Albert, el hermano bueno de Göring
Estoy leyendo un libro buenísimo (cuya reseña, aunque aún tendrá que esperar un tiempo, vendrá por estas páginas), titulado Cien historias secretas de la Segunda Guerra Mundial, y donde se encuentran curiosidades como ésta:
Aunque resulte sorprendente, Albert Göring, el hermano pequeño del mariscal del Reich, Hermann Göring, era un activo opositor al régimen nazi. Fue arrestado en varias ocasiones por la Gestapo, librándose de mayores consecuencias gracias a la correspondiente y oportuna intervención de su hermano mayor.
Albert, nacido en 1900, llegó a ser un hombre de negocios de éxito, y fue nombrado director de exportación de la empresa Skoda cuando Checoslovaquia fue anexionada por el Tercer Reich. Durante la época nazi ayudó a muchos judíos a escapar de los horrores del Holocausto, falsificando la firma de su hermano en salvoconductos de viaje. La esposa judía del compositor Franz Lehar fue una de las personas a las que Albert ayudó. Durante su estancia en Checoslovaquia llevó a cabo pequeñas acciones de sabotaje en su propia empresa que era utilizada para fabricar armamento, y mantuvo una relación fluida con los opositores checos a la ocupación nazi.
Se conocen valientes gestos de solidaridad de Albert con los judíos. Por ejemplo, en una ocasión, caminando por la calle, se topó con un grupo de judíos que estaban siendo obligados a limpiar la calle con cepillos de dientes. Albert se puso también de rodillas y comenzó a realizar esa humillante tarea. Cuando un oficial de las SS exigió ver su documentación se quedó de piedra al ver su apellido; Albert le confirmó su parentesco con el Reichsmarschall, por lo que el oficial prefirió permitir a los judíos que se marchasesn para evitarse complicaciones innecesarias.
Tras las guerra, Albert fue investigado por las autoridades aliadas, pero el testimonio de aquellos a los que ayudó le libraron de ser juzgado. Sin embargo, fue entregado a las autoridades checoslovacas, aunque de nuevo quedó libre tras conocerse sus actividades antinazis. Regresó a Alemania, aunque su parentesco directo con el que había sido número dos del régimen le ocasionó muchos inconvenientes en sus intentos por abrirse paso en la nueva realidad de su país.
Albert, que se dedicó a la escritura y a la traducción, acabó recibiendo un subsidio del gobierno y viviendo en una modesta pensión. Una semana antes de morir, en 1966, se casó con la dueña de la pensión como gesto de gratitud, para que ella pudiera seguir recibiendo esa paga tras su fallecimiento.
Pese a que existen pruebas inequívocas de su lucha contra el régimen del que su hermano fue uno de los principales jerarcas, la encomiable actitud de Albert Göring aún no ha recibido el reconocimiento que merece.
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8 comentarios:
Hace uno años leí que, un nieto de Eichmann (si mal no recuerdo) quería visitar Israel y convertirse al Judaísmo...
Un saludo
Guido: ¿Síiiii? Vaya, me dejas ojiplática. Más aún que cuando me enteré de que el enamorado Eduardo VIII debió de arrepentirse mucho de su abdicación por amor e intentó recobrar la corona brindando a los nazis una amistad que le valió a Churchill más de un dolor de cabeza.
Eduardo VIII además de avergonzar a los británicos, se ganó el odio eterno de su sobrina Isabel, ahora Isabel II, quien nunca le perdonó la faena que les hizo convirtiendo al padre de ésta en Jorge V (y encima, la II Guerra Mundial, en parte, por las veleidades del tío).
Un saludo.
Perdón, se me ha escapado un palito. El padre de Isabel II es Jorge VI; Jorge V es su abuelo (y padre a su vez del tal Eduardo VIII en cuestión).
Por lo que cuentas Cid, parece que fue un hombre bueno, de esos que pueden ser imparciales sin ser indiferentes. Como Chèjov o Bruckner, se me ocurre, dramaturgos que pecaron de un compromiso social muy pocas veces reconocido.
Algo había leído ya sobre esto. Para que veas tú que un apellido no puede demonizar a todos los miembros de una familia. También es curioso cómo dos personas, educadas (supongo) en el mismo ambiente, pudieron llegar a posturas vitales tan distintas
Posodo: Pues mira, también con tu comentario me sorprendes. No sabía yo que Isabel II albergara en su regio corazón tales sentimientos para con su tío.
Sue: Sí, debió de serlo. La vida a veces guarda este tipo de sorpresas.
Miguel: Sí, lo del apellido puede llegar a ser una losa. En el libro hablan también de los descendientes de Hitler. Los tres que quedan viven en EEUU, cambiaron el apellido y decidieron no tener descendencia.
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