Personajes con vida propia
Hace poco, husmeando por ahí, leí en algún sitio que a los personajes literarios hay que permitirles vivir (no era ésta exactamente la expresión que se utilizaba, pero vale para ilustrar lo que el artículo quería decir), pues gozan de existencia propia y son ellos mismos quienes le van contando la historia al autor.
Tal vez la afirmación parezca un tanto rotunda, pues ¿qué son los personajes sino unos simples nombres inventados por el escritor? Y, sin embargo...
La semana pasada me encontraba escribiendo una escena de mi nueva historia, que por el momento tiene el título provisional (o no, ya veré) de Gamma, en la que el agente malo, malísimo, Pieter Telvis, se entrevista con el director de los servicios de inteligencia, Dichton Fasthis, quien le encarga la misión de espiar al mismísimo General en Jefe de Gamma, Magalash Thorn. Telvis es un tipo desagradable y de naturaleza pérfida, lo cual ni siquiera él mismo trata de ocultar: Telvis sabía que aquellos menesteres siempre caían en sus alforjas, pero lo asumía como una parte más de su trabajo y especialmente ajustada a su personalidad. Él no era una buena persona. Las mujeres solían acabar sus relaciones con él llamándolo canalla, lo cual no solo le divertía, sino que contribuía a acrecentar su insólito ego. Pero, en realidad, el agente sonrió para sí, Pieter Telvis sabía que era un tipo perverso, lo cual, estaba seguro, añadía otro punto más a la estima de Fasthis.
Por supuesto, además de malo, Telvis es un tipo listo. Desde luego, no piensa desobedecer las órdenes de Dichton Fasthis, pese a que es consciente de que espiar al General en Jefe de los ejércitos de Gamma puede acarrearle un serio problema, caso de que el espionaje sea descubierto pues, llegado el momento, Fasthis sabrá cómo sortear el contratiempo y escapar incólume del asunto:
—Supongo que se habrá preguntado por qué deseo esa información… —señaló el director mientras servía un dedo más de vino en la copa de Pieter.
En realidad no. Telvis no solía preguntarse esas cosas. Era de natural indiferente y no le importaban los motivos. Sin embargo, no era estúpido. Que el director de la CIG espiara al General en jefe del ejército quizá estuviera dentro de las competencias de Dichton Fasthis, pero, al fin, quien hacía el trabajo sucio era él, y él sabía muy bien cómo cubrirse las espaldas. Si, por una maldita casualidad, el espionaje salía a la luz, el pez gordo siempre sabía cómo echar la porquería sobre el pez chico y salir indemne del asunto, de modo que Telvis no se había preguntado nada y, simplemente, había buscado información que le preservara de un posible problema.
En realidad no. Telvis no solía preguntarse esas cosas. Era de natural indiferente y no le importaban los motivos. Sin embargo, no era estúpido. Que el director de la CIG espiara al General en jefe del ejército quizá estuviera dentro de las competencias de Dichton Fasthis, pero, al fin, quien hacía el trabajo sucio era él, y él sabía muy bien cómo cubrirse las espaldas. Si, por una maldita casualidad, el espionaje salía a la luz, el pez gordo siempre sabía cómo echar la porquería sobre el pez chico y salir indemne del asunto, de modo que Telvis no se había preguntado nada y, simplemente, había buscado información que le preservara de un posible problema.
Y, así, Telvis había llegado a enterarse de la inquina personal que Fasthis sentía hacia Magalash Thorn y de la razón que la había causado. La razón se llamaba Maritza Orgy, bella mujer a la cual ambos pretendieron en su juventud, pero que finalmente casó con Thorn, con quien tuvo un feliz matrimonio hasta el día en que la nave en que viajaba Maritza fue encontrada a unos cientos de kilómetros de Gamma, sin energía y con las reservas de oxígeno agotadas desde sólo dos horas antes de que los equipos de rescate dieran con ella. La investigación posterior nunca llegó a esclarecer por qué ni el sistema de aviso de emergencia ni la señal de posición de la nave funcionaron, frustrando el salvamento de Maritza y de su piloto. Thorn aún era joven, pero no se había vuelto a casar. Al parecer, era hombre de un solo amor.
Unas diez mil palabras antes de esta escena, yo ya había escrito otra (precisamente la escena en la que Magalash Thorn es presentado al lector) en la cual el General en Jefe aparece en su despacho, aguardando a que le lleguen ciertas noticias, que no vienen al caso ahora, y meditando sobre el paso del tiempo en el ínterin. En esa escena, donde Magalash Thorn es apenas descrito -pues si para el lector es su primer contacto, también lo fue para mí cuando la escribí-, el General en jefe parece ser un tipo solitario. Al menos es la impresión que me dio a mí, que en aquel momento no tenía más idea de su biografía que la de su nombre y la reflexión que realiza sobre el modo en que transcurre el tiempo en el escaso millar de palabras con que nos es presentado.
