La dama de las camelias (Alejandro Dumas)
Hacía mucho tiempo que había leído este libro (allá por mi adolescencia) y prácticamente lo había olvidado, cuando un buen día de navegación por la Red me topé con ella de la mano de Palabras y Mundos. Repentinamente, me dieron ganas de releer la novela de la cual, sin embargo, no tenía ningún ejemplar en mi biblioteca, puesto que aquélla que leí en mis años mozos pertenecía a la de mi madre. Ocurrió, no obstante, que quedé una tarde de aquellos días con una amiga para ir a pecar… al VIPS, lugar elegido para degustar unas exquisitas tortitas, objetivo único en principio que se vio acompañado, sin embargo, por un tropiezo libresco, pues paso obligado antes de entrar al restaurante es el que atraviesa la librería de VIPS. Allí fue donde, ¡oh, qué casualidad!, encontré esta edición de la famosa novela de Alejandro Dumas, hijo. La compré, naturalmente, y la leí.
He de confesar que esta vez no me ha gustado tanto, tantísimo, como lo hizo en mi primera lectura. La edad, sin duda, pesa en las emociones. Ahora me parece una novelita, a veces ridícula; otras, insustancial y casi siempre tan, tan poco creíble… Me supo bien, no obstante, la relectura, porque aunque la novela me defraudó, sí logró, no obstante, devolverme durante unos días aquellos aires juveniles que tan lejos quedan ya. Ay, Juventud…, divino tesoro, ¿por qué huiste de mí?
Hacía mucho tiempo que había leído este libro (allá por mi adolescencia) y prácticamente lo había olvidado, cuando un buen día de navegación por la Red me topé con ella de la mano de Palabras y Mundos. Repentinamente, me dieron ganas de releer la novela de la cual, sin embargo, no tenía ningún ejemplar en mi biblioteca, puesto que aquélla que leí en mis años mozos pertenecía a la de mi madre. Ocurrió, no obstante, que quedé una tarde de aquellos días con una amiga para ir a pecar… al VIPS, lugar elegido para degustar unas exquisitas tortitas, objetivo único en principio que se vio acompañado, sin embargo, por un tropiezo libresco, pues paso obligado antes de entrar al restaurante es el que atraviesa la librería de VIPS. Allí fue donde, ¡oh, qué casualidad!, encontré esta edición de la famosa novela de Alejandro Dumas, hijo. La compré, naturalmente, y la leí.
He de confesar que esta vez no me ha gustado tanto, tantísimo, como lo hizo en mi primera lectura. La edad, sin duda, pesa en las emociones. Ahora me parece una novelita, a veces ridícula; otras, insustancial y casi siempre tan, tan poco creíble… Me supo bien, no obstante, la relectura, porque aunque la novela me defraudó, sí logró, no obstante, devolverme durante unos días aquellos aires juveniles que tan lejos quedan ya. Ay, Juventud…, divino tesoro, ¿por qué huiste de mí?