera y embarcarse en una nueva película. Durante este segundo año en LA, se enrolla con un rico productor con el que, sin embargo, la cosa no cuaja porque él no acepta a los hijos de ella. Después, caerá entre los brazos de un famoso actor que, al final, también la engaña y, finalmente, de vuelta a su solitaria casa, pues el ex marido se ha ido con la otra y los hijos a la universidad, cae una nueva oferta para escribir un guión. Esta vez es el de una película producida por un británico, guapo, educado, un gentleman, vamos, cuya mujer murió en circunstancias penosas, y que, por tanto, quedó viudo y padre de dos maravillosos retoños. La historia, para ir abreviando, es que ella gana un oscar con la película del año anterior, o con la del británico –ya no lo recuerdo-, se casa con el British, se van a vivir a no recuerdo qué parte de Italia, donde los hijos de ella, además, irán a visitarla y son todos muy felices. Hala, se acabó el coñaz…, digo, el peñazo.

Mis dos siguientes adquisiciones, para continuar con el consejo de Vaughan, fueron The rule of four (que al llegar a casa descubrí que ya había leído en español), y The timer game. Supongo que volveré a leerme el primero de ellos, aunque el recuerdo que tengo de mi lectura en español no es muy bueno, y ya vendrá por aquí también el segundo.

jueves, 25 de febrero de 2010

Si quieres, puedes

Si quieres, puedes (Richard Vaughan)

Uno de los libros que me regalaron el año pasado el día en que se cumplía mi taitangésimo aniversario fue éste. Lo pedí yo. Tengo mucho material de Vaughan que utilizo en clase (incluso estoy suscrita a sus lecciones on line, que me proporcionan aún más) y quería echarle un vistacillo al libro. Desde el punto de vista del profesor, no descubres nada nuevo (lo digo porque ese profesor fue primero alguien que tuvo que empollarse un idioma extranjero), pero sí es aconsejable para el alumno. De hecho, se lo he sugerido a los míos, aunque no creo que ninguno de ellos haya seguido la recomendación.

A mí me gustó y hubo un consejo suyo que seguí: aquel en el que recomienda leer best sellers en inglés. Copio los párrafos en los que habla de ello:

Una novela media contiene 150.000 palabras y una persona normal puede leer, en su propia lengua, aproximadamente 12.000 palabras por hora si no sufre distracciones o interrupciones. Esto quiere decir que en español, usted seguramente podría leer una novela, sin prisas pero sin pausa, en unas 12 horas y media, o visto de otra manera, una media hora de dedicación a lo largo de 25 días o noches.

Si la novela es en inglés, pongamos 30 días… Un mes completo de media hora de lectura por día. Tal vez me vaya a decir: “Pero hombre, ¿sólo voy a tardar un 20% de tiempo más en leer una novela en inglés que en español? Mi nivel no da para tanto”.

Se equivoca. A no ser que tenga un nivel preintermedio o menor, hay muchas novelas en inglés que usted puede leer en un solo mes y con poco tiempo de dedicación cada día. El secreto está en no echar mano al diccionario en ningún momento. Ante esto, claro, me va a decir: “Entonces ¿cómo me voy a enterar de lo que pasa en el libro si no busco las palabras que desconozco?”. Y le responderé: “Pues verá como sí. Ya verá que podrá seguir la historia sin grandes dificultades”

[…]

A través de las 150.000 palabras que puede haber en una novela normal del tipo best seller, usted tropezará con 5.000 que desconoce y se encontrará con sólo unas 100 frases cuya estructura gramatical le costará un poco de trabajo descifrar. Sin embargo, esto no le impedirá seguir la trama y disfrutar de la historia. Si, después del primer mes de lectura, continúa leyendo novelas de este tipo, serán cada vez menos las palabras desconocidas y cada vez más su propia convicción de que puede leer inglés sin grandes dificultades.

Vaya a cualquier librería que venda libros de bolsillo en inglés, compre un best seller de suspense, acción o amor, y devórelo. Si tropieza con palabras que no conoce, pase por encima de ellas como una potente apisonadora. No pare en ningún momento excepto cuando esté seguro de que una palabra o expresión no le permite entender la continuidad de la trama o argumento de la novela. Esto no le debe pasar más de 50 veces en todo el libro, por lo que no debería dedicar, en su totalidad, más de veinticinco minutos a la búsqueda de palabras con el diccionario abierto. También podrá optar por quemar el diccionario, algo a lo que no me voy a oponer.