Diez mil palabras después, descubrí, gracias a Pieter Telvis, que Magalash Thorn era viudo y que había perdido a la única mujer que amó en toda su vida merced a un extraño accidente (el cual, por cierto, aún no sé si fue provocado o no. Supongo que Telvis tendrá la bondad de informarme al respecto en algún momento de la historia). De repente, se explicó un poco más por qué el personaje de Thorn parecía un ser tan solitario en esa primera escena. Y, por cierto que, gracias a Telvis, Thorn tendrá un desarrollo posterior mucho más amplio del pensado inicialmente. No hay nada como conocer a alguien para comenzar a desentrañar los hilos de su vida y comprenderlo...
Y, así, parece que va a ser verdad, al fin, que los personajes tienen vida propia y se la van desvelando al escritor a medida que éste teclea.
Stephen King dice en su libro Mientras escribo que es bueno no tener todas las ideas claras desde el principio y que ni siquiera el escritor sepa muy bien en qué acabará la historia. Si es así, si la historia es capaz de sorprender al propio escritor..., ¿qué no hará con el lector?
Parece, pues, que vamos bien, pero me siento muy impaciente por conocer qué me deparará la biografía de Magalash Thorn y las aventuras y desventuras que habrá de sufrir a cuenta de Dicthon Fasthis y Pieter Telvis. ¡Lástima que, pese a toda su reflexión sobre el tiempo, su naturaleza y su duración..., el día en la Tierra siga teniendo sólo 24 horas y no dé para más!
Tendré que armarme de paciencia.
10 comentarios:
¡Qué bueno!
Yo también quiero saber más.
Un saludo
Interesante reflexión la que haces... y que no la puedes así. Debe continuar fuera del relato.
Hala, más trabajo. Así no te metes con los colchoneros.
Un saludo
Caraguevo: ¿Y que no la puedo así? ¿?
Sigue los consejos del maestro del terror, King, porque si te va sorprendiendo a ti como escritora, no lo dudes, también lo hará a tus lectores.
Carlos: Hago lo que puedo, pero está costando... Algunos días me siento muy satisfecha; otros, lo mandaría todo a la papelera del ordenador. Pero seguiré insistiendo.
S.Cid: la palabra que se ha dejado caraguevo es, lógicamente, 'dejar'. O eso, o las palabras también tienen vida propia.
¿Que los personajes tienen vida propia? Que se lo pregunten a Conan Doyle ;-)
Ahora, algo más en serio, resulta curioso el proceso creativo. Tal vez se mostró inicialmente solitario, y tu mente creativa inconscientemente no ha parado hasta encontrar una explicación. O tal vez tenía una explicación, aún sin forma, y por eso al principio sólo mostró esa soledad, hasta que pudo terminar de construirla.
Es decir, lo del accidente, tal vez... llegue en su debido momento.
(Que, tal vez, no sea en este relato, sino en otro de la saga).
Un saludo.
Posodo: Sí, imaginé que ésa era la palabra que faltaba, aunque no me extrañaría nada que también las palabras tenga vida propia.
En cuanto a lo del proceso creativo... Yo cada vez me sorprendo más. Pasa cada cosa...
Saludos.
En el proceso creativo pasan muchas cosas impensables para gente que no escribe. Hay personajes que el escritor concibe como secundarios y que van cobrando protagonismo a pesar de su creador. Y viceversa, personajes principales que se van apagando, aunque el autor se obstine en mantenerlos a flote. Otras veces, el escritor piensa en llevarles a un escenario concreto, pero los personajes acaban en otro. Llegan, en la mayoría de los casos, a transformar e incluso tergiversar una historia previamente concebida en la mente del autor. Por eso lo que dice King es importante, porque hay que dejar un margen. Aunque bien es cierto que hay escritores metódicos que no dejan nada para la improvisación. Yo no puedo. Ni quiero. Saludos.
Interesante reflexión la que haces... y que no la puedes DEJAR así.
Tenía razón posodo.
Tienen vida propia los personajes, las palabras y el teclado.
Un saludo a los dos.
Paco: Desde luego yo estoy descubriendo un mundo lleno de sorpresas, jajaja. Casi que me está gustando más los secretillos que se me están revelando que la historia que estoy escribiendo.
Caraguevo: ¿Que no la puedo dejar así? ¿Cómo que no puedo? No pienso mover ni una coma ;-)
Saludos a ambos y buena mañana.
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