5. James Stanley. A smile.
Después de servirnos el par de raciones que habíamos pedido para cenar, el camarero se alejó culebreando entre las mesas de la terraza.
-I can't understand why you didn't let me drive -oí su queja entre la neblina de mis pensamientos, abstraídos en la relectura del documento que me había traído.
-I'm too young to die -contesté sin apartar la vista del papel.
-Don't you trust me?
-No, I don't.
Deslicé una rápida mirada por su rostro y allí estaba la ceja levantada y despoblada de todo sarcasmo. Vivir y aprender. Le había tomado la medida y ahora era yo, a voluntad y no precisamente, o al menos no siempre, a causa de mi rubor, quien provocaba ese izamiento.
-I'm a skilled driver -protestó.
-But you do it the other way round -contesté con la atención devuelta al documento.
No hizo falta que lo mirara para saber que abrió la boca con la intención de contestarme, pero estaba demasiado concentrada en las palabras de James Stanley para seguir jugando al sarcasmo. Agité la mano delante de sus narices y volvió a cerrarla sin llegar a decir nada.
Habíamos decidido pasar la tarde en el Pardo y con él había traído un interesante documento escrito de su puño y letra por el mismísimo James Stanley. Me sentí tan impaciente por leerlo que lo mandé a dar una vuelta, mientras yo, al resguardo de una fresca alameda, me atrincheraba tras las hojas y me sumergía en su lectura. Horas después volvió a recogerme. Me pregunté qué habría estado haciendo todo ese tiempo. Había mucho que ver, pero... ¿tanto?
-Did you enjoy the visit?
-I had a great time... alone!
Sonreí encantada al escuchar el adjetivo. Resumía su lamento con una sola palabra; y su extremada paciencia, también. Era un buen tipo y eso, sólo eso, es lo único que me ha interesado toda la vida que sea un hombre.
-You could've stayed with me if you knew how to be quiet.
Rezongó por lo bajo.
-I can hear you.
-But you can't understand me.
Tenía razón. Punto para él.
-Give me a smile, at least.
Caminábamos juntos por la acera, con la tarde cayendo frente a nosotros y los álamos arrullando nuestros pasos a la espalda. Sonreí. Se la debía. Se la había ganado con creces.
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Antes, en James Stanley: Nice girls don't swear.
Y después: Fiction in reality.
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Antes, en James Stanley: Nice girls don't swear.
Y después: Fiction in reality.
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