Yo recordaba mis lecturas en inglés sumamente arduas, no tanto por el idioma –que se iba superando poco a poco- sino por el trabajo que llevaba leerlas como había que hacerlo: con lápiz y papel en el que anotar los rasgos característicos de la época, la corriente literaria de que se tratara, el autor… así como cada uno de los detalles que llamaban la atención y de los cuales luego te ibas a examinar. A lo largo de cinco años son muchos los autores que hube de leer, sin embargo, ninguno de ellos escribió lo que hoy se entiende por best seller. De modo que, para tener la experiencia, decidí seguir el consejo de Richard Vaughan y me hice con unos cuantos títulos. No obstante, como el articulito se va alargando, dejo su continuación para otro momento.

martes, 23 de febrero de 2010

Limosna para el alma

Limosnas para el alma

Estoy suscrita a un foro de literatura por el que me paso de vez en cuando a curiosear. Hace poco, entre los mensajes recientes destacaba uno que se hacía titular Se despide Kimismo. Quizá sea que me llama la atención la palabra despedida o tal vez se deba a una razón distinta, da igual, el caso es que entré a ver qué se cocía allí y encontré un texto quejumbroso en el que una mujer se lamentaba por el piélago de indiferencia en que su libro autoeditado había naufragado. Contaba, llorosa, la cantidad de dinero que había invertido, entre unas cosas y otras, no sé si en Bubok o en Lulu, para... que ni un sólo ejemplar se hubiera vendido. Nada, cero, ni uno solo a excepción de los que ella misma había comprado. Fracaso total.

¿Qué cuesta dar aliento a quien se siente hundido? Nada, es gratis. Quizá por ello los comentarios de ánimo que dejaron otros participantes del foro fueron numerosos. Yo también dejé uno..., y al cabo de los días volví por allí y encontré su respuesta, triste y sincera, pues no era tanto el fracaso de la autoedición sino el cosechado entre los "cercanos" lo que más dolía: Y, si te soy, sincera, ni siquiera los conocidos y "amigos" me están leyendo porque creen que es una "chorrada" lo que escribí. Mendigué lectores entre la familia y los amigos, les pasaba el libro en documento word, y nada, nunca tenían tiempo de leer. En las cincuenta editoriales a las que lo mandé, ni me han contestado. Creo que el problema de este libro está en que la gente no se anima a leerlo.

Entendí el porqué de su pena: mendigué lectores entre la familia y los amigos [...] y nada, nunca tenían tiempo de leer. Comprendí el fondo de su lamento: ni siquiera los conocidos y amigos me están leyendo porque creen que es una chorrada lo que escribí. Queda meridianamente claro: nuestra caridad es realmente corta de entendederas a veces. Desenfundamos con rapidez el monedero para socorrer, en la medida de nuestras posibilidades, las necesidades de aquellos que carecen de lo imprescindible, sin embargo..., ¡ay, sin embargo!, qué ciegos somos con las necesidades del alma. Creo, dice la fracasada autora del foro, que el problema de este libro está en que la gente no se anima a leerlo.

Exacto, ahí está el problema. Esta mendiga de lectores ha dado en el clavo: cuán excasas son las imprescindibles limosnas para el alma.

lunes, 22 de febrero de 2010

Ley del Menor

Ley del Menor

Aunque probablemente la mujer que aparece en la fotografía no necesita (muy a su pesar) presentación, doy por hecho que tampoco le importará al lector que recordemos su nombre, pues mujeres como ésta (y no otras cuya máxima consecución en la vida ha sido acostarse con un torero u operarse la nariz) sí merecen ser mencionadas constantemente, por su valor, entereza y constancia en la lucha de lo que ella (y tantos de nosotros) entiende por justicia. Es, amigos, Marimar Bermúdez, la madre de la malograda Sandra Palo, cuya vida se vio dolorosa y brutalmente interrumpida merced a la despiadada actitud de unas bestias inhumanas.

Yo, cada vez que la veo derramar lágrimas, no puedo evitar unirme a ella con las mías. Esta mujer luchadora tiene esa virtud: hacerme llegar su sufrimiento tan dentro, que acaba por conseguir que acompañe su llanto con el mío. Hoy, sin embargo, no la traigo hasta aquí para echar unas lágrimas, sino para echarle una mano en la pelea que, tras el asesinato de su hija, emprendió contra esa casta política que vive en un mundo virtual, lejos de éste que pisamos el común de los mortales y al resguardo, por tanto, de los peligros que nos acechan. Una casta política confianda en que a ellos no, y a sus hijos tampoco, les ocurrirá lo que a Sandra Palo. La burbuja en la que viven y, caso de romperse, los guardaespaldas que les protegen impedirán que sus niñas se topen con un Rafita.

