7. James Stanley. One thousand and one nights
Había ido dándome la información con cuentagotas: unas veces me hablaba sobre la infancia de James Stanley, otras me traía alguno de sus escritos, como si quisiera ir alargando el proceso en una especie de mil y una noches. Y así habíamos mediado el otoño.
-Sorry, I'm late.
-It's never late when you show up.
Me ayudó a quitarme el abrigo y me ofreció una silla frente a él, en una mesita apartada del café donde habíamos quedado, mientras simulaba no haber percibido la sonrisa eufórica que me habían arrancado sus palabras.
Fuera el tiempo estaba borrascoso, pero dentro hacía calor. No me quitó la vista de encima mientras me desanudaba la bufanda y aguardaba a que el camarero que me había traído el café se alejara. Aún siguió así unos segundos más después de que nos quedáramos solos, pero para entonces ya no me sentía intimidada por sus silencios ni por la vehemencia de su mirada. Me limitaba a disfrutarlos.
La cálida bebida tentó la firmeza de mis labios con un cosquilleo mientras lo miraba por encima del borde de la taza. Era una firme roca a la que asirse. Tamborileé en la curvada línea de la taza, como si necesitara tantear con los dedos lo que la mente pensaba. Era grande y, entorné la mirada y calculé, dos como yo podrían ovillarse fácilmente entre sus brazos. Rechacé la idea. ¿Dos? Yo sola podía arreglármelas muy bien para ocupar todo el espacio. Ahogué una carcajada con un sorbo de café. Era un hombre tan fiable, tan convincente, tan manso y afable. Era perspicaz e ingenioso y, bueno, ¿por qué contener el pensamiento?, tan apuesto y varonil....
Le vi examinar el interior de un portafolio.
Fuera el tiempo estaba borrascoso, pero dentro hacía calor. No me quitó la vista de encima mientras me desanudaba la bufanda y aguardaba a que el camarero que me había traído el café se alejara. Aún siguió así unos segundos más después de que nos quedáramos solos, pero para entonces ya no me sentía intimidada por sus silencios ni por la vehemencia de su mirada. Me limitaba a disfrutarlos.
La cálida bebida tentó la firmeza de mis labios con un cosquilleo mientras lo miraba por encima del borde de la taza. Era una firme roca a la que asirse. Tamborileé en la curvada línea de la taza, como si necesitara tantear con los dedos lo que la mente pensaba. Era grande y, entorné la mirada y calculé, dos como yo podrían ovillarse fácilmente entre sus brazos. Rechacé la idea. ¿Dos? Yo sola podía arreglármelas muy bien para ocupar todo el espacio. Ahogué una carcajada con un sorbo de café. Era un hombre tan fiable, tan convincente, tan manso y afable. Era perspicaz e ingenioso y, bueno, ¿por qué contener el pensamiento?, tan apuesto y varonil....
Le vi examinar el interior de un portafolio.
-A new story? -pregunté al tomar el documento que me tendía.
-Not this time.
Elevé una ceja interrogativamente. Creo que para entonces ya imitábamos nuestros tics con tanta precisión y naturalidad que podríamos mimetizarnos el uno en el otro sin que ello nos causara desconcierto o confusión.
-It's a kind of meditation or literary consideration.
-About?
-The fact of writing.
-It sounds suggestive.
-Belive me: it is.
Asentí en silencio mientras guardaba el portafolio en mi cartera. Él pareció sorprenderse:
-Aren't you going to read it?
-Not now.
-No?
Negué con la cabeza.
-No, not this time -repetí sus propias palabras sin añadir nada más.
Percibí un ligero brillo de expectación que disimuló con un par de pestañeos.
-And so...?
Apoyé los antebrazos sobre la mesa y me incliné hacia delante. Él también se acercó y pareció ocupar todo el espacio, incluyéndome a mí. Su forma de aproximarse transmitía un mensaje nítido: yo no sobraba. Lo miré de frente:
-Let's talk.
Percibí un ligero brillo de expectación que disimuló con un par de pestañeos.
-And so...?
Apoyé los antebrazos sobre la mesa y me incliné hacia delante. Él también se acercó y pareció ocupar todo el espacio, incluyéndome a mí. Su forma de aproximarse transmitía un mensaje nítido: yo no sobraba. Lo miré de frente:
-Let's talk.
Me pregunté cuánto tiempo esperaría a que yo empezara la conversación y conté mentalmente: uno, dos, tres, cuatro...
-About? -interrumpió mi cómputo.
-About? -interrumpió mi cómputo.
Demasiado. Tendría que mejorar mi entonación y lograr hacerla más tentadora. Cuatro segundos para colmar su paciencia eran demasiados. Me propuse bajarlos a tres para la próxima cita. Lo miré y él me animó con un gesto vehemente. No lo dudé. ¿Para qué andarse con melindres a aquellas alturas?
-Us?
Sonrió. Era una forma elocuente de hablarme. Yo le devolví la sonrisa. También para mí era ya un significativo modo de dirigirme a él.
-Nice topic of conversation.
Seguro que sí, pensé. Y tal vez, con un poco de suerte, daría para dos mil noches más.
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Antes, en James Stanley: Fiction in reality.
Y después: The great pretender.
4 comentarios:
Así, tacita a tacita, va tomando forma la historia...
Muy chula.
Saludos
MGae: :-) Gracias.
Entre el café a estas horas y la impaciencia por la continuación de la historia, no voy a poder dormir.
Posodo: A ver, que la que no puede dormir soy yo. No seas copiota.
En cuanto a la historia..., ta, ta, ta, que no te quite el sueño ;-): es sólo un experimento.
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