Por si alguien está interesado, la Asociación Sandra Palo hará una marcha de protesta el próximo sábado, 27 de febrero, que partirá a las 5 de la tarde de la Plaza Mayor y recorrerá las calles de Bordadores y Arenal hasta llegar a la Puerta del Sol, donde se leerá un manifiesto. También se puede brindar apoyo firmando en la Modificación de la Ley del Menor que está promoviendo esta asociación desde su página web. Para ello, pincha aquí.

viernes, 19 de febrero de 2010

De cobardes "aprovechaos"

De cobardes aprovechaos

El tipo de la izquierda es un jeta que vive del cuento. ¿De qué cuento? Ah, se trata de un cuento que suele generar cuantiosos dividendos a la cuenta corriente del progre, pero que al mismo tiempo se muestra completamente inocuo para su salud. Pues bien, el jeta de la fotografía ha tenido hoy la fortuna de salir en los papeles a cuenta de esto:



A nadie que no albergue sentimientos antijudíos se le escapa que esta escultura es un nuevo insulto a una religión que no tiene por costumbre enviar a sus fieles, con una fatwa de pena capital entre los dientes, en persecución del artista atrevido.

El jeta de la foto ha declarado: "soy una persona bastante ingenua y cuando me pongo a crear una obra no pienso en las repercusiones o en si puede molestar a alguien". Por eso ha aclarado que en lo que se refiere a la pieza mostrada ahí arriba: "quería unir dos elementos de simbología israelí". Suponemos, claro, que se refiere al candelabro y a la estrella de David, pero se nos escapa -en este blog somos así de simples- a qué viene, entonces, la ametralladora. El propio artista lo explica: "Es que mi pieza es algo contradictoria, como todo el arte (?)* lo es. El diseñador Philip Stark hizo una lámpara con un fusil de asalto AK47, y yo hago un candelabro con un subfusil Uzi, que es de fabricación israelí, y ése es el juego, no hay otro". Señala, por ello, que se siente apesadumbrado "por lo mal que se ha entendido". Y entonces va y añade: "Mi obra se ha entendido de otra manera a como la concebí. En ella hablo de la Alizanza de Civilizaciones (¡acabáramos, se va entendiendo el asunto!), del respeto entre religiones que tienen a un mismo Dios".

Tal vez por ello no ha tenido ningún tipo de reparo en artistear a otras religiones, eso sí, una vez más, con todo respeto, por supuesto:


"No me parecía una idea descabellada, pero ahora creo que sí lo era. Con la religión cualquier cosa es impactante y cuanto más simple es una interpretación más peligro tiene. Me entristece mucho todo lo ocurrido", dice.


En cualquier caso, a este artista no le arredra ese peligro del que habla y, por ello, miren, miren... también su arte alcanza a la religión pacífica por excelencia. Dos muestras de ello:




Como pueden ver..., igualitas, igualitas que las anteriores.


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*La interrogación es mía, naturalmente.

jueves, 18 de febrero de 2010

Ébano (Ryszard Kapuscinski)

Ébano (Ryszard Kapuscinski)

El 14 de junio de 2005 me regalaron dos libros; uno titulado Días y viajes y el otro es éste, Ébano. Desde entonces, ambos han estado aguardando turno pacientemente en mi librería. Por fin, cuatro años y pico después, le llegó el momento de la lectura a uno de ellos. Lo cierto es que ,cuando lo tomé de la estantería, no pude dejar de mirarlo con cierto escepticismo. No me daba buena espina y a mis ojos se presentaba con un cierto halo de peñazo. Sin embargo, me equivoqué: sin llegar a entusiasmarme, el libro no me ha decepcionado.

En sus páginas, Kapuscinski, escritor y periodista polaco, narra sus viajes a lo largo y ancho del continente africano de una manera ciertamente muy personal y sugerente. Se trata, pues, de un libro de viajes pero escrito de manera algo diferente a lo que se espera de este tipo de narraciones.

martes, 16 de febrero de 2010

Sangre, sudor, lágrimas... y golf

Sangre, sudor, lágrimas... y golf

En la privamera de 1943, un indefenso avión comercial despegó del aeródromo de Luton, a 56 kilómetros de Londres. Los motores del aparato impulsaron la aeronave sin problemas, que ascendió hacia un cielo despejado, iluminado por un sol radiante y en el que no parecía notarse que una terrible guerra asolaba aquella tierra sobre la que derramaba sus rayos. Ningún caza de escolta acompañaba al solitario avión que acababa de despegar. Ello, tal vez, contribuía a su propia seguridad, pues nadie, vista la soledad en que viajaba el lento aeroplano, podría haber imaginado que a bordo se encontraba el mismísimo Winston Churchill.

Poco después de traspasado el Canal de la Mancha, el piloto comunicó a los pasajeros la necesidad de abrocharse el cinturón de seguridad, pues el aterrizaje en tierras belgas era inminente. No hubo necesidad de esperar mucho, tras una leve sacudida, el aparato tomó tierra sin problemas. En la escalerilla, rindiendo los honores debidos al Premier británico, la Wehrmacht presentó armas a Churchill.
-A sus órdenes, señor -saludó un coronel-. El Führer le espera.
-No comprendo tanta prisa para perder de nuevo -bromeó Churchill.
-El Führer confía en que un campo de golf belga le traerá suerte esta vez. Por cierto, señor...
-¿Sí? -Churchill se detuvo y miró al coronel.
-¿Puedo permitirme aconsejarle que no mencione el birdie que logró en Holanda?
-¿Aún le pica? -preguntó el británico mientras esbozaba una sarcástica sonrisa que el coronel ignoró-. No lo mencionaré, soy un gentleman -bromeó de nuevo Churchill-, pero, si quiere ponerse a salvo de la ira del Führer, desaparezca en cuanto pueda, coronel, porque hoy pienso lograr un albatros. Pero, vamos, también yo tengo prisa. Clementine me espera para el té.

Dos semanas después, Churchill recibió una invitación para una nueva partida de golf que en esta ocasión contenía, empero, una novedad verdaderamente sorprendente...
-Esto será muy incómodo, Clementine -señaló Churchill sin demasiado apasionamiento en su voz, pero con el suficiente como para denotar cierto disgusto.
-¿A qué te refieres, querido?
-Parece que el buen Dios no ha tenido suficiente con someterme a este castigo de guerra y a las condenadas partidas de golf con ese loco alemán.
-No me asustes -suplicó ella-. ¿Qué ocurre?
Churchill le alargó el pliego de papel a su mujer.
-¡Oh! -exclamó Clementine-. ¡No es posible!
-Me temo que sí.
-Escúchame, Winston, esta vez no debes ir.
-No puedo dejar de hacerlo, querida. ¿Qué pensaría el mundo de Inglaterra si no acudiera?
-Pero esto es una locura...
-Sin duda, pero...
-Lograrán acabar contigo.
Churchill frunció el ceño y dejó que la mirada se perdiera en la lejanía mientras su voz musitaba unas palabras inaudibles para Clementine: Sí, lo harán -se dijo-. Aunque soportar la compañía de ese cabo austriaco me ha resultado sumamente difícil, he podido sobrellevarlo con no poco esfuerzo. Sin embargo, ahora... Bueno, ahora creo que me será francamente difícil controlar el asco. Esta vez -se dijo mientras acariciaba la prominente barriga que se ocultaba tras el chaleco- el reto será demasiado para mi úlcera.
-Por eso, Winston, insisto: no debes ir. Piensa en ti. Piensa en mí. Piensa en Inglaterra.
Clementine tomó de nuevo el pliego y lo releyó.
-Recuerda, querida: sangre, sudor y lágrimas.
-¿Cuántas, Winston? ¿Cuántas más tendré que derramar?
-Las necesarias y ni una menos, Clementine.
-Estoy dispuesta a ello, querido, bien lo sabes, pero tú... Verdaderamente los Cielos te exigen una tarea titánica: ya no basta con el nazi...
-No... -suspiró el gran Churchill mientras, sintiendo la úlcera revivir en su estómago, miraba la invitación cursada por Hitler:

Si el tiempo acompaña y las próximas acciones de guerra lo permiten, el gran Führer tiene el honor de invitar a una nueva partida de golf, que se celebrará en esta ocasión en la bella Toscana, a sus Excelencias Herr Winston Churchill y Herr Joseph Stalin...

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Esta historia, cuya primera parte apareció en la entrada La España cóncava con el fin único de satirizar el mundo absurdo en el que vivimos y la sinrazón que lo (des)gobierna, ha visto rematada finalmente su continuación en esta nueva entrada que bautizo con el dilatado título de Sangre, sudor, lágrimas... y golf por dos razones fundamentales: una, porque me pregunté qué podía salir de aquel esbozo de historia y quería una respuesta; y dos, porque deseaba darle el gusto de su lectura a un lector de Finis Terrae al que tengo en gran estima y que mostró cierto interéres en ella.

Hela, pues, aquí, Guido. Aunque estoy tan espesa estos últimos tiempos que, después de mucho pensar..., esto fue todo lo logré pergeñar. Aun así, espero que su final haya despertado en ti al menos una pizca de sorpresa. :-)

domingo, 14 de febrero de 2010

A los pies del Borbón

A los pies del Borbón

Ussía es un tipo avispado, muy culto y con soltura al escribir. Famoso por sus artículos humorísticos, conmigo, sin embargo, frecuentemente obtiene sonoros fracasos, pues no suele conseguir sino que esboce alguna que otra leve sonrisa; si bien (no me duelen prendas admitirlo) en ocasiones (aunque sean las menos) logra hacerme reír a carcajada limpia.

No me entusiasma, pues, don Alfonso Ussía, principal entre las principales firmas de La Razón y a quien no suelo leer, sin embargo, nada más abrir el periódico. Prefiero otras antes que la suya. Hay veces, por supuesto, en que este orden se ve alterado y lo sitúo al frente de mis preferencias. Ocurrre ello cuando, por ejemplo, publica artículos como el que Bate llevaba el otro día a su blog: ¿Y qué?, en el que le da un repasito a la retro-progresía española y ridiculiza, como no puede dejar de hacerse, a esos/as activistos/as que tanto defienden a Palestina/o (supongo/a) y tanto denostan a Israel. Olé sus narices, señor Ussía, en estas ocasiones en que se pone al mundo por montera y en cuatro párrafos y medio pone negro sobre blanco la imbecilidad de un mundo que algún día pagará estas gilitonteces que hoy comete.

Sin embargo, Ussía no siempre es así. A veces endosa al lector un ladrillazo sencillamente inasumible por una mente a la que anima un espíritu libre. Me refiero, naturalmente, a los artículos en los que el señor Ussía se pone a los pies de Su Majestad, el Rey. Y no, no es una manera de hablar eso de "ponerse a sus pies". Es una realidad palpable. Lean, si no, el artículo de hoy, titulado "El Rey". Lo inicia con una disculpa sobre la que va a basar toda la defensa de la real persona a cuyos pies parece que le encanta acurrucarse: no es fácil ser rey. Seguro que no, señor Ussía, como no es fácil ser oncólogo, ni piloto de caza, ni articulista monárquico (que hay que ver las filigranas que tienen que hacer ustedes para justificar a la real persona..., con lo que la real persona es). Pero el hecho de que no sea fácil ser rey no justifica acciones, palabras y gestos que dicen mucho más de lo que usted quisiera... y que, para su desgracia, señor Ussía, dificultan enormemente la defensa del real personaje.

El Rey no ha hecho otra cosa que dar voz e intención a lo que piensan y desean millones de españoles, dice Ussía en referencia al pacto de Estado que ha propuesto Su Majestad, y añade párrafos después: Para mí, que el Rey ha hecho lo que debía y en su momento oportuno. No por mejorar la imagen de la Corona, ayudar al nefasto Gobierno que padecemos o incordiar al Partido Popular. Lo ha hecho para, desde su autoridad moral, detener la caída en picado de este saco vacío de inteligencia y sensatez que responde al nombre de España. Pues para mí, que soy parte de la España que aún conserva inteligencia y sensatez, y, por ello, no se deja timar por las demagogias de unos ni de otros, incluidas las suyas, señor Ussía, como la que hoy tiene la caradura de publicar; para mí, decía, que Su Majestad no tiene autoridad moral ninguna y, además, no suele actuar en bien que no sea propio (como muy bien podría atestiguar su querido padre cuando saltó la línea dinástica para colocarse primero en la carrera al trono que, por cierto, propuso un dictador, a quien debe sin ninguna duda su actual real puesto).

Mi mente, señor Ussía, se pregunta dónde estaba ese Rey, que se dice de todos los españoles, cuando se firmó el Pacto del Tinell. Dónde, cuando se pretendía pactar con terroristas, a los que se llamaba hombres de paz, y se pisoteaba a las víctimas. Dónde, cuando el concepto de nación era discutido y discutible. Dónde, cuando, con la crisis ya en el zaguán de nuestra casa, el ZP al que tanto admira Su Majestad se empeñaba en negarla, y el Rey, al que tanto admira usted, no se cortaba un borbónico pelo y señalaba que estaba seguro de que Zapatero sabía a donde iba, por qué y para qué.

Es usted como los otros, señor Ussía: fanático de una idea, hasta el punto de que se permite el lujo, en esta loca defensa de ciegos mandobles con que hoy nos obsequia en el periódico, de creer que los ojos que lo leen no están conectados a un cerebro que piensa, y no duda en tomarnos por idiotas al utilizar como refuerzo de sus tesis, en una nueva muestra de demagogia barata y sin que se le vuelva la cara pétrea, los resultados de unas encuestas que son falsos, por estar maquillada la información con la que cuenta la plebe a la que se pregunta: Después vienen las encuestas populares y la Corona está en lo más alto de la consideración social y los partidos políticos suspenden, suelta en mitad del artículo este pobre monárquico que ya no sabe a dónde agarrarse. ¿Acaso tiene el pueblo español la más mínima idea de lo que ocurre tras las puertas de la Zarzuela, señor Ussía? No, porque la prensa española, por la razón que sea, calla, silencia y oculta. Quisiera yo saber en qué lugar de esas encuestas se encontraría la Corona... si se hubiera visto siquiera la mitad, de la mitad, de la mitad de expuesta al público que lo ha estado, por ejemplo, la de Su Graciosa Majestad británica. De modo, señor Ussía, que échese a los pies borbónicos cuanto desee, pero váyale a otros bobos con esos cuentos. A muchos de los que quizá -y es éste un quizá con muchas dudas- en algún momento hubiéramos podido ponernos de la parte real, vistas las cualidades que lo adornan, el tatarataranieto de Fernando VII no nos vale.


jueves, 11 de febrero de 2010

Anne Perry - Una visita navideña a Romney Marshes

Anne Perry – Una visita navideña a Romney Marshes

Una vez más Kerícolo ha tenido la amabilidad -que desde aquí le agradezco cordialmente- de publicar en su blog, Palabras y Mundos, un comentario escrito por mí sobre la novela Una visita navideña a Romney Marshes de Anne Perry, así como una breve reseña biográfica sobre la autora.

Si algún lector de Finis Terrae siente curiosidad por alguno de estos dos articulitos, puede encontrarlos en los siguientes enlaces:

-Anne Perry

-Una visita navideña a Romney Marshes

Saludos.

S. Cid


martes, 9 de febrero de 2010

¿Por qué están aquí?

¿Por qué están aquí?

Aunque los científicos tienen claro que el universo se expande, no se atreven, sin embargo, a asegurar que esa expansión dure para siempre, razón por la que se preguntan si tal dilatación cósmica continuará eternamente o llegará un momento en que, por el contrario, una vez alcanzado cierto punto, la expansión se detendrá y comenzará el proceso opuesto, esto es, una larguísima contracción que llevará al universo hasta un estado conocido como Big Crunch, el cual, tras una implosión cósmica sin precedentes, tal vez dé lugar a un nuevo Big Bang con el que se forme un renovado universo. La satisfacción a tal duda, obviamente, permanece velada por el misterio y oculta a las mentes de los científicos. Es una respuesta que no se muestra dócil a las llamadas humanas sino que, contrariamente a nuestro deseo, permanece recóndita y asoma sólo la uña de un dedito, el que se agazapa tras las hipótesis que sugiere la física y que se ha mostrado igualmente esquivo en su respuesta a la pregunta que viene haciéndose el ser humano desde que lo es: ¿por qué estamos aquí?

Confieso que estos misterios cósmicos me apasionan. Los secretos que el universo guarda en su interior tañen las cuerdas de mi curiosidad y con frecuencia producen una extraña vibración en mi alma, que no puede evitar pasmarse con admiración infinita ante la descomunal maravilla de este cosmos que nos contiene. No obstante, lo que verdaderamente me causa extrañeza y aumenta mi estupor es comprobar que el nivel de cretinez se eleva más y más con cada día que pasa. La cota alcanzada parece insuperable y, sin embargo, cada mañana hay un cretino que se levanta dispuesto a rebasarla. Seguro que cada uno de los lectores que estén paseando su vista por este texto conoce su propio atleta cretino que entrena incansable para mejorar su marca. En mi colegio hay varios. En realidad hay muchos. Pero uno destaca notablemente varios cuerpos por delante de los demás. En él, la cretinez se expande sin mesura, tal y como se decía ahí arriba que le ocurre al universo, con la única diferencia de que en este caso no hay misterio alguno y es sabido por todos los que le conocemos y le sufrimos que su dilatación cretínica será eterna. Nunca parará. Se extenderá hasta el infinito... (¡Oh, Dios mío, di que existen los agujeros de gusano y es posible escapar a otro universo!).

Sin embargo, y a pesar de que la ciencia ha contestado con solvencia a la duda sobre la eterna expansión de la cretinez, aún no hay respuesta para una pregunta que, como se avanzaba en el primer párrafo, nos hacemos los sufrientes desde que venimos a este mundo y nos encontramos con un cretino: ¿por qué están aquí?

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Dedicado a P. G. A., el mayor cretinazo del universo (y en permanente expansión, como éste) con todo el infinito desdén de mi alma inmortal (que cuenta, pues, con toda una eternidad para despreciarte) porque eres un tipo inane, habilidoso tan sólo para hacer vacua ostentación de unas destrezas y una inteligencia que no posees, ¡¡¡e insufrible!!!

lunes, 8 de febrero de 2010

La rebelión de las masas

La rebelión de las masas (José Ortega y Gasset)

Compré este libro en Buitrago de Lozoya durante la Semana Santa del año 2000. Recuerdo bien aquellos días, que en mis fantasías iban a ser sin duda especialmente señalados por cuestiones que no vienen al caso y que, sin embargo (ya se sabe que el hombre propone y Dios dispone), transcurrieron de forma totalmente inesperada y, en aquellos momentos, muy lejos de lo fantaseado. Me pregunto, pues esto sí que no lo recuerdo, qué fue lo que movió mi mente a hacerse con este título. La memoria lo guarda, seguramente, pero soy incapaz de evocarlo, aunque tal vez, si lo fuera, quizá tampoco quisiera traerlo hasta aquí.

Estupendo libro que no hay que dejar pasar sin leer.

viernes, 5 de febrero de 2010

Karl y el torpe demiurgo

Karl y el torpe demiurgo

-¿Bloqueada?
-Desde hace tiempo, sí.
-¿Tienes idea de por qué?
-Ninguna en absoluto.
-Hummmm..., y yo que creo que no es un caso de bloqueo.
-En realidad, yo también lo pienso, Karl. Es más una cuestión de...
-Pereza vital.
-Sí, eso creo.
-Últimamente te acomete con cierta frecuencia. ¿Eres consciente?
-Hasta hace poco, no; pero desde hace algunas semanas vengo dándole vueltas al asunto y creo que sí, que se está volviendo recurrente en exceso esta tendencia a la flojera existencial.
-Tampoco exageres... Cualquiera que te oiga te imaginará al borde del suicidio. Pero yo te conozco, sé cómo eres y, además, te veo todos los días; por ello sé que, al contrario de lo que esas palabras pudieran dar a entender, te sientes optimista, alegre y pletórica de energía.
-Sí, eso es. Así me siento :-)
-Olfateas cambios.
-Quizá.
-¿Sólo quizá?
-Bueno...
-¿Sí...?
-Algo intuyo, no sé qué..., ni cómo..., ni cuándo..., ni dónde..., pero desde hace algún tiempo... percibo algo...
-No intentes describirlo. Creo que tus balbuceos son suficientemente expresivos. Has logrado que lo entienda. Sé lo que quieres decir. Pero..., ¿entonces...?
-Entonces, ¿qué?
-¿A qué se debe esa pereza vital que te "bloquea"?
-Ni idea... Aunque, como puedes ver, en un rato de charla contigo me he sacado una entrada de la manga.
-¡Qué cara tienes!
-¿Por qué, Karl?
-¿Quieres decir que publicas nuestras conversaciones?
-¿Es que te importa?
-¡Pero cómo no? ¿A ti no te importaría o qué?
-Bueno, Karl..., al fin y al cabo eres mi creación, recuérdalo, de modo que no entiendo por qué te sientes tan ofendido. Se supone que debes comportarte como yo diga y expresar aquello que yo desee.
-Pues vaya una situación la mía. ¿Y el libre albedrío?
-¿El libre qué?
-Al-be-drí-0. ¿Te has vuelto tonta o qué?
-¡Eh!, baja esos humos, Karl.
-¿Cómo quieres que los baje? Mira cómo me tratas... ¿Acaso me crees tu esclavo o qué?
-No, eres mi Querido Amigo Lector, pero no puedes tener libre albedrío, Karl.
[...]
-¡Karl! Eh..., Karl...
-¿Qué?
-Vamos..., Karl, no te pongas así... No me gusta verte con ese aire tan sombrío.
-Lo siento, pero no puedo evitarlo.
-Pero Karl..., eres más que mi creación. Eres mi amigo.
-¿Por qué, Sara?
-¿Por qué..., qué, Karl?
-¿Por qué no puedo gozar de libre albedrío?
-Karl...
-No te andes con rodeos.
-Pero, Karl... ¿No eres feliz?
-No me vengas con memeces, Sara. ¡Dime por qué!
-Porque no tienes alma, Karl. Y yo no soy Dios para dártela.


miércoles, 3 de febrero de 2010

Librería Opar

Librería Opar


Ya hablé sobre ella, aunque brevemente, en la entrada Libros..., los Reyes de mi casa. Hoy toca un comentario un poco más extenso.

Conocí la librería Opar gracias a que un Rey Mago se tomó muy en serio su labor de tal y se empeñó en encontrar el libro que le había encargado esta pasada Navidad: Las paradojas de Mr. Pond, que se divertía jugando a esconderse de sus esfuerzos. Finalmente, y después de escuchar de forma incesante, aquí y allá, que estaba descatalogado, tuvo mi Rey Mago un primer atisbo de triunfo, vía Internet, en esta dirección. En esa página, encontró mi Rey Mago una dirección: C/ Goya, 99 - ESC C - 2º D (Madrid), y un teléfono: 91 575 45 20, tras una llamada al cual, mi Rey Mago supo del extraño horario de apertura al público que tiene la Librería Opar: L-V 10:00-14:30 y M 17:00-20:30.

Obviamente, ese horario hacía imposible mi visita a esta librería salvo que se diera un caso como el que ocurrió el pasado viernes, 29 de enero, en el que, merced a la fiesta de Santo Tomás de Aquino que se celebró con un día de retraso a como viene señalado en el santoral, tuve el día libre y pude hacer la deseada visita a esta extraña librería que, por cierto, yo imaginaba de forma muy diferente porque la suponía en un entresuelo o incluso en un primero, pero no en un segundo y además interior.

No obstante, lo que una encuentra nada más entrar en la librería la deja estupefacta: se trata de una casa que ha dedicado un par de habitaciones a montar un negocio de venta de libros. Sí, sí, forre con estanterías las paredes del recibidor de su casa y de una de las habitaciones, llénelas de libros de su propia editorial (en este caso Editorial Valdemar), abra estas dos estancias al público... y ya tiene su librería. Si, además, quiere añadir un detalle que lo haga todo más exótico, permita que una enorme gata siamesa se pasee por las dos habitaciones y salte de estantería en estantería... De este modo, su librería será una copia casi exacta de la librería Opar, de la cual, por cierto, me he traído algunos libros, como El hombre que sabía demasiado y Fábulas y cuentos, ambas de G. K. Chesterton, La historia de Plattner y otras narraciones, de H. G. Wells, y El barón de Ballantrae, de R. L Stevenson.

El dueño es muy amable, amigable y cercano. La atmósfera es muy acogedora (vamos, te encuentras como en casa) y los libros con los que te topas allí no se pueden encontrar fuera de esas extrañas paredes. Os animo a visitarla. Os aseguro que veréis algo diferente.

lunes, 1 de febrero de 2010

¡No!

¡No!

No, no me da la gana. No lo admito, no señor, no, no y no. Siempre fui tonta de remate, -que así me educaron en mi casa: "hija, sé delicada; hija, educación, ante todo educación; hija, piensa en los demás; hija..."-, pero la vida me enseñó, ya ven qué cosas, y ahora digo que no. ¡¡¡Que no, que no y que no!!! Que no me da la gana. No, señor. ¡¡¡No!!!

¿España? España es de todos, oiga, y ya se sabe que lo que hay en España es de los españoles, así que cuidémoslo, ¿no?, como una cuida su casa. Cuidado por aquí, cuidado por allá, pisar la patria con delicadeza, esmerarse una con la limpieza de sus campos, sus playas y sus ríos, conservar su belleza... Porque España es de todos (y el planeta, también, que no del viento, como dicen ahora). Es mi país, ¿cómo no quererlo, cómo no desearle lo mejor, cómo no cuidarlo?

¿Impuestos? Pues, ya ve, no me molesta(ban). Claro, hubiera preferido que los billetes nacieran de las ramas de los árboles, cómo no, pero quien algo quiere, algo le cuesta, es de cajón, oiga, y si nos gustan firmes carreteras por las que viajar y hospitales bien provistos donde recuperar la salud, pues habrá que aflojar el bolsillo, ¿o no? ¿De dónde cree usted que salen todas esas cosas si no de los impuestos? Ya, ya, ya..., me dice usted que muchos aprovechan los servicios a los que damos vida y mantenemos algunos con nuestros impuestos, mientras ellos miran para otra parte y, silbando, silbando, se escaquean y engañan al fisco.

Antes, ya lo dije, era tonta y ante esta situación me decía: "allá ellos con su conciencia", consuelo éste que les haría morir de risa, sin duda, pero que a mí, sin calmarme del todo, me dejaba más tranquila. Sin embargo, oiga, es que la categoría de tonto a la que nos están haciendo bajar escuece ya tanto que una empieza a rebelarse. ¿Cómo van los políticos a acabar con el fraude fiscal si los primeros que dan el timo son ellos? Y delante de tus narices, oiga, sin cortarse ni un pelo. Con estos tipos la cosa ha alcanzado tal punto en que no le queda otra a las tragaderas del pobre españolito que hacerse ilimitadas o morir por obstrucción. Porque..., a ver, que alguien me explique ¿por qué tengo que estar trabajando 35 años de mi vida, alargada ahora en su aspecto laboral hasta los 67, y los desvergonzados políticos que nos gobiernan (y que están ahí porque los hemos votado) se han guisado un sistema especial por el que tras 7 añitos de estar calentando el escaño en el Parlamento (y eso cuando aparecen por allí) ya tienen su pensión máxima?

En 2006, sí, en 2006 votaron los diputados por unanimidad, ¡¡¡por unanimidad!!! (van ahí todos juntitos, el PSOE, el PP, IU, los nazionatas y demás) adjudicarse un pensión máxima con sólo 7 años de cotización (o sea, con poco más de lo que a mí me cuesta tener dos trienios).

Pero ¿a qué estamos esperando los españolitos? ¡Se impone una involución ya! Hay que acabar con tanto majadero caradura, vago e inepto que está viviendo de mi esfuerzo para, encima, ponerme las cosas cada día peor. Mi revolución, atisbada por el alma ya desde hace tiempo, comienza hoy de forma patente y definitiva: Señores, yo no les digo como Calvo Sotelo: mi vida podrán quitarme, pero ya más no podrán, porque de mi vida no van a tocar ni un pelo; pero sí les aseguro: señores, me podrán freír a impuestos y empobrecerme hasta hacer de mí una zarrapatrosa, pero mi voto, señores, mi voto..., ¡ja!, mi voto me lo voy a comer cada elección que se celebre de aquí hasta que me muera.

Belén 2013

Belén 2011